Usted está aquí: lunes 8 de septiembre de 2008 Deportes ¿La Fiesta en Paz?

¿La Fiesta en Paz?

Leonardo Páez

■ Vicencio, ¡qué festival!

El domingo 31 de agosto, en la plaza Jorge El Ranchero Aguilar, de la ciudad de Tlaxcala, se efectuó un festival histórico por el despliegue de bravura, nobleza, torerismo y apoteosis alcanzados. Se lidiaron novillos de la ganadería de Vicencio, propiedad de Julio García Mena, que tan sonoros y frecuentes triunfos viene acumulando.

Transmisión y toreabilidad exhibieron los astados, a excepción del tercero, que salió acalambrado, pero con el que Jorge Ávila dio una lección de tauromaquia al ordenar que fuera picado y, corregido el defecto, aprovecharlo en suaves muletazos en los medios.

Manolo Espinosa, Armillita, a sus 69 años, con estampa de novillero y refinada tersura en sus lances y tandas, puso muy cara la papeleta con el que abrió plaza, por cuya faena el público exigía dos orejas. La respuesta de Ponce de León ¿Ponce el bueno¿ no se hizo esperar y a sus sentidas verónicas y media de lujo, añadió una emotiva y estructurada faena a un toro al que había que poderle mucho. Ensimismado en su torería mandó acallar la música, ejecutó entonces ceñidas manoletinas y se atracó en el volapié. Dos orejas y la entrega exaltada del público ¿como cuando salía a hombros de la México sin haber cortado orejas¿ fue la respuesta de los tendidos.

El Pana, celoso y arrebatado, ejecutó en toriles el lance del murciélago o mariposa de rodillas a otro novillo muy fuerte y serio, y en los medios dos tafalleras y verónicas de la casa. Le exigieron banderillear y, con hambre de ser, dejó certero dos cuarteos y el de Calafia. La plaza se vino abajo. Con la muleta, dio rienda suelta a su torería, esparciendo aroma y coraje en numerosas series. Si acierta con el acero, corta el rabo.

El Zapata, sobrado de sitio, lanceó con parsimonia y quitó con un ojalá ¿suerte del imposible con el capote¿ y por saltilleras, clavó dos cuarteos espectaculares y cuajó una faena con hondura y largueza por ambos lados, de torero poderoso y con interioridad, a un novillo muy hecho y muy bravo al que le cortó las orejas. La plaza, junto con la rotunda torre, ardía ante la sucesión de aquellas soberbias expresiones toreras.

Karla de los Ángeles derrochó verticalidad, temple y elegantes manos bajas, diciendo mucho en cada suerte. Y El Rifao, con una afición que se le sale por los poros, cubrió gozoso y heroico los tres tercios, recibiendo un pitonazo en la cara que le rompió varios dientes. Entre aclamaciones fue obligado a dar la vuelta. ¡Qué gran tarde!

 
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