■ La amistad abrió paso en la delicada luz que baña nuestro pensamiento, dijo Montemayor
Se desbordó la intensidad emotiva en el adiós a Rascón Banda
■ El dolor del dramaturgo por México se convirtió, hasta la extenuación, en su afán por conquistar una patria aún posible: Luis de Tavira
■ Artistas y amigos le tributaron un “gracias, maestro”
Ampliar la imagen El escritor Carlos Montemayor leyó una elegía en honor de su amigo y coterráneo Víctor Hugo Rascón Banda, ayer, durante el homenaje de cuerpo presente que se rindió al dramaturgo en el teatro Wilberto Cantón, de la Sogem Foto: Carlos Cisneros
Una hora y 40 minutos después, el féretro con los restos de Víctor Hugo Rascón Banda fue despedido entre prolongados aplausos y gritos de “bravo” y “gracias, maestro”, en la última escala hacia su destino final: el estado de Chihuahua, tierra natal del dramaturgo y abogado.
De entre quienes colmaron el teatro Wilberto Cantón, nadie pudo mantenerse ajeno, invulnerable ante esa emotividad y ese contraste de sentimientos que de forma profunda y efervescente se dispersaron por la atmósfera de la sala durante la ceremonia.
Varios lloraron de manera abierta, otros sollozaron en forma discreta, pero en la gran mayoría se agolpó la sensación de un nudo entre el pecho y la garganta que entrecortaba o de plano impedía el habla.
Así concluyó el homenaje de cuerpo presente que la Sociedad General de Escritores de México (Sogem) rindió la mañana de este viernes a quien fue su presidente desde 1999, uno de los más importantes dramaturgos, promotores y activistas culturales del último tercio del siglo XX mexicano y los primeros años de esta nueva centuria.
El acto, aunque estuvo muy concurrido, resultó íntimo, conmovedor. Un tributo a la vitalidad, la amistad incondicional y la coherencia entre el pensar y el proceder que distinguieron a Rascón Banda a lo largo de sus casi 60 años de vida.
Discursos y voces entrecortadas
Los discursos emotivos que entrecortaron la voz de los ponentes fue la tónica de la ceremonia, en la que los participantes, entre ellos los escritores Carlos Montemayor e Ignacio Solares, el director escénico Luis de Tavira y la actriz María Rojo, llegaron al alma con un sentido reconocimiento al entrañable e imprescindible amigo y creador, cuya muerte ocurrió este jueves, tras 15 años de luchar contra la leucemia.
Segundo en la palabra, después del dramaturgo Tomás Urtusástegui, Carlos Montemayor habló de Rascón Banda como el amigo generoso; relación que se estableció hace varias décadas, cuando ambos llegaron al Distrito Federal, entre un grupo de chihuahuenses que no tenían más puerta para tocar que la de la esperanza y que se abrieron paso a pulso en el idioma, en el país, en el mundo, en la conciencia.
“La amistad es una fuerza profunda que afirma a la vida, la fortalece; la amistad hace crecer al amigo, lo engrandece, lo hace más profundo, más firme. Su secreta urdimbre, su poderosa fuente es una forma de generosidad que no cabe en la sencillez de un limitado ser humano, de una solitaria persona”, sostuvo.
“Somos parte de nuestros amigos. Nuestro orgullo y nuestra vida se cumple también con la fuerza y la obra de nuestros amigos. Por ellos podemos sentir que nuestras vidas trabajan juntas, se abren paso en la delicada luz que nos baña el pensamiento y la emoción mientras vivimos”.
Dirigiéndose en forma imaginaria al dramaturgo, Carlos Montemayor concluyó: “Víctor Hugo, entrañable amigo, me enorgullece y te agradezco que hayamos compartido nuestra tierra natal, nuestro país, nuestra generación; que hayamos coincidido en el tiempo, en el fulgurante espacio de la vida que cada uno de nosotros ha ocupado, que seguirás ocupando hasta que el eco de nuestra última pieza termine o, quién sabe, hasta que el eco de otras fiestas nos recuerde y recupere o lejos instantes nos presientan”.
El ataúd yacía colocado justo al centro del escenario, flanqueado por un par de cirios, así como por decenas de coronas fúnebres y arreglos florales que, por su número, fueron dispuestos asimismo a lo largo de los pasillos de ambos costados del recinto e inundaban la sala con ese aroma tan inconfundible del que uno rehúye, acaso inconscientemente, por la triste situación al que está asociado.
Desde casi 20 minutos antes, el inmueble comenzó a saturarse por integrantes de la comunidad teatral: dramaturgos, directores de escena, actores y críticos.
Artistas de otras disciplinas también estuvieron presentes, lo mismo que funcionarios culturales, como los titulares del Festival Internacional Cervantino y del Instituto Nacional de Bellas Artes, Gerardo Kleinburg y María Teresa Franco, respectivamente; esta última, en su intervención, anunció que diferentes instancias federales y del DF preparan ya un homenaje a Rascón Banda, que incluirá la redición y la puesta en escena de varias de sus obras.
Arrebato y pasión
El ámbito político estuvo representado por el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Casaubon. De igual manera, entre la concurrencia figuró la ex titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Sari Bermúdez.
Uno de los momentos más intensos fue cuando se proyectó un video con una entrevista con Víctor Hugo Rascón Banda, en la cual describe que su escritura partía del arrebato y la pasión; es decir, no planeaba, sino que se ponía a trabajar en cuanto un hecho lo perturbaba, conmovía o indignaba.
“Me he propuesto –dijo en ese audiovisual– un teatro que perturba, que quiere denunciar, que quiere reflexionar, que quiere hacer preguntas; es un teatro que no se escribe por vanidad o por inspiración o por invención. Yo, como dramaturgo, no invento nada, simplemente traduzco las imágenes, las historias, los sueños que están allí y los vuelvo en papel, en obras. Así concibo el teatro, porque es síntesis, es palabra que revela, que reanuda, que avanza y que cuestiona”.
Hombre pleno y fecundo
Afectado, como ocurrió con todos los que intervinieron en el acto, el director Luis de Tavira definió al Rascón Banda como un “crítico lúcido de nuestras miserias políticas, cómplice solidario de todas las causas del arte y la cultura”.
Consideró que entre sus grandes legados se encuentran la pasión por la palabra y la escritura, así como el ímpetu y la tenacidad que mostró para seguir trabajando con gran frenesí durante los años de su agonía.
“Pudo asirse a la vida por gracia de la escritura y fue capaz de transformar en drama la escena misma de su propia muerte. Ese es el destino de la palabra, es el vestigio del otro en la memoria”, indicó.
“Fueron asombrosamente fecundos los largos años de enfermedad. Precisamente porque un escritor que persiste en crear no puede ser nunca un enfermo, sino que se convierte más bien en un médico, un médico de sí mismo y el mundo.”
A decir del director escénico, la salud como escritura consiste en inventar un pueblo que falta, y en ese sentido consideró que “Rascón Banda escribió con su asombro y sus recuerdos para hacer de ellos el origen y el destino de un México por porvenir, uno que pueda librarse de sus traiciones y sus negaciones.
“Así, su dolor por México se convirtió en el afán incansable hasta la extenuación por la acción cultural en la que reside la clave de una patria aún posible, nación que fuera justa.”
Para Luis de Tavira, una de las virtudes del creador consistió en indagar y perseguir la pista de esas sustancias peligrosas que subyacen ocultas detrás de la historia oficial, de los expedientes cerrados, de las cosas juzgadas y la amnesia.
Y a manera de rúbrica, enfatizó: “He aquí a un hombre pleno y fecundo, que supo vivir sus convicciones con tenacidad, que realizó cuanto pudo, y pudo en la medida de una generosidad inagotable, un hombre leal a sus ideas que se atrevió a vivirlas con congruencia incuestionables, lleno de una alegría por la vida que sabía contagiar. (…) Ha muerto Víctor Hugo Rascón Banda, le sobrevive el teatro”.