En el Chopo
■ Avándaro y la mentada que detuvo el tiempo
Ampliar la imagen Instante del emblemático festival, que ayer cumplió su aniversario 37 Foto: Archivo
Ayer se cumplieron 37 años del episodio de Avándaro y las generaciones posteriores aún siguen preguntando: ¿qué pasó realmente en aquel primer Festival de Rock y Ruedas realizado en Avándaro, Valle de Bravo, Estado de México?
Por principio, fue el primero –y último– festival en nuestro país que congregó a más de 200 mil asistentes; hubo lluvia, lodo, mota, sexo y una multitud libérrima que, incuestionablemente, fueron los protagonistas de esa madrugada septembrina. Pero, sin duda, el gran anfitrión fue el rock. Por supuesto, hubo fallas: no se escuchaba ni madres a causa del pobre equipo de audio contratado por los organizadores, quienes, ni en sus sueños más pachecos, imaginaron la cantidad de gente que asistiría al mega toquín; además, el escenario estaba montado sobre torres tubulares –parecidas a las que usan para pintar el palacio municipal de mi pueblo. Aún así, el rock logró reunir a centenares de miles de jóvenes que escapaban de halcones enloquecidos y de nacientes recuerdos sesentayocheros. Un incidente común que se daba en las tocadas de ese tiempo –y en las de ahora– sirvió para que el sistema político de entonces se agandallara y aprovechara la ocasión para quedarse con el botín político/social que significaba una reunión de chavos de tal magnitud: todo había transcurrido como en cualquier tocada de hoyo fonqui. Abrió Dug Dug’s con Armando Nava al frente; el susodicho vestía una camisa verde pistache visible hasta para el espectador más lejano. Siguieron El Epílogo, División del Norte, Tequila y Peace & Love. Mientras la banda de Tijuana tocaban una rolita, medio chafita, que en su estribillo dice: “mari, mariguana, mari, mariguana”, Ricardo Ochoa invitó a los asistentes a unirse al coro al grito de: chingue su madre el que no cante... el tiempo se detuvo para el rock en México: cortaron la transmisión en vivo de Radio Juventud; posteriormente corrieron al locutor Félix Ruano Méndez por el incidente y el rock fue confinado a su hábitat natural, la marginación.
Después de tanto tiempo, la pregunta obligada es: ¿y los participantes de aquel festival? Los tres organizadores conocidos la libraron: Luis de Llano es alto ejecutivo de Televisa, Justino Compeán es el dirigente de la Federación Mexicana de Futbol y Eduardo López Negrete falleció hace tres años ya retirado de los negocios. Armando Molina, el programador, sigue capitaneando a La Máquina del Sonido. Del cartel –además de los arriba mencionados–, también participaron, El Ritual, Bandido, Los Yaki, Tinta Blanca, El Amor y Three Souls. De aquella gesta sólo Dug Dug’s (más bien Armando Nava) y Alejandro Lora, quien convirtió al heroico Three Souls in my Mind en el actual Tri, siguen en el rol; los demás son parte de la historia del rock en México. Por supuesto, los verdaderos protagonista, como siempre, fueron los asistentes. Entre aquellos miles de locos va un saludo para la pandilla que fue a Avándaro: Fili, Rocío, Teté, Mariano, Víctor, Malanco, entre otros.