■ Mono Blanco presentará Matanga, su reciente producción, en el Teatro de la Ciudad

“El son jarocho superó una crisis existencial; vivirá todo el siglo”

■ Detrás de nuestra música está todo un pueblo y su concepción del mundo: Gilberto Gutiérrez, director del grupo

■ No hay temor a la fusión porque esta música viene de ella: Marcos Deli

Tania Molina Ramírez

“Cuando estamos sobre el escenario, lo que la gente percibe es todo un pueblo que está detrás de nosotros, y su concepción del mundo, la vida y la muerte”, afirmó el veracruzano Gilberto Gutiérrez, director del grupo Mono Blanco.

No es una frase nomás lanzada al aire porque sí. El son jarocho, género que interpreta la agrupación, está, efectivamente, vinculado con la vida de las familias, de los pueblos.

Pero por poco y deja de ser así, si no hubiera sido por grupos como éste. Es más, creado en 1977, Mono Blanco ha sido esencial en el resurgimiento del son jarocho, que hoy tiene seguidores jovencitos, que zapatean, tocan la jarana e improvisan con gran orgullo, no sólo en Veracruz, sino también en urbes como el Distrito Federal, donde el género tuvo un auge enorme.

Y en las comunidades, de nuevo hay familias de músicos.

“Hace 30 años el son jarocho estaba en una crisis existencial. En su contexto tradicional se había ido abajo. A nuestra generación nos tocó recuperarlo”, recordó Gutiérrez. Su generación ya no recibió la enseñanza de la anterior, por lo que buscaron el aprendizaje de los viejos. El jaranero Arcadio Hidalgo se incorporó a la agrupación cuando tenía 87 años.

Hoy Mono Blanco es quizá el exponente más conocido del género, tanto en México como en Europa, Estados Unidos y hasta Asia, y frecuentemente es invitado a festivales y ferias del nivel de Womex (importante mercado de música con raíces tradicionales, por ponerlo de alguna manera), donde participaron en 2007, en Sevilla.

“El son jarocho tiene una proyección muy fuerte, aun con culturas muy diferentes”, opinó Marcos Deli Meadows, director de Mundial Stage, desde el año pasado representante de la agrupación, quien también estuvo presente en una conferencia de prensa (la primera que dan, por cierto), además de Gisela Farías Luna, integrante.

Ahora se puede asegurar, dijo, optimista, el director de la agrupación, que “para todo el siglo XXI está garantizada la tradición jaranera”.

Mono Blanco no se quedó sólo en la interpretación del son jarocho tradicional. También ha incorporado otros elementos, como lo hizo –luego de bastantes años de ausencia de los estudios– en su nueva producción, Matanga, que presentará durante el concierto que se llevará a cabo el próximo 21 de agosto en el Teatro de la Ciudad.

En él, dialoga con El Caribe, tan presente en la entidad, “no sólo en el humor y la comida, sino también en la música”, dijo Gutiérrez. “Este disco reivindica la música caribeña, es para bailar”.

También hay un son jarocho con elementos de rocanrol: “Yo creo que el rocanrol es un son”, aventuró el jaranero.

En esta producción, grabada el año pasado, participa con Mono Blanco La Cofradía de San Antonio, con músicos de Trinidad y Tobago, la Isla de Santa Cruz, Perú y Estados Unidos, además de mexicanos.

De esta manera se entretejen los sonidos de la jarana con el steel pan, el acordeón, la guitarra eléctrica y el saxofón soprano.

En Veracruz hay influencias de África, Europa y El Caribe. Hoy, Gutiérrez espera que, así como hay fandangos en otros países, haya un viaje de vuelta: “vamos de regreso, a España, hasta África, ¿por qué no?”

Incorporación de elementos

Sobre el temor de que tanta fusión ponga en peligro la existencia del son jarocho tradicional, dijo: “La fusión no es algo nuevo. Tradicionalmente, el son jarocho fue resultado de ella; fue absorbiendo elementos nuevos, en la medida que la comunidad los aceptaba”.

Más adelante dijo: “La tradición se mantiene por las familias. Es la historia de las músicas, irse encontrando con otras. Artísticamente, el tiempo pone las cosas en su lugar”.

Por su parte, Gisela Farías Luna, de 31 años, originaria de El Hato, municipio de Santiago Tuxtla, e integrante de Mono Blanco desde hace 11 años, contó que proviene de una familia que cría ganado para vender leche: “Crecí arreando vacas y becerros”.

Cree que parte importante de su formación como cantante fueron los gritos que daba mientras trabajaba en el campo: “El canto en el son jarocho es fuerte: donde tú gritas, ahí cantas el son”. También dijo que le ayudó que cantara alabanzas durante los velorios.

Los integrantes de Mono Blanco contaron cómo “tradicionalmente se transmitía ser jaranero por imitación, y cómo, cuando hubo un rompimiento de la tradición, se perdió”.

Farías Luna aseguró a La Jornada que “fue con Gilberto que prendió motores de nuevo”. Hizo sentir “que el son tiene valor”.

Luego de que la tradición estuvo a punto de perderse hace como 30 años, “ahora, los muchachos de 15 años ya crecieron con ella. Otra vez se está logrando el aprendizaje por tradición (o sea, de transmisión familiar, generacional)”, contó Gutiérrez.

Tras la conferencia, Gilberto Gutiérrez platicó con este diario sobre comida. Y es que el músico es también un apasionado cocinero. Cuando viaja, le gusta enterarse de lo que se guisa en otros lugares, de lo que comen los músicos: “Para mí es muy importante el nexo de la música con la comida. En las fiestas tradicionales, fandangos, velorios, siempre hay. En Veracruz se da malanga, yuca, plátano macho, ñame…”

Opinó que “la obesidad viene de la comida de los supermercados, de la globalización, no de la comida tradicional”.

Mono Blanco presenta Matanga el 21 de agosto, a las 20:30 horas, en el Teatro de la Ciudad. Donceles 36. Centro Histórico. 55 10 21 97. www.monoblanco.org, www.myspace.com/monoblancoson.