■ El fotógrafo José Jiménez Castro narra su travesía por el continente americano
Al viajar se rescata al hombre antiguo que explora su alrededor
■ Aunque tenemos todo para incursionar en otros lugares, no lo hacemos por estar anclados a lo material, afirma
■ La experiencia lo cambió: ahora, “comer tres veces al día me parece raro”
Ampliar la imagen En la imagen, el glaciar Perito Moreno, en la Patagonia Foto: tomada de www.xamerica.com.mx
José Jiménez Castro confiesa, tras darle la vuelta al continente en coche, que le ha tomado un especial cariño a la canción América, de Los Tigres del Norte, y a Vicente Fernández.
El pasado 26 de enero, armado con una pequeña maleta hecha de una reducida cantidad de mudas, tres cámaras (una de video), una computadora, herramienta, un Ipod con una larga lista de canciones de todo tipo y poco más, al volante de una Land Rover 2003, Jiménez Castro partió de su natal Nogales y emprendió, junto con dos compañeros, el viaje alrededor del continente, hazaña que, asegura, nunca antes había sido llevada a cabo en automóvil.
Medio año más tarde, Jiménez Castro, de 34 años y apasionado fotógrafo, estaba el pasado viernes en la fase final de su viaje, en Reynosa, Tamaulipas. Los otros dos (Ulises Lavenant y Abraham Guzmán) desertaron: uno por Ecuador y el otro por Caracas. Él planea llegar en septiembre a Alaska.
“Siempre me han gustado los viajes. Siempre he sentido que hay muchas cosas que ver en el mundo, como para quedarme en un solo lugar. Siempre deseé fotografiar el continente”, contó Jiménez a La Jornada vía telefónica, antes de cruzar la frontera con Texas. “Era un sueño y un día tuve el valor”.
Realizar los sueños de otros
Y siguió: “Todos tenemos el instinto de viajar. Antes, cualquier persona se salía a la mar, sin GPS, sin nada, sólo con ganas de conocer. Ahora nos hemos hecho perezosos. Tenemos todo para viajar, y no lo hacemos porque estamos demasiado anclados a las cosas materiales, a dejar cualquier cosa. Yo decidí: voy a regresar a ser ese hombre antiguo al que siempre le gustó descubrir qué hay detrás de ese cerrito. Después descubrí que la gente que escribía a la página de Internet (www.xamerica.com.mx) me miraba como si estuviera realizando un sueño de ellos”, dijo el viajero, de profesión ingeniero en sistemas computacionales.
“El materialismo y el dinero nos transformó. Ahora vivimos para lo que tenemos, ya no para sobrevivir. Ahora me doy cuenta que se necesita tan poco”.
Sacrificios tuvo que hacer: dejó familia –dos hijos, de dos y nueve años–, amigos y su labor como publicista.
El trayecto, en total de 80 mil kilómetros, consistió en bajar por toda la costa del Pacífico hasta Ushuaia, Argentina. Luego, de vuelta por el Atlántico.
La mayoría de las noches acampó en el techo del automóvil. “Comer tres veces al día para mí ya no es normal”.
No sorprende que comenzara a ver las cosas de otra manera: “se sensibiliza uno más. Las personas más humildes se gastaban sus ahorros para poder invitarme a cenar a su casa. La gente es feliz con mucho menos de aquello con que yo pretendía serlo”.
Ofreció breves pinceladas de algunos países recorridos:
De Colombia expresó: “siempre ha habido una mala imagen, pero la disfruté tanto. Es bellísima y la gente es simpática”.
Buenos Aires “fue la primera ciudad que me dio melancolía dejar. Es tan linda, que te atrapa”. Fue el lugar en el que más tiempo se quedó: 15 días.
Brasil, que tardó 40 días en cruzar, fue el país que más lo cansó, “por caro”, sobre todo la gasolina. Aunque ahí probó la mejor carne y admiró a las mujeres más hermosas (“por metro cuadrado hay más en el sur”).
En Río de Janeiro celebró su cumpleaños el pasado 24 de mayo, “entre caipirinhas, bossanova y Copacabana”.
Venezuela fue la primera nación que conoce “donde la gente tiene miedo de su propio país. Pero la gasolina es regalada”.
Chile es “tal vez el más desarrollado, el más ordenado, el más tranquilo, creo que por el régimen militar”.
Centroamérica fue de las regiones más complicadas de manejar. “Veo un Sudamérica lleno de contrastes”, agregó.
Pero “lo mejor del continente son las personas”, agrega. “Mucha gente nos ayudó. Siempre había alguien que nos cuidaba, hasta los delincuentes”. En Brasil, un joven que Jiménez Castro supuso que era delincuente les contaba que cada vez que hacía algo malo se sangraba para que no lo tocara la policía, porque todo mundo sabía que era seropositivo. El brasileño jamás les robó. Al contrario, les cuidaba el coche.
No ha sufrido accidentes o robos, y el automóvil sólo ha fallado una vez.
En Cartagena de Indias estuvo dos semanas porque envió el automóvil a Panamá en ferry (ahí, la Carretera Panamericana está incompleta).
Además de ahí, no manejó en Brasil, cuando cruzaron el río Amazonas en balsa, durante ocho días, y en Ushuaia, donde cruzó el Estrecho de Magallanes en ferry.
Ahí, cuando llegó al punto más sureño de su trayecto, en abril, se sintió “verdaderamente triste”. Supone que fue el cansancio: “como que me cayeron todas las culpas de toda mi vida”. Se preguntaba “¿qué fregados hago acá?” Pero “salí y allá dejé las penas”.
Ahí mismo, en Ushuaia encontró un grupo de paisanos que cabalgaba por las montañas nevadas, “y el mexicano donde se ve hace bola, hace fiesta y saca un tequila”.
Al mencionarle el famoso viaje continental de El Che en motocicleta, cuenta que estuvieron en La Higuera, Bolivia, donde fue asesinado el guerrillero: “ahí andábamos muriéndonos nosotros también”. Saliendo de La Higuera llovía todo el tiempo, los caminos son de terracería y “empezaron a deslavarse frente a nosotros; nos quedamos atascados, el carro se deslizaba y se paraba a la orilla del barranco, le ponía freno de mano y se seguía deslizando”, recuerda. “Ése fue el momento más difícil”.
–¿Y el más hermoso?
–Cuando entré a México de regreso. Sentir que ya no es uno extranjero da una tranquilidad. ¡Y aquí en cualquier esquina hay tacos! Algo tiene nuestra cultura que es tan difícil acostumbrarnos a otra.
Fiesta en todas partes
Descubrió lo que hay en común entre los latinoamericanos: a todos les gusta la fiesta, reunirse con amigos y familia.
Mencionó a los artistas mexicanos más conocidos en América: “Maná, El Buki y Los Tigres del Norte. Y en La Patagonia son fanáticos de Antonio Aguilar”. Pero a quien “todo mundo conoce es al Chavo del Ocho”.
Tras recorrer su propio país, lo que nos distingue, dice, son: “las mejores playas, la comida; solamente la peruana se le equipara un poquito, pero le faltan las tortillas... En México tenemos absolutamente todo”, resumió, incluidas “las autopistas más caras”.
Fue un viaje autofinanciado, con una ayuda de la alcaldía de Nogales. En el camino trabajó (en Internet, fotografía).
De la fase final en Norteamérica le preocupa que el dinero le vaya a alcanzar: “Sigue lo más caro. Entro al mundo material. Gracias a Dios, CBS me va a filmar desde Texas hasta Nueva York, esperemos que salga patrocinio”.
Calcula que para finales de septiembre estará de regreso en Sonora.
Pero ya rumia su siguiente proyecto, para dentro de unos tres años: darle la vuelta al mundo en coche, de nuevo partiendo de Nogales: Alaska-estrecho de Bering-Rusia-Europa-Nueva York-México.