■ Esos países antagónicos se benefician de la invasión, acusa periodista de Bagdad en México
Hay una alianza implícita entre EU e Irán que busca pulverizar a Irak y su cultura
■ Señala que las nuevas autoridades persiguen a los artistas críticos igual que el régimen de Hussein
Ampliar la imagen Hatem Abdulwahid Saleh cuestiona desde México al nuevo gobierno iraquí Foto: Francisco Olvera
Hatem Abdulwahid Saleh es un poeta y periodista iraquí refugiado en México. El drama de su vida es apenas un reflejo de la tragedia que vive su país desde hace cinco años. Rechaza por igual el dominio estadunidense que la influencia que ejercen en Irak los ayatolas de Irán. Nunca fue, en tiempos de Saddam Hussein, militante del partido Baaz. Hijo del barrio chiíta de Ahdamiya, a la vista del desastre ocurrido y a pesar de las estrecheces que existían bajo la dictadura de Saddam Hussein, echa de menos ese universo que desapareció bajo los bombardeos de los ejércitos estadunidense y británico en 2003: la convivencia entre sunitas y chiítas, una sociedad orgullosa de su pasado, el respeto al papel de la mujer en la familia, la cultura, el trabajo.
“Todo eso, como las calles, los viejos mercados, las facultades de las universidades, no son más que escombros”, dice.
—¿Es usted un nacionalista?
La pregunta le hace sonreír con ironía. “Ni nacionalista ni rebelde. Simplemente soy un iraquí que no puede callar ante la hecatombe”.
Añade: “Aunque me cueste la vida. Al fin que todos mueren: el rey, de aburrimiento; el burro, de hambre. Yo moriré de amor”. Pronto despeja la duda: no es una metáfora del árabe clásico sino la cita de un poeta occidental: Paul Eluard.
Hatem trabajaba como corrector y lingüista en la publicación Bait al Hikmah hasta que sobrevino la Operación conmoción y pavor ordenada por George Bush. Siempre colaboró en medios oficialistas porque no había otra forma de ganarse la vida. De vez en cuando sufrió represalias por su forma de ser y de pensar independiente. Después de abril de 2003, de la noche a la mañana, se encontró sin trabajo, vendiendo bocadillos a los paseantes en la plaza Al Maidan de Bagdad. Un amigo le recomendó ir a buscar empleo en el diario Al Iraqui.
Al llegar al edificio se quedó paralizado en la puerta. Más que la sede de un periódico, aquello parecía una sede de clérigos, donde entraban y salían hombres barbudos con túnicas negras. Los distintos grupos islámicos han tomado el control de la mayor parte de los medios de comunicación.
No le dieron trabajo. Por el contrario, le informaron que sus textos críticos al islamismo iraní, publicados en los años de la guerra entre Irán e Irak, le habían ganado una sentencia de muerte por parte de la milicia Al Qasas Al Aadil, una rama del ejército Mahdi.
Poco a poco vio cómo su mundo y su familia se fueron desmoronando. Su mujer fue obligada a divorciarse de él y a casarse con un alto funcionario del partido oficial. Hatem temió que su hija corriera la misma suerte y le buscó un marido. La casó con el hijo de un amigo. Sus dos hijos varones fueron expulsados de la escuela. Un día los milicianos irrumpieron en su casa, rociaron a Hatem con gasolina y le prendieron fuego. Luego de varias semanas de convalecencia en un hospital, una enfermera le advirtió que unos desconocidos pretendían llegar hasta donde estaba. Huyó. Primero fue a Siria y luego a Marruecos. Acto seguido, la Unión de Escritores de su país sumó su nombre a la lista de escritores proscritos que se publicó en el diario Al Mashreg.
“Tres ametralladoras en el tren a Dakar”
En Damasco escribió un ensayo titulado Tres ametralladoras en el tren a Dakar, una implacable crítica sobre la persecución de la cultura por parte de las nuevas autoridades iraquíes. “El gobierno de Nuri Maliki procede igual que en tiempos de Hussein, cuando periodistas y escritores eran enrolados por el gobierno en el aparato de espionaje político”. En su escrito advertía sobre la falta de legitimidad de los representantes de la cultura iraquí en el congreso del Pen International en Dakar.
A pesar de las apariencias y de la propaganda estadunidense contra Irán —asegura—, entre Teherán y Washington hay una “asociación implícita” respecto a Irak. Ambos países se beneficiaron con la ocupación.
“La estrategia de Estados Unidos no persigue solamente controlar el petróleo iraquí. En el fondo pretende diseñar una nueva correlación en el Medio Oriente, un plan en el que las minorías chiítas, las más conservadoras y retrógradas, juegan un rol esencial. Al final de cuentas, los chiítas son más pro Israel que las poblaciones sunitas”.
Hasta el patio de la Casa Refugio, el albergue para escritores perseguidos ubicado en la colonia Condesa, donde reside hace tres meses, llega el timbre de su teléfono. El poeta corre a contestar. Vive pendiente de sus llamadas. Puede ser Baraa, su hija de 25 años. Ella se quedó en Bagdad y últimamente ha sido hostigada, como venganza por los escritos de su padre, quien desde algunos medios independientes fustiga el endurecimiento de las fuerzas islamistas. Hace pocos días las autoridades badgadíes allanaron su casa y confiscaron sus pertenencias.
En su opinión, esta ha sido una guerra contra una cultura de más de diez mil años, raíz de muchas otras culturas. El saqueo de los museos y sitios arqueológicos, que no espontáneo sino planificado, es apenas una de sus aristas.
Explica otra consecuencia de la ocupación, el fortalecimiento del sistema tribal. “Con la guerra los jeques aumentaron su poder al grado de que las fuerzas estadunidenses han tenido que recurrir a ellos para controlar a las milicias terroristas, que también proliferaron. Las tribus reciben armas y financiamiento de EU y garantizan cierta estabilidad. Pero imponen a la sociedad un sistema primitivo, antidemocrático. Cada tribu es autónoma; su ley está por encima de las instituciones del país y cada una ve por sus propios intereses. Es una gran involución”.
—¿Cuál es, en su opinión, el mayor enemigo de Irak: Irán o Estados Unidos?
—Estados Unidos piensa en la globalización por encima de las culturas de los pueblos. Irán piensa en la expansión de las teocracias islámicas. Yo creo que estos dos objetivos van a pulverizar a un pueblo que tiene una cultura milenaria. Le voy a dar un ejemplo. Este año, en el examen de ingreso de los adolescentes a la preparatoria, se les hacía la siguiente pregunta: ¿Qué sabes de Mohammed Baquer Al Hakim? Es un líder del Consejo Supremo de la Revolución Islámica, muerto recientemente. Un iraní. ¿Por qué no asegurarse que la juventud iraquí conozca su propia historia? ¿Por qué no preguntar mejor por Hammurabi?”
El autor de la colección poética Poema a Bagdad, su amada ciudad, señala que hoy en día todas las fuerzas políticas importantes de Irak, de una forma u otra, están bajo la influencia de Estados Unidos o Irán. Cualquier opositor a estas dos influencias es tratado como terrorista.
—Es extraño. Estados Unidos e Irán son poderes antagónicos.
—Lo puedo documentar –afirma. El partido oficial, Al Dawa, tiene vínculos con Teherán; el Consejo Supremo de la Revolución Islámica, que es una fuerza sectaria, radical, controla a las milicias del Badr, responsables de numerosas matanzas. En la región kurda predomina el control de la milicia Beshmerga, que tiene el dominio sobre el Ministerio de Relaciones Exteriores y las embajadas de Irak en el exterior.
—¿Cree que un cambio de poderes en Estados Unidos acelere el retiro de tropas en Irak?
—No lo creo; no próximamente. La campaña electoral estadunidense sólo busca comprar votos y ganar tiempo.