Melón
■ Carta abierta
Carta abierta para Armando Báez Pinal, secretario general del Sindicato Único de Trabajadores de la Música (SUTM).
Aunque no tengo el gusto de conocerlo, molesto su atención con la esperanza de que lea usted el contenido de esta carta abierta y pueda darle cauce a mi súplica que es con motivo del fallecimiento del pianista Tony Espino, del cual por desgracia se desconoce gran parte de su brillante historial.
Según me enteré se le niega a sus deudos el pago de marcha que se merece un miembro activo del honorable sindicato, que usted tan atinadamente dirige. Tony siempre estuvo al corriente de sus cuotas, fue un elemento que dio brillo a la profesión de músico y durante muchos años proporcionó trabajo a numerosos de sus compañeros, esto, independientemente de su calidad como ejecutante.
Considero que Tony merece más de los mil 500 pesos que ofrece Pablo Godoy, secretario de Previsión Social del SUTM, amén de un homenaje póstumo a la altura de su categoría.
Repito, no lo conozco personalmente, pero por medio de la televisión usted me da la impresión de ser una persona justa, comprensiva, que sabe aquilatar la labor que desarrollaron los músicos de antaño como Tony, especialmente en el género conocido como tropical.
Tony Espino fue director de Los Guajiros del Caribe uno de los conjuntos considerados entre los mejores de todos los tiempos en nuestro país. Actuó durante muchos años en el cabaret Astoria, no sólo tocando para baile, también acompañando a figuras como Rita Montaner, Facundo Rivero y su Cuarteto, Isolina Carrillo, Miguelito Valdés, Brenda y Sicardi, así como muchos más que escapan a mi memoria. Esto es parte de lo que su servidor vivió al lado de tan inolvidable amigo, ya que su trayectoria tuvo muchas aristas, cubiertas todas con brillantez.
Espero que estos renglones hayan llegado a sus manos y su bonhomia y don de gente resuelvan de modo positivo mi súplica. Le doy las gracias por adelantado y en un futuro no muy lejano espero conocerlo personalmente y, por qué no, tomarnos un café.
Pasando a otra cosa déjeme, monina platicarle que Héctor Bonilla volvió a sorprenderme, esta vez en compañía de su esposa Sofía Alvarez, en un espectáculo con motivo de la independencia de nuestro país, efectuado en el Museo de Arte Popular. No cabe duda, lo único que me queda es calificarlo como ¡actorazo!
Me invitaron a la presentación de Mono Blanco en el Teatro de la Ciudad. Confieso que no soy conocedor a fondo del son jarocho, pero me gusta, me emociona y Mono Blanco me puso a gozar. Me hizo olvidar lo negativo y amplificó lo positivo.
Pero, de lo que quiero contarle mi enkobio es de un programa que pasó en el Canal 22 con la actuación de Barbarito Torres y su Piquete Cubano. La verdad, no me gustó, ¡me encantó! Qué manera de interpretar el son cubano ¡sin miseria! Todos sin excepción haciendo lo que les correspondía, sin alardes ni golpes innecesarios.
También interpretaron música campesina, todo envuelto con un sabor y propiedad dignos de admiración, como para pedir ¡qué se refifa! (sic) Sin generalizar, el son que se está tocando en nuestro país sencillamente no me gusta y veo anuncios donde los grupos se cobijan con ser 100 por ciento matanceros, los mejores intérpretes de la Sonora Matancera y así sucesivamente hasta llenar el cartel. Aquí aquello de “nunca segundas partes fueron buenas” se quedó corta, ya que son muchos más de dos los grupos que tratan de interpretar los éxitos matanceros.
Por eso, volviendo a Barbarito Torres, mi trompa de Eustaquio tuvo un agasajo no sólo con la manera de interpretar de éste y su grupo, también con el repertorio. Pues, aunque El cuarto de Tula estuvo presente, el arreglo fue, como diría Justo Betancourt, distinto y diferente. Creo que esto puede ser una receta para los grupos de aquí: tocar los números de moda con diferente arreglo, haciendo su propia versión. Superar al original no es cosa de todos los días, lo de Alquimia es un garbanzo de a libra, pero como un cometa, es decir, fugaz. Hace mucho que no se oye nada de ellos. Dicen los viejos de la comarca que el que se viste de prestado, en la calle lo desnudan. Dicho todo esto sin ánimo de ofender. ¡Vale!