¿La Fiesta en Paz?
■ La fórmula secreta
Ampliar la imagen Hoy termina la temporada novilleril en la Plaza México Foto: Alfredo Domínguez
Alguien al que suponía aficionado sensible me reclamó que en la crónica del pasado lunes omitiera todo comentario acerca de los alternantes para concentrarme exclusivamente en la ganadería De Haro y en el comportamiento de los seis ejemplares que envió para la penúltima tarde de la temporada chica en la Plaza México. Aquí le respondo: la bravura es lujo de la naturaleza, conocimiento privilegiado de algunos ganaderos y oportunidad impagable para contados diestros.
A diferencia de quienes sostienen que a los novilleros hay que exigirles exclusivamente disposición y entrega, siempre he sentido que precisamente los que empiezan deben mostrar, en serio, dos cualidades básicas, especie de columnas sobre las cuales tratar en adelante de sostener y perfeccionar su tauromaquia o expresión personal delante de las reses: inteligencia natural y valor. Nada más, pues el toreo es combinación de inteligencia y valor, en ese orden, para burlar embestidas con propósitos éticos y estéticos.
La personalidad, si no se trae, ni yendo a bailar a Chalma hará su aparición. Y el sentimiento, ese don de algunas personalidades, capacidad privilegiada de emocionar y apasionar a las masas, es tan excepcional que cuando aflora en un novillero se dice que “tiene la onza”, es decir, la posibilidad de convertir en fama y dinero su facultad de sentir y hacer sentir.
Los muchachos que integraron el cartel de hace ocho días mostraron, quien más quien menos, poca inteligencia para salir del trance en forma decorosa, así como insuficiente valor para ponerse delante de toros auténticamente bravos, no de entra y sal, por lo que mejor harán en buscar otra manera de ganarse la vida.
Pero la lección de los encastados-desperdiciados novillos de De Haro no acabó en el ruedo, ya que la fuerza de la deidad táurica sigue recordándoles a los taurinos que con esa energía no se juega. La fórmula “secreta”, pues, para que la fiesta de toros recupere su brillo sigue siendo la misma: acordarse del toro auténticamente bravo y con toreabilidad, no para consagrar figurines, sino para librarse de éstos y de aprendices sin posibilidades.
Hoy en la Plaza México concluye otra temporada novilleril en la que algunos torearon de más sin haberse ganado la repetición, y otros, con méritos suficientes, ya no volvieron. Las entradas siguieron siendo pobres –a la falta de jóvenes interesantes agréguese la nula publicidad– y la distancia entre público y empresa es cada día más grande, como diría José Alfredo, el pamplonica.
Harán el paseíllo Hilda Tenorio, pundonorosa y sin suerte en el sorteo en dos tardes anteriores; Luis Miguel Pérez, quien logró emocionar al público a base de quietud y sello en el décimo festejo, y el francés Patrick Villebrun, nacido en Nimes hace 19 años, quien hace su presentación en esta plaza. Los novillos serán del hierro jalisciense de Villa Carmela.