Tlalpan y Mariana Yampolsky
En el año de 1944 una joven con inquietudes artísticas, nacida en Chicago, Estados Unidos, llegó a la ciudad de México e ingresó al Taller de la Gráfica Popular. Al conocer el proyecto y a sus integrantes, convirtió en propios los sueños nacionalistas surgidos de la Revolución, que inspiraban a los artistas que ahí trabajaban. De ahí pasó a la Academia de San Carlos, donde estudió fotografía con Lola Álvarez Bravo, convirtiéndose en una gran artista de la lente y en una apasionada mexicana.
Hablamos de Mariana Yampolsky, quien pasó los últimos años de su vida en Tlalpan, por lo que ahora, el Consejo de la Crónica de la demarcación, la Dirección General de Cultura de la delegación, la Casa de las Campanas y el Fideicomiso Tlalpan, le dedican el quinto Encuentro de Cronistas del Sur, que se va a llevar a cabo los días 19, 20 y 21 de agosto, en la hermosa Casa de las Campanas, situada en Victoria No. 75, esquina con Abasolo, en el contexto de las fiestas patronales de San Agustín de las Cuevas, que se festejan desde hace siglos.
Hasta hace cerca de 150 años estas fiestas eran parte de una feria de gran fama que duraba varios días y que fue suspendida de manera definitiva por el austero presidente Benito Juárez, permitiendo únicamente la celebración del santo patrono. Uno de los principales atractivos de la feria era asistir a las casas de juego, que se dividían en las que sólo aceptaban apuestas en monedas de oro, otras únicamente de plata y las que aceptaban monedas de cobre.
Volviendo al encuentro, destacan dos interesantes conferencias magistrales. La primera de ellas, el día 19 de agosto, “Nostalgia del Centro Histórico”, por parte del escritor René Avilés Fabila, y al día siguiente, “La trayectoria de un juez del Registro Civil en Tlalpan” que va a impartir José Rivera Linares, juez de la demarcación. Como regalo especial vamos a tener oportunidad de ver una exposición de grabados inéditos de Mariana.
Esto nos lleva a recordar que antiguamente Tlalpan se llamaba San Agustín de las Cuevas. El origen del nombre se remonta al año 76 de nuestra era en el que se dio la erupción del Xitle, pequeño volcán al pie del Ajusco. La lava ardiente se deslizó lentamente por la ladera de la sierra, a una velocidad de 10 metros por hora tardando cerca de cuatro años en enfriarse; primero se solidificaron las capas exteriores, mientras en el interior la lava continuaba fluyendo, al enfriarse, en distintos tiempos, dejó multitud de cavernas, lo que dio origen a parte del nombre de San Agustín de las Cuevas.
En ese lugar se había establecido, alrededor de los años 1000 a 600 aC, un industrioso pueblo, que ahora conocemos como Cuicuilco. Rodeado de bosques, pero alejados de las lagunas que daban fertilidad a los pueblos cercanos a ellas, los cuicuilcas diseñaron ingeniosos sistemas de riego para dar vida a terrazas en las que sembraban maíz, chile, amaranto y calabazas, con tan buenos resultados, que generosos excedentes les permitían comerciar con las comunidades aledañas.
Esto les llevó a desarrollar una próspera cultura que edificó magníficos templos y casas bardeadas, con patio y pozos-bodega de forma acampanada. Estaban en su apogeo cuando sucedió el cataclismo natural que, a la manera de Pompeya y Herculano, habría de desaparecerlos de la noche a la mañana. Aún se puede apreciar, entre otros vestigios, una pirámide circular.
Y ya estando en el rumbo se puede aprovechar para comer en el que se dice que es el restaurante más antiguo de Tlalpan, que era de los favoritos de Porfirio Díaz: Quinta Ramón, ubicado junto a la antigua terminal del tranvía, en la calle de San Fernando, que en sus jardines conserva añejas cabañas campestres. Tiene una agradable cantina y buena cava. En esta temporada puede degustar unos sabrosos chiles en nogada, que pueden ser precedidos por unas quesadillas de huitlacoche para botanear con el tequilita y un caldo de haba como entrada.