■ Reúne en Hombres de gobierno la vida de 48 personajes de la historia
Fracasarán los dirigentes que no teman el juicio de la historia, advierte Laveaga
Aquellos dirigentes que no estén preocupados por el juicio de la historia están condenados al fracaso, advierte el catedrático Gerardo Laveaga, autor del libro Hombres de gobierno, que reúne breves semblanzas de casi medio centenar de gobernantes a lo largo de la historia: de Solón a Dag Mammarskjöld, pasando por Juan XXIII, David Lloyd George, Chulalongkorn y Solimán el magnífico.
Lo que hace común a estos 48 personajes “es que todos estaban pendientes del juicio de la historia. Se preguntaban qué dirían de ellos en 50 o 500 años. Me parece que cuando un gobernante no tiene presente el juicio de la historia está condenado a fracasar, porque sólo se preocupa por sacar las elecciones siguientes y no lo que digan en 100 años; entonces no se ocupa en crear una nación o un grupo importante”.
Éste es un recuento de “inventores políticos”, de aquellos que participaron en la creación de las instituciones que hoy conocemos, y se trata de un libro democrático porque en él se incluye a esos hombres de gobierno sin importar su religión o tendencia política, añade Laveaga, catedrático de teoría del estado en el Departamento de Derecho del ITAM.
Estas páginas nacieron como parte de una inquietud permanente del autor: “siempre me ha interesado conocer el origen de las cosas; antes me gustaba entenderlo en ciencia, en tecnología, en descubrimientos. Sé que las leyes de gravedad las descubrió Newton, que el foco lo inventó Edison, que la vacuna antirrábica la descubrió Pasteur, pero conforme voy estudiando más también me interesa saber quién inventó eso de la democracia o de los derechos humanos, o el gobierno parlamentario, y esto no es tan claro como puede serlo el foco o la vacuna antirrábica. Así como me interesa saber quién inventó lo anterior, me interesa saber quién instrumentó y completó las instituciones que hoy conocemos”.
Por ejemplo, agrega, “la democracia, como la conocemos hoy, se ha ido perfeccionando; hay gran cantidad de cosas que dentro de 100 o 200 años van a decir: ‘¿cómo es posible que en 2008 hicieran eso?’ Esto ocurre en todo el mundo, no hablo de México nada más.
“La historia de las instituciones políticas es de un desarrollo muy largo; todos estos fueron hombres de gobierno que utilizaron la materia prima con la que trabajan los políticos, que es el uso de la fuerza; todos tuvieron costos, enfrentamientos, discusiones, quizá el único que no los tuvo en términos de violencia fue el Papa Juan XXIII, pues usó otras estructuras para imponer su voluntad, pero finalmente todos usaron la fuerza y el monopolio legítimo de la violencia. Todos entendían que un gobernante sin ejército no podía gobernar, todos cometieron arbitrariedades y abusos, pero mi evaluación personal final es que obtuvieron mucho más de lo que gastaron. En términos de costos-beneficios fueron más los segundos que los primeros”.
En este volumen no se incluyen mexicanos ni mujeres porque Laveaga prepara sendos libros con ellos y ellas.