■ Entre juegos, Amaranta y Marisol enseñan cómo usar los preservativos masculino y femenino
Niñas de 12 y 13 años informan a adultos sobre infecciones de transmisión sexual
■ Como otros menores que participan en la conferencia, niegan estar interesadas en empezar su vida sexual
Ampliar la imagen Familiares de seropositivos protestan contra una farmacéutica por su negativa a reducir los precios de antirretrovirales Foto: Marco Peláez
A sus 13 años, Amaranta conoce bien cómo usar un condón masculino. Sabe que debe verificar la caducidad; abrirlo con la yema de los dedos, “no con dientes ni tijeras”; que al momento de colocarlo se oprime el receptáculo a fin de evitar que se formen burbujas de aire “para que no se rompa”; que el pene debe estar erecto al ponerlo; que tras la eyaculación debe retirarse mientras aún haya erección, y para desecharlo se anuda, envuelve en un papel “y a la basura”.
Marisol, un año menor que Amaranta, muestra a varios adultos la forma en que se emplea el condón femenino; sabe que está hecho de poliuretano, no de látex (como el masculino): “lo podemos usar antes de dos años de la fecha que marca la caducidad; consta de dos arillos, el de acá (el interno) se oprime y se introduce a la vagina, poco a poco; para quitarlo hay que girar la parte que queda en el exterior y jalar, envolverlo y tirarlo a la basura”.
Ambas saben cuáles son los cuidados que deben tenerse para evitar una infección de transmisión sexual (ITS); conocen los derechos sexuales y reproductivos; que no se pueden usar los dos condones al mismo tiempo, “porque con la fricción se rompen”, y que los preservativos se usan una sola vez. Amaranta y Marisol, junto con otros adolecentes de entre 12 y 14 años, participan en la Aldea Global de la 17 Conferencia Internacional sobre VIH/sida para dar información de manera lúdica a niños, jóvenes y adultos sobre la pandemia, sexualidad y salud reproductiva
Hace dos años, la organización Ririki de México, con el apoyo de la Red por los Derechos de la Infancia, emprendió un proyecto para dar talleres a 27 niños del Distrito Federal y Sinaloa –en aquel entonces tenían 10 y 12 años– sobre sexualidad, con el propósito de que se convirtieran en promotores.
Hoy ya conocen sus derechos sexuales, como que “nadie puede obligarnos a nada que no queramos hacer”, el uso de los métodos anticonceptivos y las ITS. A partir de ese taller, los niños crearon cinco juegos para dar información de manera lúdica sobre el tema.
Contrario al discurso conservador, todos refieren que a pesar de contar con información, “aún no queremos iniciar una vida sexual”.
En El maratón de los espermas participan cuatro jugadores, y el objetivo es llegar al sexo seguro. Los participantes tiene cinco espermatozoides que se enfrentarán a varios obstáculos, y para evitarlos deben contestar preguntas referentes a la sexualidad, de no saberlas, “te contagias de alguna ITS”.
El Tuister de los derechos se juega igual que el tradicional, sólo que en los círculos de colores aparecen las garantías sexuales y reproductivas, antes de poner mano o pie y terminar enredado, se deben gritar las leyendas. En el AIDS 2006, explican los niños, “nadie pierde”, porque el objetivo es alcanzar tres derechos: acceso a la información, protección y no discriminación.
Cambiar de un cuerpo enfermo a uno sano es el objetivo de El avión, el que se pinta con gis en el piso y se juega brincando en un solo pie. En La Lotería de la prevención, en vez de los personajes tradicionales se cantan frases como: “¿el sida se contagia por el piquete de un mosco?” –“no… ¡lotería!”.
Amaranta, Marisol, María, Miguel Ángel, Divani, Víctor y Mariano se divierten informando sobre temas de sexualidad; se arrebatan la palabra; pero se nota que aún juegan, porque, al final, siguen siendo de niños.