Usted está aquí: martes 5 de agosto de 2008 Política Las obras del Gobierno del Distrito Federal

René Drucker Colín

Las obras del Gobierno del Distrito Federal

A mí me parece que deberíamos estar muy satisfechos porque el gobierno actual del Distrito Federal ha tomado la decisión y ha emprendido un número muy importante de obras, que estoy seguro a largo plazo van a ser enormemente útiles para mejorar la vida cotidiana de esta gran ciudad.

También me parece que desde que llegaron López Obrador y Ebrard a la jefatura del Gobierno, el presupuesto de la ciudad se ha usado y seguirá siendo usado para eventualmente beneficiar a la población que habita en el Distrito Federal. Esto, pienso, habrá que aplaudirlo. Se podrá cuestionar y/o discutir sobre si se escogieron las mejores obras para hacerse, o si hubiera sido mejor emprender cosas diferentes, pero ese tipo de discusión sería interminable e inútil, pues paralizaría el avance. Lo cierto es que ahora sí se utiliza el presupuesto para generar obras muy importantes y muy necesarias que debieron haberse planeado y ejecutado desde muchos años antes, pero ya sabemos que la virtud de planear en la clase política es inexistente.

Sin embargo, habiendo dicho esto yo sí tengo una severa crítica a todo este proceso de obras en el Distrito Federal. Me pregunto, ¿qué no será posible que cuando se hagan obras, pero en particular de vialidad, se tome en consideración a la ciudadanía? Ciertamente es comprensible, y de hecho uno asume que cuando se hacen obras de vialidad habrá molestias, inclusive el Gobierno del Distrito Federal pone letreros de “disculpe las molestias”. Pero he viajado por otros países y con frecuencia se encuentra uno con obras, pero en ningún lado he visto el desorden, desorganización, mugrero y falta de ayuda policial (tránsito) como el que ocurre en nuestra ciudad. Todas las obras invaden carriles en función, el cochinero pulula, la falta de respeto a los ciudadanos está a flor de piel. Las empresas que hacen la obra no tienen límites en cuanto a su desinterés hacia aquellos que casual o cotidianamente circulamos cerca o al lado de donde hay obras viales.

Es inconcebible que las autoridades (Ebrard y secretarios) no se preocupen de obligar a las empresas a cumplir con las mínimas reglas de civilidad y respeto hacia la ciudadanía. Lo que irrita no es la obra –que, se entiende, es inmensamente necesaria–; sino el “me vale madre” lo que la ciudadanía sufre al ser afectada por la obra. De que hay maneras de reducir el impacto de la obra claro que existen, sólo hay que viajar a ciudades de otras latitudes, donde sí se preocupan por mitigar las molestias. Aparte de que aquí no hay quién ponga límites al personal de la constructora, tenemos además un número insuficiente de policías de tránsito y considerablemente ineptos. Que no hay quien se preocupe por enviar a diario a policías en los puntos más álgidos, pero para que trabajen, que se preocupen por ayudar, no para estar parados platicando, como si a ellos ni les tocara ni les importara cómo se van generando embotellamientos. ¿Que no pueden tener policías con radios (walkie-talkies) para que se coordinen y logren agilizar el tránsito? De hecho, cuando más se necesita a los de tránsito, éstos desaparecen. Con frecuencia se cierran accesos a vías de comunicación sin ningún aviso, a la hora que se les pega la gana, sin respeto a los automovilistas.

No conformes con ese desorden, tenemos que sufrir a esos peseros y sus dizque terminales, que están en ejes viales, cuando deberían ponerles un “hasta aquí”, pues además de que dan un servicio infame, se paran, se estacionan y hacen lo que quieren, sin que exista autoridad alguna que los ponga en orden. Sumado a esto están las obras que para fastidiarnos más, una vez “concluidas” quedan como a medias, con cascajo que tarda una eternidad en ser recogido, etcétera, etcétera, etcétera.

Señor jefe de Gobierno: gobernar para la ciudad no es solamente aprobar acciones, cualesquieran que sean hay que vigilar e implementar los mecanismos que se requieren para que la población sufra lo menos posible las acciones que se tomaron. Perdón, pero la forma en que se llevan a cabo las obras en la ciudad de México son equivalentes a las que se harían en lo que podríamos eufemísticamente llamar el “quinto mundo”.

El problema es que a nadie parece importarle y por eso la ciudad de México es un absoluto caos y las quejas como ésta y muchas otras caen, como siempre, en oídos sordos.

 
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