Usted está aquí: lunes 28 de julio de 2008 Opinión El mito tomasino

TOROS

José Cueli

El mito tomasino

José Tomás en el verano torero español se ha salido de la madre estadística. No se sabe dónde empezó su mito, ni dónde terminará, ni de dónde viene, ni a dónde va. Arrolladoramente su personalidad, impregnada de timidez y cachondeo a la muerte, se transfigura una y otra corrida, entre un torear desesperado y un torear clásico, entre sueño y delirio.

José Tomás tarde a tarde se olvida de lo aprendido para ser el que es, a pesar de ser lo inexpresable, lo inasible e instalarse en una manera de actuar diferente a la del resto de la torería. Torear no externo, sólo gesto, lenguaje abre barreras, que va más allá de lo visible y envía al aficionado a otro mundo invisible: la vida-muerte.

Este miércoles reapareció en la plaza santanderina en la histórica Cantabria, después de las cornadas sufridas en su paso por la Monumental de las Ventas madrileña. Al parecer en el ruedo, la palidez, lo delgado y sudoroso enmascaraban el drama íntimo del mito torero y hacían de su peregrinar por las plazas del mundo, un avatar traumático, desgarrador y sufrido de ese emigrar que marca su vida, signada por el fatalismo.

Corridas provincianas aprovechadoras del turismo veraniego sin mayor significación. Más al estar en el cartel, el diestro de Galapagar, la tarde se volvió en el centro del mundillo taurino y del no taurino.

Lástima que los toros de Victoriano del Río, que le tocaron en suerte, resultaron parados, sosos, mensos. Pero el público que se había retratado en las taquillas, pagando lo que fuera, le aplaudía pases aislados y una colocación donde no se para ningún otro torero y salió, ¡otra vez!, triunfador.

 
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