Los empeños de una casa
Es bien sabido que Sor Juana Inés de la Cruz jugó, al titular su comedia Los empeños de una casa, con el nombre de la de Calderón de la Barca Los empeños de un ocaso, aunque su texto es muy propio, en algún momento autobiográfico como sostienen los eruditos y es fácilmente identificable en la primera parte del relato que hace doña Leonor. Escrita para dar la bienvenida al nuevo virrey de la Nueva España y a su esposa, la cortesanía de la monja inicia el agasajo con una “Loa que precedió a la comedia que se sigue” en la que discuten como rivales Mérito y Diligencia contra Fortuna y Acaso, antes de que Música haga entrar a Dicha. Esta loa es suprimida las escasas veces que la obra se representa en este país que no ama a sus clásicos, y el creador escénico José Solé la incluye en su montaje aunque elimine algunos elementos y no pocos versos, pero lo importante de una inclusión que podría parecer más propia para un público de especialistas es que desde ese primer momento se muestran las diferentes razas de la Nueva España, con lo que se da un matiz muy propio y cercano a la puesta.
Solé ha querido hacer hincapié en lo que de mexicano –si se puede decir al siglo XVII en que México no existía, pero con raíces y culturas que confluirían para formar lo propio de nuestra nación– que tuvo esta mujer genial a caballo entre el viejo y el nuevo mundo, entre la vida monjil y el boato cortesano y que se hace notar en coplas y villancicos. Es un riesgo bien calculado el que corre el maestro al celebrar sus cincuenta años de vida artística y sale airoso aunque a todos nos sorprenda el tono más inclinado hacia la farsa que a la comedia y la falta de madurez actoral –no hablo de juventud física– que tienen casi todos los que intervienen de su elenco que no es la Compañía Nacional de Teatro como se dijo erróneamente en España tras el desdichado incidente del festival de Almagro. Puede o no gustarnos que el galán por antonomasia don Carlos (Antonio Rojas) sea un carilindo un si es no es apayasado, o que la falta de gracia natural de Aleyda Gallardo como Celia se supla con mohínes y gestos del más rancio teatro, además de muchas otras cosas que pueden empañar la escenificación. Y sin embargo y a pesar de cualquier duda o rechazo que se tenga, se cumplen los dos cometidos que se propuso el director.
Uno, sería presentar completa la comedia de la monja jerónima haciendo que sus, casi todos, noveles actores comprendan sus barrocos parlamentos y los digan sin sonsonetes molestos, aunque sea sacrificando la esencia de sus personajes. Y, lo que es mejor, que el público ría y celebre no sólo los gags escénicos que corren con desigual fortuna, sino sobre todo las muestras de ingenio de un clásico salvado del polvo de las bibliotecas. Develar lo que de propia, viva y actual tiene Sor Juana no es un mérito menor. El otro cometido es, como ha quedado dicho, impostar el montaje, no a la manera española en que sin duda fue estrenada y se la representa siempre, sino buscando las posibilidades de la verdadera vida en la Nueva España con los vestuarios diferentes de clases y razas debidos a Josefina Echeverría, la escenografía de Arturo Nava que presenta una especie de corral de comedias novohispano, con todas las áreas bien aprovechadas por el director y los biombos de estilo japonés llegados de Manila. A pesar de cualquier reparo, se advierte la planificación de José Solé en su espectáculo, con músicos (Diana Luna, Francisco Silva, Marco Vinicio. Abril Mayett, Carmen Mastache y Lucía Puente) en vivo que intervienen en la Loa y después ejecutan la música de Aurelio Tello y con las diferentes asesorías a que se sometió el veterano director. El elenco está formado por Óscar Ulises Cansino como Herando. Erwyn Veitia como don Juan, la citada Aleyda Gallardo como Celia, Marta Fernanda del Solar como doña Ana, Renée Varsi como doña Leonor. Antonio Rojas como don Carlos, Carlos Orozco muy gracioso como Castaño, Gerson Martínez como don Pedro y Marco Zetina como don Rodrigo.