■ Ante gruesos y ligeros, mostró una vez más su talento
Satriani, virtuoso de la guitarra, llenó al máximo el teatro Metropólitan
Joe Satriani, o el sonido a la velocidad de la luz, la noche del pasado martes, en el primero de dos conciertos consecutivos en el teatro Metropólitan, logró lleno al máximo. Los presentes acudieron a la convocatoria para ver al creador de un estilo en la guitarra eléctrica, para disfrutar del talento del llamado Satch, quien demostró una vez más que la música se basta a sí misma, al ser potencia instrumental.
A las nueve comenzó la tocada, pero con una finta: se descorrió el telón y un trío interpretó seis temas. Muchos se levantaron de sus asientos, alzaron los brazos y con los dedos hicieron la señal internacional del rock, gritaron “¡Satriani!”, pero por la cuarta rola una voz aclaró: “¡Ése no es Satriani!” No lo era. Se trataba de un trío comandado por Toño Ruiz, que cumplió su misión de telonero.
A esperar al pelón virtuoso de la lira hasta las 10 de la noche, cuando un estruendo irrumpió en el foro de la calle Independencia, que concitó a gruesos y ligeros, incluyendo a chavos que van a todos los conciertos, de rock o gruperos.
En la espera se escucharon temas inmortales, de grupos del panteón del rock, como The Who y la guitarra mágica de Pete Towshend, y la de Clapton y su Cuarto blanco; Hendrix y su Neblina morada… hasta que a las 22 horas esa tradición sonora se fundió con el instrumento y la invención del ídolo con el tema Satch boggie.
Todo cambió y el 13 veces postulado al Grammy demostró su técnica, la habilidad que sólo da muchas horas de ensayo.
Los conocedores, disfrutaron en silencio
Leyenda viviente, Satriani demostró presencia en el escenario. Los más conocedores de su obra apreciaban el concierto en silencio; los demás hacían una fiesta, bailando y brincando.
Satch siguió con Overdriver, Ice 9, Flying in a blue dream, Ghosts, Revelation, One big rush, Musterion, Time machine, Andalucia… hasta Surfing with the alien. Quedó la constancia del talento del maestro de muchos guitarristas famosos, como Steve Vai.
Guitarristas virtuosos hay muchos, pero creadores de un estilo hay pocos. Uno de ellos es Satriani.
Antes del concierto, una voz dijo que al final habría una sorpresa. Tal vez una firma del músico en una de las camisetas que se vendieron en el vestíbulo. Muchos esperaron, pero la sorpresa fue que no hubo sorpresa. Un chavo pidió que el respetable ya se retirara.
En la puerta del camerino, otro guitarrista esperaba turno para estrechar la mano de Satriani. Era Chamín Correa, músico intuitivo y versátil, quien llevó a sus hijos a la tocada rocanrolera. De guitarrista a guitarrista, Chamín dijo: “¡No, pues es mágnífico! Joe Sattriani es fuera de serie. Su técnica es increíble. Para tocar así se requiere estudiar mucho.
“Es cosa de trabajo y mucha creatividad, destreza, habilidad, digitación, y talento, aparte, y eso… ¡ya! Es un don de Dios. Son sólo seis cuerdas y 26 trastes, y hay que sabérselos todos. Más imaginación para los sonidos. Satriani, además, recurre a la tecnología. Yo ya había visto a Satriani. Él demuestra que la guitarra, su sonido, no tiene fin.”