La sonrisa de Volfi
Y así como Vladimir Horowitz encontró a su avanzada edad (su recital de despedida lo realizó a los 83 años) un nuevo amor en Mozart, hay mozartianos que se enamoraron a más temprana edad.
Entre ellos –pues definirse mozartiano es cuestión de cada quién– hay dos nombres ilustres a quien nadie regatea la virtud arcangélica que emana de la música de Volfi Mozart: el neoyorquino Murray Perahia (19 de abril de 1947) y el rumano Radu Lupu (30 de noviembre de 1945). Como las casualidades no existen, Perahia encontró en Vladimir Horowitz el maestro idóneo que le ayudó a definir su ahora inconfundible estilo pianístico. El sistema de vasos comunicantes se completa en cuanto Radu Lupu es el gran camarada, qué digo camarada, el compañero de ruta, qué digo compañero, el carnal de Murray Perahia y juntos han iluminado el mundo con sonrisas de felicidad.
Una manera de lograrlo es el fabuloso disco de la marca Sony Classical, en su colección Obras Maestras, donde estos carnalitos enarbolan la sonrisa que Mozart puso como impronta en sus partituras, en este caso en obras espectaculares, escritas para dos y tres pianos sonando juntos, aunque en esta ocasión suenan dos, merced a un arreglo que realizó el mismísimo Mozart y para el efecto hizo pedacitos el tercer piano y lo dispuso en partes iguales en los dos restantes, esto dicho por supuesto en sentido figuerucho, como diría Tin Tan, que es mejor citarlo a él que a los académicos, quienes suelen utilizar un terminajo para el caso: “reducción” en lugar de versión, es decir una obra escrita para muchos instrumentos (una orquesta, por supuesto) puede sonar en un sólo piano y a eso los almidonados denominan “reducción”. Pasu.
Lo que suena, en cambio, en este disco, es una ampliación de las sonrisas que despierta, de manera irremediable y siempre, la música de Volfi Mozart.