A la mitad del foro
■ Retos, mandatos y ritos en procesión
Ampliar la imagen Reunión del Consejo Nacional de Seguridad, el pasado jueves en Palacio Nacional Foto: José Carlo González
Se escuchó en Palacio la voz de la sociedad civil. Dura y amarga, como era de esperarse; con la firmeza de quien manda, quizás porque su presencia en la reunión del Consejo Nacional de Seguridad respondía a su condición de víctima. En las horas amargas de impunidad criminal e impotencia de la autoridad, los de arriba y los de abajo son comunidad: “si no pueden, renuncien”, dijo Alejandro Martí.
Por un instante pareció que el país entero reconocía las fracturas institucionales, la podredumbre de los aparatos de seguridad del Estado. Y repetía el grito argentino de la indignación y el hartazgo: ¡que se vayan todos! Allá como acá, los relevos son juegos de birlibirloque. En Palacio Nacional, Felipe Calderón hizo lo imposible por actuar con respeto a la investidura. Pero más allá del rito símbólico, para qué convocar a las autoridades a un cónclave nacional y comprometerse a aplicar la ley, a cumplir y hacer cumplir la Constitución y leyes que de ella emanan, si esa es su obligación, deber que con o sin reuniones nacionales es mandato recibido de los que mandan y padecen el terror del crimen desatado. “Todos somos responsables”, diría el presidente Calderón. Y del pasado vinieron resonancias de la presuntuosa sentencia lopezportillista: “la corrupción somos todos”: ¡No!
Asumirlo prolongaría el vacío de la verborrea foxiana que nada dice y a nada conduce. A la reunión del Consejo Nacional de Seguridad fueron invitados ministros de culto de diversas iglesias. Memorias del porvenir: repicar de campanas llamando a la solemne procesión para pedir la intervención divina que nos libre de la violencia criminal y la pestilente corrupción del cuerpo político; cortejo fúnebre para el Estado laico. Nadie se irá. Ni se dieron por enterados del llamado hecho por el padre del joven Fernando Martí. Uno hubo que impostó la voz para poner una pica en Flandes. Marcelo Ebrard dijo que asume el reto, que renuncia si no cumple la tarea. “En lugar de pedir disculpas”, reprocharía Rosario Robles, “como si se tratara de su primer día de gobierno y no lo acompañara la sombra de Fernando Martí o del News Divine.” (Milenio, sábado 23 de agosto de 2008).
La clerigalla se unió a quienes piden no politizar la situación. Como si la seguridad pública no fuera asunto político; como si fuera negocio privado la seguridad nacional en jaque por la guerra sangrienta contra el crimen organizado y el estado de excepción impuesto sin aprobación del Congreso, bajo el influjo del miedo, de la urgencia, del desvarío que mueve a eludir el acuerdo entre poderes, entre partidos. Y sin embargo, hay quienes protestan cuando el gobernador José Reyes Baeza formula la posibilidad de suspender garantías individuales, porque siembran muertos en todo Chihuahua, porque la violencia de los narcotraficantes y los combates se extienden desde Ciudad Juárez hasta Estación Creel.
Nadie debe regatear apoyo al combate contra la impunidad, la corrupción, la violencia criminal. Pero ha de ser bajo el imperio de la ley o el poder constituido cederá al de los pretorianos. La desesperación de las víctimas reclamará que vengan los que pueden. Y veremos cumplirse la proposición de Joseph de Maistre: atrás de todo poder está la sombra del verdugo. Afuera, en el Zócalo, la policía formaba un cerco para mantener a raya a los bárbaros. Hubo quienes tiraron piedras como respuesta al llamado a la unidad. Y hubo parodias del asalto al Palacio de Invierno. El antiguo vocero de las izquierdas, deslumbrado por los reflectores del ágora electrónica, desquiciado por la prolongación de sus 15 minutos de fama en la era del espectáculo. Lástima.
Manuel Espino, instrumento de la derecha extrema, vocero de la sinrazón, sale de su guarida para acusar a Manlio Fabio Beltrones de ingratitud, de haber traicionado al presidente Calderón. El senador negó el presunto acuerdo para apoyar esas iniciativas de reformas a Pemex; el de Sonora expuso crudamente la incompetencia gubernamental en el combate al crimen organizado. Las consejas de Espino alientan “guanajuatizar” el país, agradecer el futuro a Vicente Fox, estratega en una parodia de maximato que reduciría a Calderón a pálida sombra de su paisano Pascual Ortiz Rubio. Toma la palabra Porfirio Muñoz Ledo para asegurar que será revocado el mandato a Felipe Calderón.
No dijo el navegante de la transición, piloto y polizón en las naves del PRI, del PRD, del PAN y ahora en el submarino amarillo de la presidencia legítima, con cuántos votos cuenta para establecer la revocación del mandato al titular del Poder Ejecutivo de la Unión. Carlos Navarrete y Javier González Garza llegaron al cónclave de Palacio Nacional como guardias de corps de Marcelo Ebrard. Y la iniciativa de reformas al sector energético elaborada por académicos y técnicos será presentada ante el Senado por Cuauhtémoc Cárdenas. Si yo fuera hijo de general, estaría ahí, gritó hace algunos años Porfirio Muñoz Ledo en los pasillos de San Lázaro. La obsesión con su propio destino manifiesto, diría Miguel de la Madrid.
Hoy las huestes del PRD toman la sede del PRD y “clausuran” las oficinas alternas en las que se refugió Guadalupe Acosta Naranjo. Los seguidores de Jesús Ortega pedirán la expulsión de Alejandro Encinas por apoyar al candidato de Convergencia a la presidencia municipal de Acapulco. Encinas asegura que los suyos no son “golpistas”, que defienden principios y valores del PRD: “y no se lo vamos a dejar a la burocracia, no se lo vamos a dejar a la corrupción y a la impunidad, lo vamos a rescatar, y lo vamos a rescatar fortaleciéndolo”. ¡La izquierda unida jamás será vencida! Y estos hombres que dispersó la farsa marchan como sonámbulos hacia la derrota en el proceso electoral de medio sexenio. La movilización, las protestas multitudinarias, son recurso válido, vía de presión. Pero hace falta mayoría para ganar elecciones y derrotar las iniciativas de la derecha en el Congreso.
El gobierno panista, el del usurpador, conforme el protocolo de la presidencia legítima, llega en plena crisis social y en recesión económica; cuestionado por la oligarquía rentista que invierte sus capitales en el exterior y exige que vengan a salvarnos los del exterior. No hay revocación, pero si las izquierdas no hubieran dilapidado los votos y posiciones logrados en 2006, el presidente Felipe Calderón tendría que gobernar con una Cámara de Diputados en la que la oposición tendría la mayoría y podría decidir el destino de la reforma del Estado que se empantanó en alternancia, sin voluntad de poder para un cambio de régimen con la vista en el futuro. Las izquierdas desunidas dicen no a la oportunidad de ser mayoría y cambiar el curso de la transición hacia la extrema derecha y la ceguera de la ética de mercaderes.
El PRI quiere y puede. Beatriz Paredes afirma que ya no debe haber priístas cabizbajos, avergonzados, con sentimientos de culpa por faltas y fallas de quienes rechazaron los principios del partido y la política social de Estado. Asamblea en Aguascalientes: de Primo de Verdad a la Constitución de 1917 y el nacionalismo revolucionario. Derrotado, el PRI tiene 18 gobernadores, 106 diputados federales, 33 senadores, 449 diputados locales, 953 municipios y gobierna a 56 por ciento de la población. Hoy va por la mayoría en las elecciones de 2009. Mañana, el Poder Ejecutivo de la Unión.