A 40 AÑOS
El movimiento
Las imágenes del 68 dejaron el espacio de la nota roja para ocupar las primeras planas
Ampliar la imagen Otra imagen inédita de Rodrigo Moya, en la cual aparece el rector Barros Sierra a la cabeza de la marcha
Ampliar la imagen Fotografías de María García y Héctor García publicadas en el suplemento La cultura en México
La construcción del guión paranoico de la teoría de la conjura, elaborado la última semana de julio por autoridades gubernamentales, cuya existencia ha sido corroborada por investigaciones recientes basadas en la apertura de documentos oficiales, no contó con una pieza del rompecabezas a la que faltó ajustarse, en los días posteriores, a los esquemas previsibles del comportamiento “políticamente correcto” de la clase política y su alineamiento previsible al Estado.
Lo anterior se refiere a la actuación del rector Javier Barros Sierra, quien a las pocas horas del atentado en San Ildefonso izó a media asta la bandera en Ciudad Universitaria, pronunció su famoso discurso sobre la violación a la autonomía y encabezó la primera marcha organizada de universitarios y politécnicos que posibilitó el surgimiento del Consejo Nacional de Huelga como interlocutor único del gobierno.
En unas cuantas horas Barros Sierra aterrizó el abstracto concepto de la autonomía, lo dotó de su poder movilizador y legitimó la existencia de un movimiento opuesto al autoritarismo del gobierno.
Fue tan eficaz la actuación política del rector en aquellos primeros días de agosto, que detuvo por un tiempo el linchamiento gubernamental contra los jóvenes, operado en las páginas de la prensa, y abrió una breve tregua en la postura antiestudiantil de los diversos medios, lo cual permitió el surgimiento de un espacio político para la organización del movimiento.
Debido a ello, este episodio representa uno de los eslabones más importantes en la lucha por el control y la difusión de las imágenes que tuvo lugar en el 68. La carga simbólica de las fotografías que retrataron al rector Barros Sierra encabezando una marcha pacífica por las calles del sur de la ciudad hizo saltar a la rebelión estudiantil de los límites estrechos de la nota roja al primer plano de la agenda nacional.
Incluso la cobertura fotográfica de diarios tan conservadores como El Heraldo de México se detuvo en consignar en sus pies de foto detalles tan significativos como la carretada de aplausos con que los habitantes del multifamiliar Miguel Alemán, en Félix Cuevas, saludaron el paso de la marcha desde los balcones de sus departamentos.
Otros medios con similar orientación ideológica enfatizaron la dignidad de Barros Sierra y el transcurso pacífico y civilizado de los estudiantes cobijados bajo su liderazgo.
Tal es el caso de La Prensa, que dejó a un lado, por una ocasión, los boletines oficiales para insistir en primera plana en que “millares de estudiantes y maestros, encabezados por el rector, efectuaron ayer una de las manifestaciones más grandes, pacíficas y ordenadas de que se tenga memoria”. Toda una deferencia hacia los estudiantes que no se volvería a repetir en las siguientes semanas.
Paradójicamente, la excepción de la jornada no provino de los grupos empresariales, tradicionalmente alineados con el gobierno, sino de algunos sectores de la izquierda, representados en la revistas Sucesos y Por qué?
Esta última propuso una cobertura gráfica de la marcha que denostaba la figura del rector y en la que denunciaba en los pies de foto el “oportunismo” de Barros Sierra, reflejado –supuestamente– en la decisión del funcionario de no prolongar la manifestación hasta el Zócalo y doblar por la avenida Félix Cuevas de regreso a Ciudad Universitaria.
Con base en la reiteración de estas coincidencias entre esa revista y la postura de las autoridades, algunos líderes del movimiento estudiantil han sugerido la existencia de un vínculo entre su director y la Secretaría de Gobernación.
En lo personal, y ateniéndome a la edición fotográfica, me parece que más allá de la supuesta injerencia gubernamental en las páginas de Por qué? lo realmente importante es subrayar la similitud de las posturas de los sectores más radicales del movimiento con el discurso oficial.
Una coincidencia inquietante que se mantuvo a lo largo de las siguientes semanas. Tal es la lectura posible que se desprende del manejo editorial de algunas de las fotografías publicadas en la revista dirigida por Mario Menéndez.
Por su parte, María García –una de las pocas fotógrafas del 68– realizó una interesante cobertura del episodio, sobreponiéndose a la hostilidad de algunos de sus compañeros de gremio, no habituados a la competencia femenina. La secuencia de sus imágenes fue publicada en La cultura en México, con el contexto crítico de la crónica de Carlos Monsiváis, que las potenció editorialmente como parte de la iconografía del 68 en los años posteriores.
Finalmente, Rodrigo Moya, quien a mediados del 68 comenzaba una nueva aventura como editor de una revista, se incorporó a la marcha en calidad de ciudadano y obtuvo vistas diversas de la manifestación que tuvieron como destino su archivo, lugar en el que hibernarían durante cuatro largas décadas.