■ En Pasos y Leve semejanza de una cosa con otra, la bailarina pone un alto a la inercia
Que el público comience a descubrir su alma secreta con mi obra, propone Rocío Flores
■ Se presenta en breve temporada en el teatro Raúl Flores Canelo, del Centro Nacional de las Artes
Ampliar la imagen Ambos montajes de danza contemporánea se presentan de viernes a domingo, del 22 al 31 de este mes Foto: María Luisa Severiano
Ante la vorágine, la rutina, la simplificación, la superficialidad, el mecanicismo y la inercia del mundo exterior predominante, además de la propia ambivalencia humana, la bailarina Rocío Flores propone una confrontación entre la angustia existencial del individuo, una insubordinación de la conciencia y, como resultado probable, el enriquecimiento de la vida interna.
Esas reflexiones y emociones pretenden despertar en el espectador a partir de las dos obras que la bailarina y coreógrafa Rocío Flores ofrece en breve temporada en el teatro Raúl Flores Canelo, del Centro Nacional de las Artes: Pasos, basada en una obra de Samuel Beckett, en una adaptación de José Caballero y con coreografía de Marcela Aguilar, y Leve semejanza de una cosa con otra (Claroscuro), de la misma Flores.
Ambos montajes de danza contemporánea, que se presentarán de viernes a domingo y del 22 al 31 de este mes como parte de la temporada La danza y sus especies, son recreados por Flores como una unidad complementaria que pretende generar en el público, primero, un alto en la acelerada vida cotidiana para, después, buscar su introspección.
Elementos simples en el escenario
Por el escenario, sobre todo con Pasos, la bailarina parece contar una historia, la de una mujer, su soledad, su presunta esterilidad existencial. Pero en realidad, mediante los movimientos visibles, el espectador tiene la opción de intentar hurgar en el mundo interior de la protagonista: su dolor y esperanza, sus luces y sombras, sus contradicciones.
Durante la segunda parte, con Leve semejanza de una cosa con otra, el personaje se mueve entre las luces y las sombras como reflejo de lo que le acontece: la posibilidad de optar por la libertad y la exaltación de lo mejor de sí misma, como una especie de toma de conciencia que la podría llevar a la simple y contundente férrea voluntad de vivir.
En Pasos Flores se vale sólo de una caja oscura, de un colchón y de una sábana amarilla que se esfuma en la negritud del cielo. En Leve semejanza de una cosa con otra la bailarina recurre sólo a una pequeña mesa con una jarra de agua y un vaso, y más tarde, a una bandeja de agua.
El líquido, tal vez, como elemento simbólico y/o metafórico, pues en determinados momentos de la obra la protagonista la beberá con mano temblorosa, y después se refrescará la nuca y la cara, tras haber intentado exponer su yo profundo por todo el escenario mediante giros, carreras y contorsiones.
O como reflexiona la misma Rocío Flores sobre ambas puestas: “Es una postura ante el mundo caótico en el que vivimos, un recorrido por el conocimiento intangible, pero real, de la ambivalencia humana”. Y más adelante: “Lo que se busca es que el espectador se dé oportunidad de cuestionarse sobre el tipo de realidad en la que se encuentra inmerso y que comience a descubrir su alma secreta”.