TOROS
■ Permanece enlatada la película en que Adrien Brody y Penélope Cruz lo evocan
Sin homenajes, en sepulcral silencio, Manolete cumplió 61 años de muerto
■ El franquismo lo canonizó luego de reducir a folclor la poesía de García Lorca
Ampliar la imagen El matador colombiano Fernando Alzate, el gran triunfador de la corrida de la Plaza Nuevo Progreso, en Guadalajara, al cortar una oreja Foto: Notimex
Cosas del sistema métrico decimal: 12 meses atrás, el planeta taurino se deshizo en discursos y homenajes cuando Manuel Rodríguez Manolete cumplió 60 años de muerto. En cambio, nadie dijo nada ahora, cuando el jueves pasado llegó el aniversario 61. A lo sumo, al día siguiente de la efeméride, José Tomás actuó en la vieja plaza de Linares donde el 28 de agosto de 1947 falleció el Monstruo de Córdoba.
“Pero que no puede ser/ con estos ojos lo he visto y no lo puedo creer”, cantó en su momento Miguel Herrero, evocando la tarde en que el mítico diestro consumó el volapié, volcándose sobre el morrillo de Islero, mientras éste le hundía el pitón derecho en la ingle, desgarrándole la arteria femoral y la vena safena. De allí Herrero tomó para su Elegía una oración que Cervantes había puesto en boca de Sancho Panza: “Lo he visto morir matando y lo he visto matar muriendo”.
De todos los toreros que han sido víctimas de las astas de una res brava, nadie como Manolete se erigió en símbolo de su época: tras la victoria del fascismo en España, sobre las ruinas de un país pobre y triste, destrozado por la guerra civil, Manuel Rodríguez encarnó la única catarsis nacional posible en aquellos horrorosos tiempos, aclamado tanto por los republicanos vencidos como por los franquistas que también lo lloraron, antes de canonizarlo entre fusilamientos y golpes de garrote vil.
“De Córdoba se ha enlutau el más alto minarete/ que en la plaza de Linares/ mató un toro a Manolete./ Estatuas levantarán/ al rey de la torería/ pero no conseguirán/ la majestad que él tenía…” Popularizadas 20 años después de la tragedia en la España que había reducido a folclor los oscuros y luminosos versos de García Lorca en defensa de los gitanos y los homosexuales, minorías perseguidas con saña y con asco por los señoritos de la ultraderecha, las coplas de Miguel Herrero se convirtieron en un sello cultural del autoritarismo, que seguía encarcelando disidentes y matando subversivos.
“El as de los ases fue/ mezcla de gitano-moro/ Manolete el cordobés/ dejó su vida en un toro…” Lógicamente, al derrumbarse el franquismo y con éste los símbolos de su lóbrego predominio basado en el terror y el desprecio a la inteligencia, las canciones de Miguel Herrero quedaron sepultadas bajo el ímpetu del nuevo cante jondo que auspició el destape, impulsando a exponentes geniales como Lole y Manuel, Camarón de la Isla, Tomatillo y Paco de Lucía, por decir lo menos. ¿Quién de ellos volvió a ocuparse jamás de Manolete o de la fiesta?
Hace tres años, sin embargo, al avizorar los festejos que se avecinaban por el inicio de la séptima década de ausencia del Califa, un guionista de cine holandés, llamado Menno Meyers, escribió y dirigió una película titulada escuetamente Manolete. Para el papel principal contrató al actor Adrien Brody –premiado con el Óscar por su trabajo en El Pianista, de Roman Polanski– debido a su extraordinario parecido físico con el hijo de doña Angustias.
Meyers convocó asimismo a Penélope Cruz, para que fungiera como la cantante Lupe Sino, una muchacha de familia republicana que fue incluso perseguida por sus ideas. Ella, en la película y en la realidad, era amante de Manolete cuando éste cayó herido de muerte en Linares. Cuenta la leyenda que, dada la relación extramarital que sostenía con el torero, no pudo entrar a la enfermería de la plaza a despedirlo. La cinta, por extraños motivos que se desconocen, permanece enlatada y nadie sabe si algún día se exhibirá.