Usted está aquí: lunes 28 de julio de 2008 Espectáculos Murió Youssef Chahine, el último monstruo sagrado del cine egipcio

■ Hombre comprometido, plasmó en su obra sus ideas de izquierda y antislamistas

Murió Youssef Chahine, el último monstruo sagrado del cine egipcio

■ Casi nadie se atreve a tocar en serio temas realmente importantes, dijo una vez al referirse a la industria fílmica de su país

Aguas negras y Estación central, entre sus principales películas

Afp y Dpa

Ampliar la imagen Youssef Chahine, en plena acción Youssef Chahine, en plena acción Foto: Reuters

El Cairo, 27 de julio. El último monstruo sagrado del cine egipcio, Youssef Chahine, murió el domingo a los 82 años en El Cairo tras haber pasado seis semanas en coma a raíz de una hemorragia cerebral. El cineasta dejó una obra tan intimista como políticamente comprometida, sin lograr en su país el reconocimiento que obtuvo en el extranjero. “Youssef Chahine falleció a las 3:30 de la madrugada en el hospital militar de Maadi”, declaró su antiguo discípulo, el director de cine egipcio Jaled Yussef.

Sus exequias tendrán lugar el lunes en una iglesia del centro de El Cairo. El cineasta será enterrado después en el panteón de su familia en Alejandría, la gran ciudad del norte de Egipto, donde nació el 25 de enero de 1926, precisó la agencia oficial Mena.

Chahine estuvo hospitalizado en París durante un mes después de sufrir en Egipto una hemorragia cerebral, tras la que entró en coma el 16 de junio. El 17 de julio fue trasladado de vuelta a El Cairo, al hospital militar Maadi.

En unos 40 largometrajes utilizó su país, Egipto, como lienzo para plasmar sus ideas de izquierda y antislamistas; en 1997 obtuvo la Palma de Oro honorífica del Festival de Cannes por su obra, después de haber ganado un Oso de Plata en el Festival de Berlín.

Educado en francés e inglés, a los 21 años Chahine se fue a Pasadena, en California, Estados Unidos, a estudiar cinematografía y retornó a su país para liderar el cine egipcio, por entonces el más influyente del mundo árabe.

“Quería ser actor, pero se dio cuenta de que tartamudeaba un poco y que no era lo bastante guapo, por lo que se dijo que iba a actuar por medio de los otros”, recordó uno de esos actores, Omar Sharif, estrella mundial descubierta por Chahine.

Cínico encantador

La pobreza y la lucha obrera y por la independencia marcaron en los años 50 y 60 la obra comprometida del cineasta, quien utilizó sus melodramas neorrealistas para hacer llegar al público sus mensajes políticos.

Podía ser rezongón, cínico, encantador, gracioso y vanidoso. Era estimado inclusive por intelectuales egipcios a los que no les gustaban sus películas. Lo respetaban porque era un director valiente, que no se dejaba intimidar por la censura estatal ni por los islamistas. Y porque gracias a su alto nivel artístico ayudó a salvar el nombre del cine egipcio, que en los años recientes llamó la atención sobre todo con comedias y ruidosas películas de acción.

“El cine egipcio ha muerto”, dijo una vez en entrevista. “Las comedias egipcias modernas no tienen ningún nivel. Casi nadie se atreve a tocar en serio temas realmente importantes.”

En las entrevistas, Chahine manifestaba una y otra vez su rabia por lo que consideraba la política exterior profundamente amoral de Estados Unidos. Su aporte a la película colectiva 11’09’01, en la que participaron Ken Loach y Sean Penn, entre otros, fue un filme controvertido.

En ese corto se le aparece el fantasma de un marine estadunidense de origen árabe, muerto en un atentado en Beirut.

Para el ciudadano del mundo Chahine, quien conoció a Alejandría en su juventud aún como una ciudad abierta, en la que junto a los árabes también vivían griegos e italianos, la estrechez de criterio y la mojigatería eran insoportables.

Entre sus principales películas destacan Aguas negras (1956), con Sharif; Estación central (1958), y La Tierra (1969), obra maestra poética y política, consagrada al mundo agrícola.

Su apoyo a los combates para la independencia argelina en Djamila la argelina (1958) se sumó a su celebración del panarabismo en películas como Saladin (1963).

Su ideología, demasiado izquierdista para el régimen egipcio, y sus roces con el poder, que no cesaron hasta su muerte, se tradujeron en fuerte censura y en exilio voluntario en Líbano y Francia.

Sin renunciar al cine político, Chahine se lanzó a rodar una trilogía autobiográfica con Alejandría... ¿por qué? (1978), La memoria (1982), Alejandría aún y siempre (1989).

La expansión del islamismo sublevó a Chaine, que en su infancia había conocido un Egipto tolerante, multiétnico, en el que los cristianos como él y los judíos vivían en armonía.

El emigrado (1994), inspirada en la vida del patriarca bíblico José, y El destino (1997), sobre la vida del filósofo árabe del siglo XII Averroes, le hicieron ganarse el rechazo y la censura de los integristas egipcios.

Crítico del régimen autócrata egipcio, su última película, El caos, codirigida con Jaled Yussef en 2007, no tuvo el éxito esperado en Egipto ni en el extranjero.

Reacciones

“Muerte de Youssef Chahine”, anunció la televisión pública egipcia el domingo por la mañana, mientras difundía fragmentos de sus películas e imágenes de archivo del director de cine.

El presidente del Festival de Cannes, Gilles Jacob, aseguró que el festival “llora a un gran cineasta, pero también a un amigo, modelo y ejemplo.

“Para nosotros, era Jo: un realizador valiente, un poeta imaginativo, un hombre libre desbordante de humanidad”, añadió Jacob.

 
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