■ La OSIM culminó su gira nacional número 12 con un par de programas en Bellas Artes
Niños y jóvenes atrilistas reavivaron la alegría de una formación para el espíritu
■ Ciento sesenta ejecutantes virtieron pasión, entusiasmo y honestidad creativa
■ Interpretaron un pasaje de La noche de los mayas, de Silvestre Revueltas, mejor que una orquesta de adultos
Ampliar la imagen Jacob Tapia Nieto, joven violinista bajacaliforniano, dirigió a la OSIM en una pieza final, la noche del domingo en el Palacio de Bellas Artes, luego de que el director titular de la orquesta, Sergio Ramírez Cárdenas, le cediera la batuta en señal de reconocimiento Foto: Pablo Espinosa
Ampliar la imagen Sergio Ramírez Cárdenas dirige a niños y jóvenes ejecutantes en la fiesta final Foto: Francisco Segura/ CNCA
La Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil de México (OSIM), que dirige el maestro Sergio Ramírez Cárdenas, ofreció un par de programas en el Palacio de Bellas Artes como culminación de su gira nacional número 12.
En escena, 160 niños y jóvenes reavivaron la alegría de una formación personal íntegra y la cohesión familiar y social que implica este modelo que toma como inspiración el milagro cultural del Sistema de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles de Venezuela.
Nueve partituras que fueron de la obertura Rienzi, de Richard Wagner, de elevado nivel de exigencia técnica, a los popurrís estructurados para la coherencia de esta orquesta y los pasajes obligados formativos, como un par de movimientos de la Quinta Sinfonía de Beethoven, para culminar con una fiesta de gozo abrumador con una marcha y un vals de Strauss.
Intensa preparación técnica
De principio a fin campeó el sonido distintivo de estos jóvenes mexicanos dignos de encomio, apoyo y aplauso. En todas las secciones de la orquesta se muestra un trabajo intenso de preparación técnica. En las cuerdas el manejo óptimo del arco, en las maderas la digitación y la caña, en los metales sonidos potentes y prístinos, en las percusiones una destacada destreza, fuerza y precisión de manos femeninas.
El éxito de un equipo de profesores, el orgullo de los padres de familia que ven colmados sus esfuerzos y sobre todo una entrega absoluta en disciplina, talento pero sobre todo pasión de los niños y jóvenes ejecutantes.
Tal pasión, intensidad, entusiasmo y honestidad creativa quedó plasmado en la pieza mejor ejecutada del programa: un pasaje de La noche de los mayas, de Silvestre Revueltas, que sonó mejor que en manos de orquestas de adultos profesionales. Teniendo en cuenta que la mejor muestra de musicalidad es cuando el interior de los músicos plasma la naturaleza más íntima de la partitura, la obra de Revueltas sonó exacta, precisa y en todo su esplendor, como un brillo total del espíritu de estos jóvenes músicos.
Identidad, comprensión plena de la obra, intensidad. La manera como sonó Revueltas trajo a la mente la ocasión en que Leonard Bernstein dirigió por primera vez y enamoró a los integrantes de la Filarmónica de Viena: “maestros, vengo a hacer música de Mozart con ustedes, un compositor que les pertenece. Espero aprender de ustedes la manera de frasear correctamente a Mozart, la forma precisa y exacta y más intensa de hacer esta música”. El gran Bernstein, maestro consumado.
Y es que ese sentido de humildad que completa la formación de un artista es notable en el comportamiento en escena de estos niños y jóvenes: concentrados en lo suyo, en hacer música. He ahí el rostro sereno y abismal de los niños percusionistas María Elena Sánchez, Liliana Mejía, Luis David Baltazares cuando empuñan las baquetas; el joven concertino Frangel López Ceseña cuando encamina a sus compañeros; la jovencita Verónica Karin Águila Mc Manus cuando toma entre los brazos su fagot, satisfecha de la labor cumplida en la primera parte del programa y se encamina al descanso del intermedio para completar la hazaña en la segunda parte del concierto.
Un tesoro de verdad
En un México donde el ciudadano voltea y ve desolación, violencia, gobernantes corruptos y entregados a vender el país en pedazos a los dueños del dinero, falta de alicientes al cultivo del interior de las personas, desatención total a la enseñanza artística, al presenciar en cambio el milagro de estos niños y jóvenes haciendo música con tal entrega, todo se ilumina.
Este esfuerzo ejemplar de un amplio conglomerado de maestros, padres de familia y sobre todo de los niños y jóvenes músicos, merece el apoyo que el gobierno mexicano les escatima en la realidad, aunque en el discurso todo sea “perfecto”. Su labor dejará de ser heroica, una voz en el desierto, un trabajo de titanes a contracorriente, cuando los apoyos sean suficientes.
Falta mucho por hacer, es cierto. Ameritaría un esfuerzo presupuestal sin cortapisas para que estos niños y jóvenes no remen contra el oleaje, que por ejemplo los directores que visitan México como huéspedes de las orquestas profesionales, y que tengan realmente calidad, dirijan a estos jóvenes, trabajen con ellos, ya que en el país casi no hay buenos directores de orquesta.
Una política social verdadera y no los engaños de los gobernantes actuales, sean del partido o ideología que sean, es urgente para este programa que persigue el éxito que sí se ha logrado en Venezuela. Un proyecto social antes que artístico, porque hay que recordar que en aquel país hermano no fabrican estrellas sino personas mejores, a partir del principio básico de la armonía: un niño, un joven que la logra mediante la música, genera una familia y un país en armonía, una sociedad mejor.
He aquí el futuro entonces, un verdadero tesoro. Una asignatura aún pendiente.