■ El artista dublinés radicado en México muestra sus obras más recientes
Phil Kelly lleva su arrobador universo pictórico a la capital irlandesa
■ La exposición en la galería Hillsboro comprende una veintena de óleos y grabados de pequeño y gran formato
■ Sus creaciones poseen gran fuerza intrínseca, expresa un coleccionista
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Phil Kelly, en la galería Hillsboro, de Dublín, junto a uno de sus cuadros de gran formato
Foto: Eva Usi
Dublín, 28 de julio. La exposición titulada Phil Kelly: Irlanda y México, que fue inaugurada en la galería Hillsboro Fine Art, de Dublín, presenta la obra reciente del pintor irlandés radicado en México.
Se trata de una veintena de pinturas al óleo y grabados de pequeño y gran formato que despliegan ante los ojos del visitante el arrobador mundo pictórico de este singular artista nacido en Dublín, en 1950.
Bulliciosas escenas callejeras en la ciudad de México en las que un estallido de formas y crudos colores invade toda la tela, alternan con desnudos femeninos que rayan en el expresionismo abstracto. También se ven pinturas casi sonoras, manchas y líneas de fuertes contrastes que describen el ruido y ajetreo dentro de una cantina en el Centro Histórico de la capital mexicana.
La obra en exhibición es testimonio de la trayectoria de Kelly, sobre todo durante el lustro anterior, y refleja su constante búsqueda artística y amplia variedad de intereses como pintor.
El artista, que llegó por primera vez a México en 1982, es visto en su tierra natal como un pintor que tiene en su trazo un legado irlandés, pese a las escenas urbanas y paisajes de vivos colores de la patria adoptiva que lleva impregnados en su retina.
Influencia mexicana
“La obra de Kelly se enmarca en la tradición de Jack Butler Yeats, uno de las figuras más sobresalientes de la pintura en Irlanda en el siglo XX, pero también se puede ver la influencia primitiva y tribal del arte nativo estadunidense y de artistas del siglo XX como Willem de Kooning y Pablo Picasso.
“Eso se ve incluso en la obra permeada por la influencia mexicana a través de la luz y los colores, no tenemos esos cielos azules ni rojos maravillosos, ojalá los tuviéramos, tal vez por eso gusta tanto su obra”, afirma el director de la galería, John Daly.
La galería, que cuenta con dos iluminados y amplios espacios de exhibición, huele todavía a óleo fresco, y es que la última obra de Kelly, de gran formato, que ocupa la pared principal al entrar, fue concluida unos días antes de la apertura de la exposición.
La obra muestra un ángulo de la Plaza Parnell (Parnell Square), donde se encuentra el Museo de Escritores de Dublín.
“Phil no teme a los desafíos, muy pocos artistas estarían dispuestos a hacer una pintura en una gran tela, sin margen de error, unos días antes de la apertura en un taller que no es el suyo, en una atmósfera ajena. La terminó en un día y es perfecta, maravillosa, es la mejor de la exposición”, afirma Daly.
El galerista considera que Phil Kelly es un artista en ascenso, cuya disciplina y fecundidad recuerdan a Picasso, quien era capaz de pintar cinco o seis cuadros al día. “Trabajaba duro y Phil es igual”.
Un pequeño cuadro titulado Swirling skies (Cielos de remolino) muestra un paisaje de colinas y cielo ondulante de una amalgama de grises, ocres y azules, donde afloran reminiscencias luminosas de color puro, verde limón, siena y amarillo.
“Es casi un abstracto y usa mucho sus manos cuando pinta, a veces embarra el color sobre la tela, pero los que más conmueven son los cuadros que muestran con dureza la ciudad que ha adoptado como su hogar”, afirma Daly.
Uno muestra un paisaje urbano desde el balcón del estudio del pintor, que refleja las prisas en la calle y los colores brillantes de una metrópoli efervescente.
En la tradición de Yeats
La muestra presenta las exploraciones del artista en París y Dublín, Liffey sunset (Puesta de sol en el Liffey) es una vista del río de ese nombre que cruza la capital irlandesa. “Está pintado en la tradición de Yeats, aunque con bloques de color más sueltos”, afirma Daly.
Paris painting (Pintura parisina) es un paisaje del río Sena de una gran luminosidad, que juega con la abstracción sin dejar de ser figurativo.
Phil Kelly tiene muchos fieles seguidores, desde el premio Nobel de Literatura en 1995, Seamus Heaney, quien estuvo presente en la exposición, hasta el cocinero estrella británico Rick Stein, para el que Kelly pintó varios cuadros que cuelgan en su famoso restaurante en Padstow.
No podía faltar el mayor coleccionista de su obra, el abogado Thomas Honan, que lo sigue desde hace 10 años, cuando Kelly expuso por primera vez en Irlanda y le gustaría ver su obra regularmente en Dublín y no una vez cada dos años.
“Tengo unas 30 obras de Kelly y no he vendido ninguna, porque me gustan mucho sus creaciones; es tan apreciada que una vez que se tiene no quiere uno deshacerse de ella”, afirma.
Un grabado en tonos amarillos donde el Ángel de Independencia aparece en el centro de la obra cautivó al coleccionista. “Me hace pensar en la película Las alas del deseo, de Wim Wenders. Es una pieza maravillosa, canta sola”, indica.
“Siempre hay un ángulo distinto en su obra, que posee una gran fuerza intrínseca que cuando la miro me hace sentir feliz”, subraya.
Con una sonrisa, Phil Kelly dice preferir México a Inglaterra o Irlanda. Le gustan las calles de la ciudad de las que se aprende a veces más que de libros, y lamenta que los puentes peatonales ya no estén pintados de amarillo.
De alma generosa y sencilla, pero rebelde, el pintor se mantiene fiel a sí mismo y reitera su encendida pasión por la pintura, y eso no pasa inadvertido, al día siguiente de la apertura, la mayoría de su obra ya estaba vendida.