Usted está aquí: martes 5 de agosto de 2008 Economist Intelligence Unit Adiós a la fe en el libre mercado

Economist Intelligence Unit

Signos de la crisis

Adiós a la fe en el libre mercado

Ante las dificultades en el panorama financiero, políticos y expertos demandan más intervención oficial en la economía

Ampliar la imagen Precios de la gasolina exhibidos en una estación de Shell, en Redwood, California. La firma anglo-holandesa anunció la semana pasada que sus ganancias crecieron 33% en el segundo trimestre del año Precios de la gasolina exhibidos en una estación de Shell, en Redwood, California. La firma anglo-holandesa anunció la semana pasada que sus ganancias crecieron 33% en el segundo trimestre del año Foto: Ap

Ya no. Fustigados por la crisis inmobiliaria, la confusión de los mercados financieros, el alza de petroprecios, la pérdida de empleos y la reducción de los fondos de retiro, la nación y sus políticos comienzan a dudar que el sistema de mercado sea la clave para una sociedad justa.

“Estamos en una encrucijada”, expresó William A. Galston, miembro de la Institución Brookings de Washington, quien ayudó a Bill Clinton a diseñar una política favorable al mercado durante los años 90. “La fuerte convicción en favor de los mercados que dominó las políticas públicas desde fines de los años 70 se ha puesto en duda.”

Ahora, cada vez más políticos y expertos favorecen una mayor intervención oficial en la economía.

Claro, los estadunidenses siempre se quejan en los tiempos difíciles. Y, como se apresuran en advertir los partidarios del mercado, la actual racha de averías podría provocar que se desechen los principios del libre mercado en favor de medidas drásticamente diferentes, como una economía dirigida por el gobierno.

“Tal vez haya una reacción contra los mercados en este momento”, reconoce Kevin A. Hassett, director de estudios económicos del Instituto Estadunidense de la Empresa, en Washington, y consejero del virtual candidato republicano a la presidencia, John McCain. “Pero esa reacción no parece estar informada de los puntos de vista alternativos sobre cómo funciona el mundo.”

Sin embargo, según investigaciones de Reuters/Universidad de Michigan, la cantidad de reveses que la gente ha recibido llevó la confianza del consumidor a sus niveles más bajos en medio siglo. Un notable 84% piensa que la nación va por “mal camino”, de acuerdo con un sondeo reciente de Gallup.

Apenas la semana pasada, los mercados financieros dieron más evidencias de que no funcionan de manera eficaz.

Washington tuvo que ir al rescate de los dos gigantes hipotecarios respaldados por el gobierno –Fannie Mae y Freddie Mac, que poseen o garantizan casi la mitad de los 12 billones de dólares de la deuda hipotecaria nacional– después de que los inversionistas casi extinguieron su valor en el mercado, ante el temor de que los bajos precios inmobiliarios los llevaran a la insolvencia.

Mientras, reguladores federales intervinieron IndyMac Bancorp, con 32 mil millones de dólares en préstamos hipotecarios, en lo que los reguladores llamaron el segundo mayor fracaso bancario de la historia. Y la ya aporreada bolsa de valores cayó en otra pronunciada pendiente.

Los expertos siguen retrasando la fecha en que las condiciones podrán mejorar y ningún líder nacional –incluidos los candidatos presidenciales– ha ofrecido una visión convincente de cómo EU recuperará la prosperidad. Ello sugiere que la crisis actual es muy diferente a las recientes malas rachas de la economía.

Incluso George W. Bush, quien tomó posesión del cargo sosteniendo que podía solucionar la crisis de seguridad social ligando las futuras ganancias de los jubilados con Wall Street, ha comenzado a abogar por más regulación en los mercados financieros. Cuando Fannie Mae y Freddie Mac, avalados por el gobierno pero propiedad de inversionistas, comenzaron a tambalearse la semana pasada, la administración comenzó a trabajar en silencio sobre una posible acción gubernamental.

“Si durante la generación pasada el péndulo se alejó del gobierno hacia una mayor confianza en los mercados, ahora se balancea hacia el otro lado de manera evidente”, aseveró Daniel Yergin, cuyo libro Pioneros y líderes de la globalización (1998), en coautoría con Joseph Stanislaw, era una crónica de la divulgación mundial del credo librecambista.

“Todo contribuye y eso afecta la visión que tienen las personas de los mercados y el gobierno”, dijo Yerguin.

“Nadie en este país cree realmente en mercados libres, y nadie cree realmente en el socialismo”, apuntó el historiador Eric Rauchway, de UC Davis, pero las crisis del pasado han producido electorados que favorecen el control de los mercados y la regulación de la economía; electorados que, en última instancia, han crecido lo suficiente para producir un cambio.

Consideremos unas cuantas cosas que presionan a las personas.

El precio de la gasolina sin plomo casi se duplicó el año pasado, mientras que el del barril de crudo subió a más del doble, lo cual interrumpió el idilio de los estadunidenses con sus enormes autos y encaminó a las industrias del transporte terrestre y aéreo a un profundo problema.

La mayoría de los economistas afirman que estos incrementos son el resultado lógico de satisfacer una enorme demanda global con una oferta global limitada.

Pero la carrera de los precios parece estar fuera de balance con la demanda, que ha aumentado sólo 1% en todo el mundo. El desajuste ha despertado la sospecha entre muchas personas y políticos de que la tercera burbuja financiera de la década –posterior a la de acciones tecnológicas y a la inmobiliaria– está en camino, esta vez en energía.

Ambos candidatos a la presidencia han señalado a los especuladores, más que a la oferta y la demanda, como agentes alcistas.

En una audiencia reciente, el representante demócrata John D. Dingell arrinconó al funcionario cuya agencia regula el mercado donde se negocian futuros del petróleo. “¿Por qué el mercado no funciona en beneficio del consumidor?”, preguntó el legislador.

La agencia investiga si los especuladores están detrás de las alzas, contestó el funcionario.

“¡No me diga que investiga!”, respondió Dingell. “Usted ha pasado más de un año sentado sin hacer nada” mientras los precios del petróleo se disparaban.

Se han presentado en el Congreso al menos media docena de medidas para reducir la especulación o cobrar impuestos sobre las ganancias de las compañías petroleras.

Una ira similar –y similares esfuerzos legislativos para intervenir en el mercado– pueden observarse en el sector inmobiliario.

Aunque la gente se ha acostumbrado a cierta fluctuación en el valor de sus casas, la mayoría esperaba que sus inmuebles se elevaran con el tiempo. Y así fue durante la mayor parte de las décadas pasadas.

Pero, a partir de mediados de 2004, el arco ascendente de los precios inmobiliarios comenzó a estabilizarse y, en 2007, a caer en picada. Los precios se deslizaron 16% sólo durante el año pasado, su disminución más aguda en dos décadas. Se prevé otra reducción.

En gran parte, el alza de los precios inmobiliarios y su reciente desplome nació en una esquina casi sin regulación del mercado hipotecario, el de préstamos de riesgo.

Como con el combustible, “el mensaje para los estadunidenses es que algo falló con los mercados y el consumidor resultó afectado”, expresaron el economista Robert E. Litan, de la Institución Brookings, y la Fundación Kauffman, de Kansas City.

“Con la energía son los especuladores. Con el sector inmobiliario, los prestamistas depredadores o las horribles agencias de calificación crediticia o los estúpidos bancos. No estamos preparados para desechar los mercados totalmente”, dice Litan, “pero queremos que el gobierno combata los excesos”.

Una pauta similar de esperanzas rotas aparece en el comercio global y en las inversiones para el retiro.

Los estadunidenses entraron al siglo XXI convencidos de que “teníamos una nueva economía construida sobre servicios y tecnología de la información que nos haría ganar a escala mundial”, aseveró el economista de Harvard Robert Z. Lawrence.

“En 2000, la premisa total de la globalización era que funcionaba bien para nosotros y otros países desarrollados, pero que los países en vías de desarrollo necesitarían ayuda”, expuso Lawrence.

Hoy, casi todas esas suposiciones optimistas han cambiado.

“Hemos visto un crecimiento sin precedente en los países en desarrollo, mientras los desarrollados son arrastrados por la desaceleración estadunidense”, dijo Lawrence.

“Hemos encontrado que, en vez de servicios y tecnología de la información, todo gira alrededor del petróleo y materias primas”, que no son el punto fuerte de la nación.

Finalmente, en lo referente a inversiones, sobre todo para el retiro, los años recientes han visto decepciones inquietantes, pues la bolsa no ha podido recuperarse ni mantener los picos que alcanzó en 2000.

Alguien que hubiese invertido un dólar en un fondo con un amplio índice de mercado a principios de esta década no sólo no tendría hoy ganancias, sino habría perdido un poco de su aportación inicial.

Ésta es una gran diferencia con los años 90, cuando las personas decían a los encuestadores que esperaban tener ganancias anuales de 15% indefinidamente.

Los historiadores que observan estos problemas dicen que el hecho de que los estadunidenses se alejen de los mercados y se precipiten a un polo opuesto, como el socialismo, no significa que el cambio no esté ya en camino.

Como advierte Rauchway, de UC Davis, los pánicos devastadores y las depresiones de finales del siglo XIX provocaron las reformas progresistas de principios del siglo XX y, más tarde, el “nuevo trato” de los años 30.

Hoy los estadunidenses no están listos para desechar el mercado del todo, expresó Litan, pero “podrían exigir un ‘nuevo trato renovado’”.

Fuente: EIU

Traducción de texto: Jorge Anaya

 
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