Usted está aquí: viernes 1 de agosto de 2008 Cultura El autor desató una escritura febril a partir de sus estancias en el hospital

■ Si se sabe vivir, no importan la enfermedad ni la muerte, decía

El autor desató una escritura febril a partir de sus estancias en el hospital

Carlos Paul

El escritor Víctor Hugo Rascón Banda padecía una enfermedad denominada leucemia linfocítica crónica –cáncer de glóbulos rojos– que puede ser controlada.

De acuerdo con las estadísticas, ese mal “le da sólo a dos personas entre cien mil”.

Durante más de una década, el dramaturgo pudo ocultar de la mirada pública su padecimiento. Sin embargo, fue en los primeros meses de 2003 cuando sus ingresos al hospital fueron más frecuentes y prolongados.

Sumando el tiempo, permaneció internado alrededor de año y medio, con algunos intervalos de recuperación, cuando escribió, entre otras cosas, cinco obras de teatro, dos guiones para cine y dos novelas.

Fue una etapa de febril escritura, “proceso existencial” que, en palabras del propio autor, cambió su visión de la vida y trastocó su quehacer teatral.

Por una parte, comentaría a La Jornada, “mi actitud hacia la vida es otra, ha cambiado la forma como veo los colores y degusto los sabores; cómo veo a las personas, a mi familia, a los amigos. También siento un gran peso moral de cómo corresponder a la solidaridad que me ofrecieron tantas personas”.

Y por otra parte, en tres de las obras que escribió durante ese tiempo, El muchacho azul, Ahora y en la hora y El deseo “aparece una especie de espiritualidad, así como cuestiones existenciales respecto de la muerte; y en la otra aparece una sensualidad más marcada”.

La religiosidad, la espiritualidad, la sensualidad, el amor, el deseo “nunca habían sido mis temas. No tenía obras que fueran comedias, ni historias de amor. Mis obras abordaban temas sociales, trágicos, nota roja, procesos injustos. Ahora mi teatro se volvió sensible a aquellos temas”.

Luego de una de sus salidas del hospital, Rascón Banda explicó: “Más que salir como un hombre religioso o un fanático, salgo transformado con la necesidad de una paz interior y otra actitud ante a la vida. Y frente a la escritura eso se va revelando”.

Entre sus propósitos figuraba “empezar a escribir con más serenidad, con menos prisa y más prudencia”, ya que antes lo hacía a cualquier hora, en la madrugada, en la oficina, en hoteles o aeropuertos.

Dos guiones cinematográficos

Saberse víctima de dicha enfermedad fue también lo que llevó a Rascón Banda a escribir, ¿Por qué a mí? Diario de un condenado.

Ese volumen “no intenta ser un relato de las tribulaciones o miedos propios de un condenado a muerte, sino una crónica con tintes políticos, poéticos, a veces con humor, a veces con el dolor que esa situación implica”.

Una de las enseñanzas para el dramaturgo, como resultado de esa experiencia, decía, “es que hay que aprender a vivir. Sabiendo vivir, no importa la enfermedad, la muerte”.

Sazón de mujer y El ausente, son otras dos obras que escribió durante su etapa de entradas y salidas del hospital. Hizo también el guión de la cinta La rosa de California, en la que se cuenta la historia de amor real entre la mexicana Concha Argüello y el capitán ruso Rezano, y el de La mujer que cayó del cielo, con la actriz Luisa Huertas, que quizá sea dirigida por el cineasta Carlos Carrera.

 
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