■ Cumple una condena de 40 años en el Reclusorio Norte por narcotráfico y la muerte de Camarena
Francisco Tejeda cambió las drogas y los rifles por lienzos y pinceles
■ Para el maestro Paco la pintura es una actividad científica y el artista es inventor por naturaleza
■ No me interesan la fama y el dinero; lo único que deseo es salir de aquí lo más pronto posible, pide el artista
Ampliar la imagen Composición de imágenes que reflejan la vida dentro del reclusorio, una de las obras de Francisco Javier Tejeda
Ampliar la imagen El maestro Paco con uno de sus inventos relacionados con el arte de la pintura: el caballete giratorio Foto: José Carlo González
¿Famoso?, repite varias veces en murmullos apenas perceptibles, como si masticara esa palabra, hasta que finalmente espeta: “¡No! No me interesan la fama ni el dinero; lo único que deseo es salir lo más pronto de aquí, estar con mi familia, poder seguir pintando, ser artista y vivir de ello”.
Veintritrés son los años que Francisco Javier Tejeda Jaramillo acaba de cumplir de su condena de 40 en el Reclusorio Norte de la ciudad de México, relacionado con el cártel de Rafael Caro Quintero y como uno de los 20 coacusados por el homicidio del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar.
“Yo sí andaba de narcotraficante, la verdad; yo sí andaba con ellos. Fui policía judicial y me dejé corromper, me gustó el dinero fácil”, reconoce con cierto pudor. Lo que sí rechaza tajantemente es su participación en dicho asesinato: “Estoy aquí por algo que no decidí, ni hice; me embarcaron y ni modo. Estoy aquí por un error de juventud”.
Afable al trato, el maestro Paco, como se le conoce en el reclu, no esconde su emoción por ser entrevistado. Y es que si de algo se siente orgulloso es de “haber cambiado los rifles por el pincel”.
A un par de semanas de cumplir 56 años de vida, la fama de este hombre, nacido en Colima, ha rebasado ya las rejas de ese centro penitenciario, merced a las varias exposiciones pictóricas y subastas en las que ha participado su obra, tanto en México como en Estados Unidos.
Pero también han sido trascendentales sus más de dos décadas de labor al frente del taller de pintura de la prisión, de donde han surgido algunos artistas profesionales.
Un botón de ese reconocimiento extramuros fue que apenas el pasado 14 de julio José Luis Cuevas, en una visita que efectuó al Reclusorio Norte, elogió esa doble faceta del creador e inclusive, en un acto simbólico, lo “bautizó” formalmente como pintor, hecho del que quedó como constancia un lienzo autografiado por aquél, el cual se encuentra colgado en el centro de la pared del taller.
En medio de decenas de pinturas propias y de sus estudiantes, Francisco Tejeda recuerda que cuando llegó a la cárcel pensó en “seguir siendo narcotraficante, y me ponía a pensar cómo, desde este lugar, podía pasar droga a Estados Unidos; pero de repente, no sé si fue la soledad o qué, me puse a estudiar y a aprovechar el tiempo en vez de estar pensando tonteras.
“Le dije a mi esposa que me trajera libros –recuerda–, porque 40 eran muchos años y no podíamos estar viviendo de dinero regalado ni mal habido, debía trabajar”.
Comenzó así a estudiar arquitectura, electricidad, carpintería; aprendió a hacer vitrales, “en fin, todo lo que se podía, porque si algo sobra en la cárcel es tiempo”. La pintura fue una actividad a la que, en principio, rehusó adentrarse debido a que estaba harto de ella, ya que durante 10 años trabajó en Tijuana “pintando cuadros artesanales sobre terciopelo” para ser vendidos a los turistas.
No obstante, el llamado de esa disciplina fue más fuerte y el maestro terminó por rendirse a ella con una pasión que nunca había experimentado, “devorando cuanto libro de arte y técnica me llegaba”.
Un proceso de preparación intensivo y extenuante que le llevó siete años y cuyos conocimientos decidió compartir más adelante mediante la escritura del libro Los materiales de comprobada permanencia en la pintura al óleo, “manual que en mucho ayuda a quienes decidan aprender este oficio”.
Admirador de El Bosco, Goya, José María Velasco, Juan Soriano, pero sobre todo de Francisco Toledo, el maestro Paco considera a la pintura una actividad científica, de allí que rechace encasillarse con alguna técnica y buscar un estilo propio.
“Siempre estoy en búsqueda constante, porque creo que el artista es inventor por naturaleza. Cada día entramos al taller a hacer un invento, y éste es algo siempre distinto. La diferencia es que en el arte salen a flote las alegrías, los dolores, las rabias, en fin, lo más oscuro y lo más bello del ser humano”.
Ese afán de búsqueda se refleja en el pintor también en otra faceta: la de inventor, desde la cual creó un caballete giratorio (inspirado en el mecanismo de las lámparas que se utilizan en los restiradores), pero también zapatos tenis a los que se les puede desprender la suela, una serie de sillas que le ayudan a su trabajo y focos reutilizables.
De su forma de pintar, explica, le interesa más la composición que el tema, como ocurre con una canción. Asume que las suyas son preocupaciones y temáticas más del orden interior, sicológico.
En esa línea inscribe la serie en la cual trabaja actualmente, Tío Sam, en la que cuestiona y crítica la voracidad insaciable de los gobernantes gringos en pos de obtener petróleo, sin importarles la crueldad del precio, como se refleja en la guerra de Irak.
La plática se extiende por más de dos horas, y este hombre que fue mecánico, carpintero, buzo profesional, estudiante de aviación, y quien se encuentra casado con una ex miss Durango (con la que procreó dos hijos), concluye la plática:
“No sé porqué las autoridades federales no me dejan salir. Dicen que no estoy readaptado, cuando las autoridades de aquí aseguran lo contrario. No quieren darme el beneficio. Pero cuando salga, viviré de la pintura, fundaré una galería, una escuela y una unión de artistas”.
Por último, hace una petición: “A ver si pueden decirle al maestro (Francisco) Toledo que se anime a darse una vuelta por acá, para que vea lo que estamos haciendo”.