Usted está aquí: martes 23 de septiembre de 2008 Opinión Todas las canicas a seguridad

Néstor Martínez Cristo
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Todas las canicas a seguridad

En días pasados, el gobierno federal envió a la Cámara de Diputados el paquete económico 2009, que privilegia recursos al reforzamiento de la seguridad por encima de todas las demás áreas.

El gobierno federal plantea a los diputados que le sean aprobados algo así como 101 mil 800 millones de pesos para seguridad, lo que representa un crecimiento 20 mil 800 millones, en relación con lo que se ejerce en 2008.

La Secretaría de Seguridad Pública federal, por ejemplo, es la dependencia que recibirá mayor aumento, con cerca de 50 por ciento, pues pasará de 20 mil 700 millones que tiene actualmente, a 31 mil millones de pesos para el año entrante. La Procuraduría General de la República pasará de 9 mil 800 millones a 12 mil 600 millones.

A la Defensa Nacional también se le aumenta 20 por ciento su presupuesto, al pasar de 36 mil 500 millones a 42 mil 400 millones, en tanto que Marina alcanzará 15 mil 800 millones de pesos.

Además, el gobierno federal exenta de cualquier medida de austeridad y ahorro a todas las dependencias relacionadas con el orden y la justicia.

La propuesta de paquete económico, que todavía deberá ser analizada y aprobada por los diputados, no deja dudas de por dónde anda y andará la prioridad del Presidente de la República para el año próximo.

Un poco por convicción y un mucho por la enorme presión social que ha comenzado a cobrar bajas en su equipo de Seguridad, Felipe Calderón ha decidido poner las canicas en el combate a la delincuencia organizada, que se muestra más desafiante y retadora que nunca.

La decisión presidencial pareciera lógica y hasta acertada en primera instancia, dada la gravedad del problema de inseguridad que padecemos todos en el país; sin embargo, en una segunda reflexión surgen dudas, preguntas, a las que muy probablemente tampoco el gobierno tenga respuesta precisa.

¿Serán suficientes estos recursos para enfrentar con éxito a la delincuencia organizada, uno de los negocios más rentables del mundo en términos económicos? ¿Vale la pena distraer recursos indispensables para otros sectores y canalizarlos hacia una guerra de la que no sabemos si saldremos bien librados?

¿No será mejor legalizar la droga, con todos los costos que pudiera implicar, para acabar de una vez con el negocio ilícito y con las innumerables ejecuciones y secuestros que de ello se derivan? ¿No costaría mucho menos, en términos económicos y sobre todo de paz social, legalizar la droga y destinar una muy importante cantidad de recursos a prevenir y evitar su consumo?

¿No se estará terminando de sacrificar a otras áreas que representan la posibilidad de un mayor desarrollo social? ¿No es el conseguir una mayor justicia social, que pudiera derivarse de ese desarrollo, la que combatiría de raíz el problema? ¿O acaso la grosera inequidad social de este país ya no representa un factor de origen en cuanto al crimen organizado?

Me atrevo a plantear las preguntas por varias razones.

Primero, porque hace un par de meses, uno de los alfiles de Calderón en materia de seguridad, José Luis Santiago Vasconcelos, reconoció que los recursos que el gobierno mexicano puede destinar a la lucha contra la delincuencia es prácticamente nada en comparación con el poder económico de ésta. Estimaba entonces que tan sólo el dinero que provenía de Estados Unidos, producto del crimen organizado, superaba los 10 mil millones de dólares anuales, como por 60 por ciento más de lo que nuestro país canaliza a su combate.

Segundo, porque la lucha contra el narcotráfico no arroja buenos dividendos. El poder económico, corruptor y el actuar cada vez más despiadado de la delincuencia han mantenido en jaque al gobierno. Si a esto añadimos la enorme capacidad mostrada por los criminales para infiltrarse en diversas esferas, incluidas las de la estructura gubernamental de seguridad, es de augurarse muy poca posibilidad de éxito. Quizás sea por ello que hay sectores que ya comienzan a considerar viables algunas alternativas, como la legalización de la droga, hasta hace poco impensable.

Y tercero, porque el número de canicas del presupuesto no varía demasiado de un año a otro. Son más o menos la misma cantidad. Y si se apuestan más en un rubro determinado, en este caso a seguridad, se reduce el número de canicas destinadas a otros sectores igualmente prioritarios.

En este sentido, me viene a la mente la falta de empleo, una deuda ancestral, inmensa y creciente, que Calderón, el “presidente del empleo”, ubicó como la prioridad de su gobierno y se comprometió a resolver.

Y a decir de las prioridades reflejadas en el presupuesto, hay varios costalitos, como el de salud, educación y los relacionados con la promoción de fuentes de trabajo, que muy probablemente resultarán descanicados para 2009.

 
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