Usted está aquí: martes 5 de agosto de 2008 Sociedad y Justicia Conferencia sobre sida: poses y hasta presentación bochornosa

■ Pese a la fama de Lennox, William Clinton se llevó el día

Conferencia sobre sida: poses y hasta presentación bochornosa

Arturo Cano

Ampliar la imagen La cantante Annie Lennox, durante la rueda de prensa La cantante Annie Lennox, durante la rueda de prensa Foto: Marco Peláez

“¿Listo, muchachos?”, dice Annie Lennox, cantante escocesa y embajadora de Oxfam, y se va como flotando hacia el centro del césped sintético, seguida de una nube de fotógrafos. Lennox dice lo mismo que decenas de celebridades que usan su fama para ayudar a una causa, pero lo hace con la calma de una abuela mientras sirve el té. Sabe su papel y muestra una y otra vez dos fotos del mismo niño africano: la primera, un rostro estragado por el sida; la segunda, ella y el niño sonriente, tras unos meses del tratamiento que millones de personas no tienen.

Lennox camina hacia el sitio donde la trasnacional de las ONG, Oxfam, ha colocado grandes letras rojas que hacen una sola palabra: Access. Y posa para más fotos.

Poco antes, Lennox ha relatado su experiencia en Sudáfrica, ha hablado de su indignación y de la “negligencia criminal” de los gobiernos que “gastan miles de millones de dólares en armas o para averiguar si hay hielo en Marte”, mientras la pandemia del VIH acaba con miles de vidas.

Con todo y la fama de Lennox, es el representante de uno de esos gobiernos quien se lleva el día. William Clinton es presentado por el secretario de Salud de Vicente Fox, Julio Frenk, como la estrella del día. Le faltan palabras a Frenk: “Cuando le di la mano supe que estaba con un ser humano extraordinario”, con “una fuente de inspiración para todos nosotros”.

El salón más grande de la conferencia, que es enorme, está a dos tercios, y muchos se levantan para el aplauso de bienvenida.

Clinton dice que el sida es como el dragón que mató San Jorge, pero a lo bestia, por lo que a este dragón deben matarlo millones de personas.

Y refiere que decidió entrar al combate contra el mal después de que Nelson Mandela le dio un codazo para sugerirle que se comprometiera a hacer algo por la región del Caribe.

Hoy, afirma, gracias a la fundación que creó, 1.4 millones personas tienen acceso a tratamientos que cuestan 120 dólares al año por cada uno.

El ex presidente estadunidense fija tres prioridades para el futuro: bajar los precios de los medicamentos, aumentar el personal médico y eliminar la discriminación.

En este punto elogia los discursos de Felipe Calderón y del secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, “por haber hablado abiertamente” del asunto. A Calderón lo elogia también por el Seguro Popular.

Enseguida propone la creación de una nueva agencia de la ONU, dedicada a atender a las mujeres y batallar por la equidad de género.

Un pequeño grupo de activistas se coloca sin mayores problemas debajo de Clinton. Extiende mantas y letreros que demandan vivienda para los “sin casa” que padecen sida.

Clinton la agarra al vuelo: dice que ya tenía en su discurso la referencia a que la mitad de las personas con VIH en Estados Unidos pertenecen a la comunidad negra. Si los afroestadunidenses fueran nación, dice, ocuparían el lugar 26 en la lista mundial de afectados.

Los manifestantes se van corriendo hacia la salida. Ya no escuchan a Clinton hablar de un niño de Ruanda que quiere ser doctor para ayudar a otros enfermos. Pero sí la larga ovación, de pie, que despide al esposo de Hillary Clinton.

A la salida del auditorio, algunos manifestantes se tiran al piso y se cubren con las mantas para representar a los homeless. “¿Qué queremos?”, grita uno. “Casa para los enfermos de sida”, responden. “¿Cuándo?” “¡Ahora!”

El “eje transversal”

En la Aldea Global, Babel sigue su curso. Un grupo de jóvenes mexicanos promueve Dance for life, iniciativa nacida en Holanda y Sudáfrica, dirigida a personas de entre 13 y 19 años de edad. Baile en bola e información son los ejes. Bailan también cinco jovencitos de Indonesia, los cuerpos hacen piruetas mientras cantan una letra dura que habla sobre la vida en la calle, la violencia, el hambre y la adicción a las metanfetaminas (droga a la que dicen yama).

Entre el público está el presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Fedeeral, Emilio Álvarez Icaza, quien luego sube a echar un rollito sobre el “logro mayor del movimiento”: que los derechos humanos sean el “eje transversal” de toda la conferencia.

En una decena de estands están a la venta bolsos, camisetas, chales, pulseras y collares de igual número de países africanos. Los sudamericanos no se quedan atrás con sus artículos artesanales.

Las discusiones, exposiciones y el decorado de condones se multiplican por doquier.

¿Son las iglesias un obstáculo?

Un joven monje, con hábito y todo, escucha sin hacer gestos el panel titulado “¿Es la religión una barrera para la prevención del VIH?”

La mayoría de los ponentes se esfuerzan por hallarle el lado “positivo” a la colaboración de las iglesias en la lucha contra el sida.

Purmina Mone, de la India, es la encargada de las conclusiones: dice que la religión y la sexualidad son realidades con las que vivimos, que a veces los dogmas crean barreras, pero que las iglesias han registrado avances y hay “espacios para navegar” con ellas. Remata: “No creo que un solo actor o una sola institución puedan hacer la diferencia en la lucha contra el sida”.

Nadie le aplaude, como sí hacen al treintañero australiano que, entre el público, toma el micrófono para plantear su punto: “Exijo al Papa que promueva los condones en aras de la salud. Exijo al Papa que exprese amor por las personas que padecen VIH y por la gente gay”.

Le sigue una parlamentaria paquistaní, quien llama la atención sobre el hecho de que en la mesas de ponentes “no haya ninguna persona representando el Islam”.

Al término de la conferencia, la más asediada por los medios es la antropóloga Gabriela Rodríguez, articulista de este diario, quien insiste en que frente a problemas de salud pública no se vale “la manipulación política con base religiosa”.

Ya encarrerada, a preguntas expresas de los reporteros, Rodríguez califica como una pieza de “oportunismo político” el discurso pronunciado la noche del domingo por el presidente Felipe Calderón. Pone unos datos en las grabadoras para probar su dicho: mientras el gobierno calderonista ha gastado miles de millones de pesos en la promoción de su iniciativa de reforma petrolera, a la prevención del sida sólo se han destinado 350 millones.

En todo caso, para algunos queda claro que la mesa fue mal nombrada. ¿Es la religión o son los jefes de algunas iglesias los obstáculos para la prevención?

Unos pasos más allá, un estadunidense grandulón reparte volantes con la siguiente leyenda: “La abstinencia también falla”.

“La personas con VIH deben saber que los católicos promovemos el uso del condón; que consideramos que la sexualidad es un regalo de Dios”, dice Teresa Lanza, de Bolivia, mientras reparte volantes que aseguran que los “buenos católicos usan condón”.

 
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