Usted está aquí: miércoles 3 de septiembre de 2008 Opinión Para entender la crisis: la hipótesis de Minsky

Alejandro Nadal

Para entender la crisis: la hipótesis de Minsky

Pensar que la crisis es solamente un asunto de los banqueros es engañoso. La realidad es que los llamados sectores reales de la economía (desde la agricultura hasta los servicios no financieros, pasando por las manufacturas) están íntimamente ligados al perfil y las características de esta crisis. Como muestra un botón: los orígenes de la crisis se relacionan de manera inextricable con el auge en la construcción residencial. Por eso una de las primeras víctimas de la crisis es el desplome en la industria de la construcción. Martillos, clavos y desempleo son la otra cara de una crisis que nace como “financiera y bancaria”.

Los problemas en los llamados sectores reales de la economía mundial no son nuevos. Desde hace varios años se escuchan voces que llaman la atención sobre los fenómenos de la sobreinversión y del exceso de capacidad instalada. Los datos están por todas partes; sólo hay revisar las estadísticas en materia de inversión y capacidad instalada ociosa a escala mundial. Nada parece estar a salvo: acero, plásticos, zapatos deportivos, cemento, containers, papel, semiconductores, aviones, automóviles, vidrio, barcos, químicos inorgánicos, máquinas herramienta, etcétera. El coeficiente de capacidad instalada ociosa (el recíproco del exceso de inversión) oscila entre el 20 por ciento y un tremendo 40 por ciento, dependiendo de la industria y la región.

Hoy, al estallar la burbuja del mercado hipotecario, con sus repercusiones negativas sobre la demanda agregada, el fantasma del exceso de capacidad instalada se ve más amenazador para las tasas de rentabilidad. Esto constituye un incentivo perverso para refugiarse en las actividades de especulación. En el pasado, junto con la desaparición del sistema de paridades fijas de Bretton Woods, esto explica la expansión colosal del sistema financiero mundial.

Por eso es relevante la lectura de Hyman Minsky, uno de los economistas más lúcidos de nuestro tiempo. Este autor diseñó una teoría sobre la crisis en economías capitalistas en la que se interrelacionan los ciclos, la expansión del sector financiero y la evolución de los sectores reales de la economía. Para Minsky la inestabilidad es consecuencia directa de los procesos dinámicos inherentes a la acumulación de capital. Su célebre hipótesis de inestabilidad financiera (HIF) explica que cuando una economía capitalista atraviesa una etapa de auge, los inversionistas tienden a sobrestimar las buenas noticias. Eso lleva a una excesiva confianza en el futuro y a excedentes en los patrones de inversiones y de endeudamiento.

La razón principal está en las expectativas optimistas: los inversionistas creen que la expansión y los buenos tiempos van a continuar por siempre. Pero como la mayoría reacciona de este modo, muy rápidamente se disparan los niveles de endeudamiento y de sobreinversión (lo que se acompañará de capacidad excedente). La economía pasa de mantener patrones de financiamiento conservadores a estrategias más ligadas a la especulación. En el límite, la economía se desplaza hacia esquemas de financiamiento tipo Ponzi (endeudamiento para cubrir servicio de deudas), lo que imprime mayor amplitud a la inestabilidad.

Para Minsky, en momentos de bonanza la estabilidad genera los factores que la destruyen. En los buenos tiempos, las economías capitalistas están sembrando las semillas de la fragilidad y la inestabilidad. Una vez alcanzados ciertos umbrales, la crisis explota primero en la esfera financiera, pero sus repercusiones en los sectores reales de la economía pueden ser descomunales.

La HIF puede enriquecerse con los datos de los últimos 15 años a nivel agregado. La información sobre capacidad instalada ociosa muestra que este parámetro tiene un impacto real sobre la tasa de rentabilidad. Es decir, los tiempos de auge asociados a los ciclos de negocios en las principales economías capitalistas generan sobreinversión, lo que deprime las ganancias del sector real. A su vez, eso constituye un poderoso incentivo para acudir con mayor fervor a “invertir” en la especulación financiera.

Lo interesante de la teoría de Minsky es que la crisis estalla no como consecuencia de un choque externo (por ejemplo, la reversión en los flujos de capital o un choque de precios), sino como resultado de la dinámica interna normal del ciclo de negocios de una economía capitalista desarrollada, de los vínculos entre los sectores real y financiero, así como por el entramado regulatorio e institucional que se ha dado cada economía para funcionar sin demasiados sobresaltos.

Por supuesto, Minsky es post keynesiano y su postura es contraria a lo que postula la teoría neoclásica, es decir, la teoría que se enseña predominantemente en las universidades, cuyo punto de partida es la fantasía ideológica de que las economías capitalistas son estables y los mercados asignan los recursos eficientemente. Ojalá que en estos tiempos la evidencia empírica pueda enviar la teoría neoclásica, incluyendo sus adefesios de teoría macroeconómica, al museo de las doctrinas obsoletas. Algo bueno sacaríamos de la crisis.

 
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