■ El COI, preocupado por esta práctica
Naturalizaciones ex profeso, controvertidas pero válidas
Pekín, 8 de agosto. El refugiado sudanés Lopez Lomong, abanderado de Estados Unidos en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos, no es el único atleta nacido en el extranjero que forma parte del equipo estadunidense.
Hay velocistas de Kenia y México, un triatleta de Nueva Zelanda y jugadores de tenis de mesa provenientes de China.
También habrá competidores nacidos en Estados Unidos que buscarán la gloria para Rusia y Singapur, y gran cantidad de atletas que han cambiado sus pasaportes e identidad en el más nacionalista de los actos deportivos.
Nadie puede cuestionar el cambio de nacionalidad de Lomong, quien fue secuestrado por una milicia cuando tenía seis años, pero logró escapar después de tres semanas y llegó a Kenia, donde permaneció durante una década en un campamento de refugiados y fue adoptado por una familia estadunidense.
Pero las razones que tienen otros atletas para cambiar su filiación a menudo son menos terminantes. Para muchos es simplemente una oportunidad de competir en la justa olímpica.
Muchas naciones hacen todo lo posible para agilizar los cambios, con la esperanza de generar algún invaluable triunfo.
“Toda empresa necesita éxito, por eso busqué el camino más corto hacia él”, dijo Levan Akhvlediani, presidente de la federación de voleibol de Georgia al explicar por qué sumó dos brasileños a su equipo playero. “En muchos deportes hay quienes juegan por un país donde no nacieron. No es contra la reglas”, añadió.
El Comité Olímpico Internacional ha expresado su preocupación sobre los países que buscan reforzar sus habilidades deportivas ofreciendo incentivos económicos para captar extranjeros.