■ Ñañús piden apoyo para colocar productos en nuevos mercados
Se extingue la elaboración de textiles artesanales en Hidalgo
Cardonal, Hgo., 24 de agosto. La fabricación artesanal de piezas de lana (jorongos, cobijas y sarapes) que realiza un reducido grupo de indígenas ñañús de la comunidad de Santuario de Mapethé está en riesgo de extinción por falta de mercado y la entrada de productos baratos de manufactura china.
Roberto Morgado Escamilla, de 79 años de edad, artesano desde los nueve y nativo de Santuario, aseguró que de las aproximadamente 20 familias textileras que había en la comunidad sólo quedan cuatro o cinco.
“De unos 13 o 14 años para acá, al parecer cuando entró en vigor el famoso TLC (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), la gente ya no compró ni los jorongos ni las cobijas de lana; las sustituyeron por chamarras y frazadas de fibras sintéticas de origen chino, mucho más baratas, pero de menor calidad.”
El artesano dijo que a los nueve años de edad aprendió el oficio desde la trasquila del borrego, el lavado de la lana, el hilado y el encanillado de la fibra, hasta el tejido y los acabados de los jorongos y las cobijas.
Sus herramientas son un torno y un telar de la época colonial; las técnicas que utiliza para elaborar los jorongos, los sarapes y las cobijas son las mismas de aquellos tiempos, aunque una rueca del torno original, que servía para torcer y encanillar el hilo, fue sustituida por un rin de bicicleta.
Debido a las bajas ventas y la escasez de mercados para estos productos, los materiales sobrantes son aprovechados para elaborar monederos, bolsas de mano y morrales.
“Con el aprovechamiento de los desperdicios ampliamos nuestra variedad de productos, pero ni así ganamos más”, lamenta Morgado Escamilla, quien recuerda aquellos años, antes de la década de los noventas, cuando los textileros de Santuario ganaban cuando menos para vivir dignamente y para proveer a sus familias.
Apenas para “medio comer”
“Como la venta de jorongos ya no deja y el dinero no alcanza”, los textileros tradicionales de esta comunidad se tienen que dedicar a otras actividades, “para tener cuando menos para medio comer.
“Yo, por ejemplo, aparte de tejer mantengo a mi familia con el apoyo del programa Setenta y Más, pero también trabajo en la siembra de maíz y de frijol.”
Otras familias textileras se dedican a la cría y venta de borregos; rentan locales comerciales o poseen pequeñas tiendas; algunos se dedican a la agricultura y otros son empleados en diferentes dependencias públicas de la región.
En fechas recientes, ante la crisis por la que atraviesan y por la necesidad de rescatar la tradición textil, el reducido grupo de artesanos de Mapethé decidió constituirse en la Sociedad Cooperativa Santuario Textiles Artesanales para poder solicitar apoyos gubernamentales, pero las autoridades estatales les exigieron modernizar su equipo de trabajo.
“Nos dijeron que nos darían apoyo, pero que si queríamos crecer tendríamos que modernizarnos y para ello debíamos comprar unos telares, según más sofisticados. Hicimos el esfuerzo. Conseguimos unos ya usados y nunca sirvieron. Mis compañeros tuvieron que empeñar una camioneta para juntar el dinero”, señaló.
El viejo artesano insiste en que el problema que enfrenta su gremio no es de producción, sino de falta de mercado y de clientes. “No tenemos quién nos compre nuestros productos. Tenemos que ir a vender de feria en feria, pero con resultados pobres.”
Don Alberto pide que el gobierno estatal, a través de la Secretaría de Desarrollo Económico (Sedeco), ayude a los artesanos de Santuario a encontrar mercados para obtener recursos y, sobre todo, para mantener viva esta actividad.
Isaac Escamilla, enlace de la cooperativa, coincidió en que este oficio y sus productos se encuentran en riesgo de desaparición a causa de las bajas ventas.
Reconoció que la economía local “no funciona”, por la ausencia de políticas de gobierno para beneficio de ese sector y porque los productos tradicionales han sido desplazados por la competencia “desleal” basada en artículos de bajo costo y menor calidad.
“También es cierto que en las manos de los consumidores está el gran poder de activar nuestra producción, consumiendo lo hecho por nuestra gente y en nuestra tierra, pero definitivamente necesitamos que alguien nos ayude a colocar nuestros productos en diferentes mercados, para que nuestros artesanos tengan una mejor calidad de vida y rescatemos esa actividad”, finalizó.