■ Lo vernáculo llegó a ser despreciable, para borrachos, expresó en entrevista
La música popular es la ranchera, no la grupera: Eríka Mireles
■ Cantante y mujer de izquierda, participó en cintas emblemáticas como El apando, Casta divina y Las Poquianchis
■ Se presenta los viernes y sábados en La Cigarrera
Ampliar la imagen Rayando el sol, La borrachita, La cuenta perdida y A la orilla de un palmar, temas que forman parte del repertorio que ofrece la intérprete Foto: Francisco Olvera
La actriz, docente, activista, dramaturga e intérprete Eríka Mireles llega con un arsenal de canciones rancheras del siglo XX para presentar su espectáculo Canciones de amor y desamor, todos los viernes y sábados en La Cigarrera, donde su canto se cuela por los poros de la piel y de ahí se reparte a todos los órganos del cuerpo. Mireles, mujer de izquierda, militante del Partido Comunista de México, confiesa el origen de este espectáculo: “Desde muy jovencita en mi casa se oía música, y siempre he cantado y tomado clases. Quería ser cantante de ranchero, eso me llamaba la atención, y estudié con algunos maestros, entre ellos la famosísima Josefina Chacha Aguilar. Empecé a cantar en actividades culturales de la Gran Fraternidad Universal y en fiestas”.
Actriz del celuloide y las tablas, Eríka Mireles ha participado en películas emblemáticas del cine nacional, como El apando (en el papel de la terrible celadora), Las Poquianchis, Canoa, Casta divina, Esperado amor desesperado, El jarrón, La ronda, La aprendiza de bruja delgadina y La reina su madrina, entre otras. En 1980 recibió el premio por mejor actriz en el concurso de la Asociación Nacional de Actores, por La mujer que llegaba a las seis.
Además, Eríka Mireles ha intervenido en radionovelas, narraciones y lecturas, en audiovisuales y telenovelas, y ha hecho doblaje para películas y series de televisión: hace las voces de de La Bruja del 71, en El Chavo Animado, y de las hermanas de March Simpson y la mamá de Skinner, en Los Simpson.
Más que rescatar, no olvidar
En Canciones de amor y desamor Mireles se hace acompañar sólo con una guitarra, y entona un puñado de canciones rancheras elegidas de acuerdo con su gusto adquirido a lo largo de su vida dedicada al arte: “En mi show hay canciones como La borrachita y Rayando el sol, que todos conocemos, pero no hay quien las cante ni las enseñe. Antes las cantábamos desde la primaria, y eran básicas en las clases de música. Con el esquema cultural que nos da la televisión y nos proporciona el gobierno me parece que no hay que olvidarlas: no rescatarlas, porque, de alguna manera, nos han sustentado durante el siglo pasado, y sirvieron para formar músicos importantes, como Gonzalo Curiel o Luis Alcaraz; a todos los boleristas, como Agustín Lara. En general, es parte fundamental en la historia de toda la música mexicana; ahora se entiende por música popular lo grupero y todo eso”.
–¿Entonces en dónde colocaría la música ranchera?
–Actualmente sólo la escuchamos unos cuantos, antes era para cualquiera. La ranchera llegó a ser despreciable, era para los borrachos; fue tan popular que donde quiera se podía escuchar: en las sinfonolas, en los lugares donde esas canciones calaban y hacían llorar. Ahora sólo Alejandro Fernández y Pedro Fernández la promueven.
–¿Y usted, cómo hizo esta selección para Canciones de amor y desamor?
–De muchas canciones que he cantado a través de los años y agregando las que me parecen más lindas, sin que estén todas las que deberían.
–¿El repertorio varía de acuerdo según el día, el clima, su estado de ánimo o siempre es el mismo?
–Siempre procuro incluir Rayando el sol, La borrachita y A la orilla de un palmar; una que me gusta mucho y que siempre incluyo es La cuenta perdida. Luego voy cambiando un poquito, pero a veces cantó algo de Cuco Sánchez: La mujer ladina, Las rosas de oro, Anillo de compromiso, Albur de amor, La cama de piedra, Golondrina de ojos negros...
España y Cuba
–Mencionó que su artista vernáculo favorito es Jorge Negrete, ¿por qué no incluye temas de él?
–Desde chiquilla me enseñaron a gustar de Jorge Negrete, pero son herencias que le dejan a uno, y me gusta su estampa y su manera de cantar.
“En septiembre voy a incluir México lindo y querido. Cuando la cantaba en España tenía mucho éxito, tanto, que grabé un repertorio de música mexicana para la radio polaca; se trasmitió en las ciudades de Varsovia y Cracovia.
“En mi viaje por Europa, a finales de los años 70, canté en la Plaza Mayor, de Madrid, y en el Metro de París, un sueño que tenía. También lo hice en las escaleras de la Catedral de Notre Dame, de París.
“Otro repertorio de música mexicana que grabé fue para Radio Progreso, en La Habana, Cuba; fueron trasmitidas en diferentes provincias y en el campo, porque, curiosamente, en Cuba sí existe el campo no como aquí... una de las cosas sorprendentes es que cuando visitas el campo en Cuba, de repente, como a las cinco de la mañana, puedes escuchar canciones de Miguel Aceves Mejía o de Jorge Negrete.
–¿Cómo llegó a Cuba?
–Llegué como actriz huésped, invitada al estreno de la obra Bruja, de Alejo Carpentier, un acontecimiento cultural no sólo de Cuba, sino de América Latina, porque era una obra que no se había podido estrenar después de varios intentos; entonces hablé con el Comandante y le dije que me quería quedar y me dejó... Me tocó vivir varias etapas del proceso revolucionario en Cuba, entre 1980 y 1990. Lo primero que me golpeó fue darme cuenta que en ese país existe la categoría de dignidad humana; en realidad estuve casi 11 años allá, feliz, viviendo fuera del salinato. En Cuba me tocó el proceso de la desintegración de la Unión Soviética, periodo realmente difícil para todos los cubanos; viví también la época en que la isla estaba prácticamente sitiada por los portaviones de Estados Unidos; además de otras desventuras y alegrías, pero en general fue una experiencia maravillosa, que me hizo un poco más persona.
“Regresé a México cuando Cuauhtémoc Cárdenas se estrenó como jefe de gobierno del Distrito Federal; en vez de seguir allá en la frivolidad de cantar, beber y recibir aplausos, tenía el compromiso con mis ideas políticas y con el país.
Papel en la docencia
–¿Cómo se inició en el mundo del arte?
–Actuando; después trabajando en la gestión cultural, pues me parecía muy noble abrir camino a mis compañeros, pero me di cuenta de que no podía seguir en esa labor; entonces retomé la actuación y empecé a trabajar en el doblaje; además, soy fundadora del Centro de Educación Artística del Instituto Nacional de Bellas Artes, donde di clases y monté algunas obras, como Hipólito, de Eurípides, como homenaje al maestro José Solé, y Los Físicos, de Friedrich Durrenmatt, que también es una obra tremenda. Después me fui de trotamundos.
“Hace unos años retomé la docencia, pero me di cuenta de que no podía cambiar el mundo desde el aula; entonces decidí que no volvería a dar clases: el aparato es más poderoso que todo lo que puedas hacer desde un salón. Me deprimí, porque es dolorisísimo descubrir esta verdad... Este año volví a la docencia, pero desde otra perspectiva, no de la formación de promotores ni de maestra de arte, sino desde la perspectiva del manejo de la voz, que es más frívolo.
–Pero, ¿ha logrado un cambio?
–¡Sí, cómo no!
Eríka Mireles presenta Canciones de amor y desamor, los viernes y sábados en La Cigarrera, Ernesto Pugibet esquina jardín de San Juan, Centro Histórico, a las 20:30 horas. Mayores informes al teléfono 5521-2216.