■ No hay riesgos, afirman los organizadores de la justa
Redoblan seguridad en Pekín
Pekín, 5 de agosto. Esta ciudad apareció hoy herméticamente cerrada, como la “ciudad prohibida” en su tiempo, cuando faltan horas para que arranquen los Juegos Olímpicos, cuyos organizadores afirmaron que garantizan la seguridad de la justa veraniega, un día después del ataque contra un puesto policiaco en Kashgar, provincia de Xinjiang.
Los cuerpos de las fuerzas de seguridad del Estado han desplegado una enorme red y endurecido los controles en la metrópolis de 17 millones de habitantes.
“Podemos garantizar la seguridad de los Juegos Olímpicos”, declaró el portavoz del comité organizador, Sun Weide. “Hemos puesto en marcha un importante sistema de vigilancia y nos hemos preparado para hacer frente a toda clase de amenaza”, añadió en conferencia de prensa.
“Hay riesgo sobre la seguridad de los juegos, por lo que hemos preparado cientos de planes”, insistió Weide, quien había asegurado poco antes que aún no se disponía de información sobre la autoría del atentado que el lunes mató a 16 policías en Kashgar, en la tensa provincia de Xinjiang.
No obstante, el Ministerio de Seguridad Pública señaló en un comunicado que los dos autores del atentado llevaban documentos que llamaban a la guerra santa islámica.
“La policía halló en el lugar de los hechos dos cuchillos usados en el ataque y documentos de propaganda que llamaban a la guerra santa “, señala el comunicado, y precisa que los componentes de los explosivos utilizados son similares a los decomisados en una redada efectuada en enero de 2007 en una base del Partido Islámico del Turkestán oriental (ETIM), en Xinjiang.
El gobierno de Pekín ha repetido en varias ocasiones que se está preparando un gran atentado contra los juegos desde Xinjiang, la región china habitada por la etnia uighur, en gran parte musulmanes.
En Kashgar, ubicada a 5 mil kilómetros de Pekín, los habitantes se resistían a hablar sobre el atentado, mientras los cuerpos de seguridad detenían y registraban a todos los automóviles y autobuses que ingresaban a la ciudad.
Para solventar las medidas de seguridad, el gobierno se escuda no sólo en presuntos terroristas y saboteadores, pues también se observa a los críticos del régimen, activistas, gente que reclama y abogados de temas de derechos humanos, a los que sistemáticamente se intimidó, se expulsó o se detuvo ya antes de la justa.
En las calles principales de Pekín, donde hay 34 mil soldados desplegados, cada 100 metros patrullan personas con camisetas blancas y rojas que se encargan de registrar a cualquier sospechoso.