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Puebla RED ALTERNATIVA TOTALTIKPAK Leonardo Durán Olguín
México tiene un sinnúmero de atractivos dignos de ser visitados por personas que viajan cientos o miles de kilómetros para disfrutarlos. Gracias a esta riqueza, el turismo es importante generador de ingresos, pero está en manos de grandes corporativos principalmente. Al turismo se le asocia con el desarrollo de una región, pero ello es cuestionable. La actividad convencional se sustenta en la promoción de la inversión privada y aprovecha la belleza paisajística de los lugares donde se instala. Los habitantes de las comunidades de esos territorios son desplazados y, en el mejor de los casos, contratados como empleados de las empresas que operan el turismo. El impacto en los recursos naturales es muy fuerte por el crecimiento de las zonas urbanas y el mayor consumo de agua y generación de desechos, entre otros factores. Si se considera además las distorsiones sociales (prostitución, consumo de drogas, delincuencia, etcétera), el turismo viene a ser un arma de doble filo; en algunos casos su única aportación al desarrollo regional es el ingreso de dinero y la generación de algunos servicios. Así, surge la duda: ¿es posible integrar al turismo como herramienta de desarrollo sustentable para las comunidades y regiones indígenas? Estrategia social. Una respuesta se puede encontrar en la sierra nororiental de Puebla, en donde empresas comunitarias y organizaciones indígenas han desarrollado la actividad turística como una estrategia para mejorar su calidad de vida, haciendo un aprovechamiento racional de sus recursos naturales. La presencia histórica y viva de las culturas totonaca y nahua, su escarpada topografía, sus pueblos con arquitectura vernácula, su vegetación, sus grutas, sus ríos y cascadas, son tan sólo algunos de los muchos encantos que hacen de esta sierra un rincón mágico. Las mujeres y los hombres que han decidido emprender proyectos de turismo alternativo valoran este patrimonio y saben que cuidarlo significa no sólo mantener el negocio, sino además propiciar un mejor futuro para sus hijos. Con más de 15 grupos de turismo alternativo existentes hoy, la región se posiciona como destino con una identidad propia. Estas iniciativas son procesos autogestivos: los grupos tienen el control de sus proyectos y generan sus propias fuentes de empleo, manteniendo los usos y costumbres de sus comunidades. Estas experiencias posibilitan la integración horizontal y vertical de la sociedad: la Red de Turismo Alternativo Totaltikpak (RETA) es una iniciativa conformada por siete empresas sociales, y suma recursos, conocimientos, experiencias y esfuerzos para enfrentar problemas comunes de forma organizada y a escala regional. RETA pertenece a la Red Indígena de Turismo de México (RITA). Tosepankali es el programa de turismo alternativo que ha desarrollado la Cooperativa Tosepan Titataniske, organización indígena con 31 años de experiencia. Con el agroturismo, Tosepankali ha permitido la diversificación de las fuentes de ingreso y empleo de sus socios y el acercamiento entre campesinos y consumidores de productos orgánicos. Vigilar el patrimonio cultural y ambiental. Para hacer un frente común, este año se creó el Colectivo Regional para el Desarrollo con Identidad (Cordesi), el cual integra a las empresas sociales y las redes de turismo, y se han sumado las voluntades de prestadores de servicios turísticos, organizaciones de la sociedad civil, académicos y algunos funcionarios de turismo municipales. El Cordesi busca incidir en el diseño y puesta en marcha de estrategias regionales para un desarrollo turístico sustentado en la participación de las comunidades indígenas y campesinas. El 24 y 25 de junio pasado el Cordesi realizó el Foro Regional sobre Turismo Sustentable en Xochitlán de Vicente Suárez. Uno de los compromisos resultantes es trabajar hacia un “programa de turismo con identidad en la sierra nororiental de Puebla”. Asimismo, se asumió el compromiso de vigilar los planes, programas y proyectos del gobierno o la iniciativa privada, para que no afecten el patrimonio social, cultural y ambiental de la región. Con estas experiencias se puede demostrar que el turismo en las comunidades indígenas y campesinas es una forma de diversificar las economías regionales, y también un medio por el cual las comunidades asumen la dirección de su propio desarrollo. Cooperativa Tosepan Titataniske
Centroamérica AMENAZAS AL TURISMO COMUNITARIO
Ernest Cañada
Durante años comunidades indígenas y familias campesinas en Centroamérica se han esforzado por diversificar sus actividades productivas y fuentes de ingresos. Algunas iniciativas han puesto en marcha servicios turísticos caracterizados por el control colectivo de la población rural, por medio de sus organizaciones. Así, el turismo comunitario se concibe como parte de un esfuerzo más amplio por fortalecer una economía popular solidaria. El camino no ha sido fácil y ha estado plagado de fracasos y expectativas frustradas, pero contamos ya con muchas historias de éxito de organizaciones campesinas en toda la región que, sin abandonar la producción agropecuaria tradicional, han logrado incorporar el turismo, con lo cual han mejorado sus condiciones de vida. Como el calendario de los ingresos turísticos no coincide con el del agro, se han generado entradas de dinero en metálico en momentos del año que antes estaban en cero. También se han revalorizado las tierras, el bosque y el agua, controlados por las comunidades rurales. Ello ha contribuido a que permanezcan en manos campesinas no obstante las presiones del mercado. La introducción del turismo ha permitido además ampliar la base social que se beneficia directamente de las actividades vinculadas al campo, especialmente mujeres y jóvenes, fortaleciendo así el vínculo de esta población con sus territorios. Sin embargo, las orientaciones de algunos organismos y consultores internacionales, cada vez más presentes en la región y con más recursos, han convertido el turismo comunitario en un espacio de “fuego cruzado” entre posiciones neoliberales y otras de carácter altermundista. Desde la perspectiva neoliberal, lo que se busca es mejorar las condiciones ambientales que permitan elevar al máximo los beneficios del gran capital turístico y desactivar la capacidad de autoorganización y de creación de espacios de autonomía económica por parte de las comunidades. Enfoque inadecuado. El “paquete” de medidas recomendadas desde este enfoque nos pone en alerta. Por ejemplo, promueve la especialización de las iniciativas comunitarias, esto es dedicarse sólo a aquello en lo que uno puede obtener más beneficios en un contexto competitivo. Esta propuesta olvida que la potencia de las economías campesinas está precisamente en su diversidad y complementariedad, y que el turismo es una actividad sumamente vulnerable y dependiente de factores externos que la comunidad no puede controlar. También “el paquete” promueve una estrategia de comercialización basada exclusivamente en el mercado turístico internacional, cuando bien sabemos que el incremento de los precios del petróleo encarece de forma imparable los boletos de avión y pone en crisis este modelo de turismo, ya de por sí asentado en bases ecológicas totalmente insostenibles. Para el turismo comunitario sería mucho más importante fortalecer mercados locales, con circuitos de corta distancia, de base nacional y regional, y evitar la dependencia del mercado internacional. Vemos también cómo se acentúan las presiones para que las iniciativas comunitarias introduzcan sellos o certificaciones de garantía de carácter internacional, siguiendo el ejemplo del comercio justo. Este tipo de iniciativa concentra su atención en el turismo internacional. Además, genera nuevos y cuantiosos gastos que alguien tiene que asumir, ya sea las organizaciones campesinas o la cooperación internacional. Es limitado el número de iniciativas que pueden acceder a la certificación, y se generan por tanto desigualdades entre ellas. El problema fundamental de propuestas de certificación es que desplazan el poder político a favor de las organizaciones del Norte, las cuales se abrogan la prerrogativa de decidir qué se promueve y qué no se promueve. El turismo comunitario debe más bien contribuir a colocar el poder político en manos de las organizaciones y que sean ellas las que den garantías a los turistas, como parte de su estrategia de comercialización. Aliados peligrosos. Finalmente, otra orientación neoliberal que llega a las organizaciones comunitarias es la de establecer alianzas comerciales con megaproyectos turísticos. Pero esto es erróneo, porque implica legitimar a los actores que están destruyendo las posibilidades de vida del sector campesino e indígena. Con su apoyo a algunas iniciativas comunitarias y redes en que éstas se han agrupado, los organismos internacionales tratan de desactivar conflictos potenciales provocados por la usurpación de recursos básicos para la sustentabilidad de las poblaciones locales, como la tierra o el agua, por parte de megaproyectos turísticos e inmobiliarios. La identificación de sectores con enfoques netamente neoliberales con influencia creciente en el turismo comunitario supone un reto mayúsculo para un movimiento que hasta hace poco creíamos totalmente vinculado a la construcción de una economía popular solidaria. Investigador nicaragüense asociado a Alba Sud |