Usted está aquí: jueves 21 de agosto de 2008 Opinión Una pequeña propuesta

Octavio Rodríguez Araujo

Una pequeña propuesta

El 7 de agosto fue asesinado el empresario Marco Iván del Rincón Jarero, hijo de un ex dirigente del Partido Acción Nacional en Sinaloa. En una semana fueron detenidos la viuda del empresario y su amante, por su presunta participación y autoría intelectual en ese crimen.

El asesinato se quiso presentar como un crimen más del narcotráfico, abundante éste en esa entidad de la Federación: Rincón Jarero fue encontrado, en su camioneta abandonada, atado de manos y pies y con una bolsa de plástico en la cabeza. Había un letrero cuyo texto ignoro, pero que probablemente diría algo así como “el que la hace la paga” o cosa semejante.

Lo interesante del caso es la declaración del gobernador de Sinaloa, una auténtica joya que revela lo que en realidad está ocurriendo en el país en relación con las policías. El gobernador, Jesús Alberto Aguilar Padilla dijo que cuando la delincuencia organizada no está involucrada en los homicidios las pesquisas avanzan con mayor rapidez (El Universal, Internet, 15/08/08).

Confesión de parte, sin ninguna duda. Si el crimen organizado no está involucrado entonces las investigaciones se llevan a cabo con rapidez y eficiencia (una semana para resolver el misterio y detener a los principales sospechosos), de donde se desprende que si el crimen organizado participa no hay tal diligencia. ¿Por qué? ¿Porque nadie sabe dónde están los narcotraficantes y sus sicarios o porque en estos casos la policía está involucrada y, por lo mismo, entorpece las pesquisas?

Me temo que la respuesta positiva es por lo segundo, pues cuesta trabajo imaginar que la policía no sepa dónde encontrar a los maleantes organizados, especialmente en Sinaloa. ¿Lo dicho por el gobernador fue una queja o un reconocimiento de que sus policías están involucrados con el crimen organizado? No lo sé, pero es una pista a seguir.

Hace muchos años llegó a la Procuraduría General de la República un hombre honrado que quiso sanear el ambiente de la dependencia. Me contaron que lo primero que hizo fue relevar de sus cargos a los policías judiciales sospechosos de tener nexos con el crimen organizado. Pero surgió un problema: los nuevos policías o sus jefes llegaron a sus oficinas sin ninguna información sobre los criminales no eventuales ni improvisados. La moraleja fue –me dijeron– que el nuevo procurador tuvo que recontratar a los que sí sabían, aunque presumiblemente estuvieran involucrados con los narcotraficantes, secuestradores, ladrones de coches, etcétera. La estrategia de la Procuraduría sería, como ha sido siempre: se persigue a una banda de delincuentes, pero no a todas y, según se sospecha, no ha faltado “la aceitadita” de dinero de una de las bandas para que se persiga a las rivales, pues el crimen, como todo negocio, también tiene competencia; y acabar con ésta o ganarle el mercado es una de las aspiraciones de cualquier empresario, sea legal o no.

La cuña, para que apriete, debe ser del mismo palo, reza un dicho popular. Antonio García de León en su libro Resistencia y utopía narra que los finqueros de Chiapas solían poner como capataces a indios, no a mestizos, ya que los primeros no sólo conocían mejor a sus semejantes trabajando como peones, sino que eran más crueles con ellos en los castigos. No pocos presidentes municipales de pueblos alejados de los centros urbanos, como supe alguna vez, contrataban como jefes de su policía a peligrosos delincuentes buscados en otros estados. La razón era la misma: conocían mejor que los policías improvisados el medio criminal y su modus operandi.

De lo anterior no debe interpretarse que estoy sugiriendo que se ponga a criminales al frente de las corporaciones policiacas, sino a gente que sí sepa: criminalistas experimentados y de comprobada honestidad, que en lugar de expulsar de sus dependencias a los policías sospechosos de complicidad y corrupción los coopten para que sean eficientes en su trabajo institucional y no sólo cuando se trata de ilícitos que no tienen que ver con el crimen organizado. ¿Cómo cooptar institucionalmente a policías sospechosos de nexos con el crimen organizado? Con dinero, que es el mismo mecanismo que usan los narcotraficantes para hacerlos sus cómplices. Pagarles bien, dignificar su trabajo, protegerlos de posibles venganzas contra ellos y sus familias, profesionalizarlos, competir, en una palabra, con el poder económico de quienes los compran para delinquir o para protegerlos de la justicia.

Si es cierto y veraz lo dicho por el gobernador de Sinaloa, los policías pueden ser eficientes siempre y cuando no se trate de combatir al crimen organizado. Para que en esta lucha también sean eficientes deberán contrarrestarse los posibles motivos (dinero) que los hacen ser capaces en unos casos y no en otros. Expulsarlos de las instituciones, en cambio, será un peligro peor, equivalente a lanzarlos, con su experiencia y entrenamiento, a la calle. Sabido es, porque ha sido denunciado varias veces, que muchos de los delincuentes, por ejemplo relacionados con secuestros, son ex policías. No parece buena idea crear más maleantes de los que ya hay y menos dejarlos sueltos.

 
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