A la mitad del foro
■ Recordar la historia y mirar al futuro
Ampliar la imagen El candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama, durante el mitin del jueves pasado en Berlín, Alemania Foto: Ap
Hubo en Berlín multitudinaria, formidable consulta popular. Ahí se puso a prueba el liderazgo capaz de movilizar a las generaciones del descontento, a millones que han repudiado las políticas que ofrecieron el cambio y prometieron abrir las fronteras a la visión global. A quienes acuñaron el término globalifóbicos y levantaron muros para impedir el paso de personas por donde circulan sin regulación alguna capitales y mercancías. El libre mercado. La ética de mercaderes.
En Berlín hubo consulta popular. Y más de 200 mil rebeldes al yugo del cambio con los ojos en la nuca, al fin del pasado con la mansa aceptación del fetiche electoral, la muerte de las ideologías; de la utopía, el horizonte como referencia constante. Cambio que ve al futuro; no vueltas a la noria de una transición en presente continuo. Los del malcontento acudieron a la voz de un líder, orador capaz de ofrecer esperanza a los marginados y pedirnos a todos ver al futuro, derribar los muros que aún separan el mundo: “los muros entre los países que tienen más y los que tiene menos, los muros entre razas, entre tribus, entre credos, entre inmigrantes y nacionales”. Barack Obama se llama, mulato, hijo de inmigrante kenyano y de una mujer blanca nacida en el corazón de Estados Unidos de América.
Liderazgo que habla de cambio para dejar atrás el mercantilismo guerrerista, la tozuda visión unilateral del neoconservadurismo a la sombra de la ignorancia supina de George W. Bush. Es el “mestizaje” que presenta un nuevo rostro a Europa, había dicho El País. En nuestra lengua hay decenas de nombres para designar los variados mestizajes de las tres sangres que nos hacen mexicanos: la española, la india, la negra. Mulato es Barack Obama, líder y orador político capaz de agitar a los conformistas y atraer a los inconformes de la globalidad para incorporarlos a la democracia representativa, a la política, arte de lo real y lo posible. Sin miedo a decir en voz alta: “mi país no es perfecto (...) nos hemos equivocado y nuestras acciones en el mundo no han estado a la altura de nuestra voluntad.”
“En ocasiones hemos tenido que batallar para cumplir la promesa de libertad y de igualdad para todo nuestro pueblo.” En la nueva Europa llamó a hacer más, a una mayor responsabilidad ante los desafíos del presente. En París, junto al presidente Sarkozy, reivindicó la antigua y firme alianza. No cedió a la insistencia de los medios que le pedían cuestionar la guerra de Irak y a George W. Bush; apeló a la que llamó “magnífica tradición” de la política estadunidense: en viaje al extranjero, un político no debe hacer críticas al titular de la Casa Blanca.
Hoy domingo, los mexicanos participaremos en una consulta nacional. Nada hay de ilegítimo en el ensayo de democracia participativa propuesto formalmente por Marcelo Ebrard, reclamado airadamente por Andrés Manuel López Obrador. Atrás quedó el bizantino debate sobre la consulta y sus consecuencias; desde luego, “no vinculatorias”, esto es, sin efecto formal alguno sobre el voto en el pleno del Senado y después en la Cámara de Diputados. Algo ha de influir en el ánimo de los legisladores un sí o un no. Pero López Obrador declara en Jalisco que cuando el pueblo dice no, es no. reminiscencias del rapto retórico de Carlos A. Madrazo: “Cuando el pueblo dice que es de noche, es hora de prender los faroles, aunque brille el sol en su cenit.”
Desmesuras tropicales aparte, la firme oposición del PRD fijó los tiempos del debate y los límites de las iniciativas de reformas a Pemex presentadas por el presidente Felipe Calderón. El dilema no era qué, sino quién. No está en juego la imposible privatización, sino quién podría llevar a cabo acciones reservadas al Estado, con el cubilete en la mano, en juego de birlibirloque sin el ingenio de Humpty Dumpty. Hubo consulta y debate público en el Senado. Amplia y suficiente; casi toda informada, algunas veces pobre de miras y con paupérrimos argumentos. Pero acudieron expertos, académicos, analistas de la iniciativa privada, del mundillo oficial y oficioso; muchos notables y alguno que otro mexicano del común. Logro del PRD y oportuna lección de oficio político a cargo del priísmo que parece haber aprendido a sumar.
En cuanto concluyeron los trabajos de las mesas del Senado, Manlio Fabio Beltrones presentó formalmente las iniciativas de reforma del PRI. Forma, fondo y el discurso del método para dar su valor a los tiempos en política. Beltrones cosecha lo que se barbechó y sembró a tiempo; asume el reconocido liderazgo al concluir lo que había expuesto en lo esencial Jesús Murillo Karam; lo que tuvo resonancias ideológicas y devolvió vitalidad al PRI al fundar motivos y razones en lo acordado en asamblea. Y eso fue lo que pacientemente tejió Beatriz Paredes, para lucir con orgullo los colores desde Altamira, Tamaulipas. Allá, donde hoy padecen los daños catastróficos del paso de los vientos huracanados y la lluvia que cae.
Muy bueno sería que hoy acudieran decenas de miles de mexicanos a la consulta nacional. Mejor que los organizadores lograran organizarla y ofrecer resultados confiables, oportunamente, sin tropezar con la incompetencia operativa que los ha hecho trastabillar y fracasar en todas las elecciones internas del PRD nacional. No hay por qué esperar un fiasco, ni el desánimo sembrado en la costosa campaña mediática oficial de medias verdades y auténticos agravios de la petulante oligarquía: proclamaron la ignorancia, la incapacidad de la gente (ahora ni la derecha ni la izquierda hablan del pueblo, dicen “la gente”) para entender los complejos asuntos técnicos de las reformas petroleras. Hecha la consulta, el PRD tiene que presentar sus iniciativas. Ha hecho propuestas. Y estas no son materia de trabajo en comisiones.
Líneas arriba hablé del liderazgo del notable orador que convoca al cambio. Igualdad y libertad son palabras de fuerza incontenible. Obama es prueba del valor de la palabra; exhibe el rostro mestizo que puede revalorar el sueño americano. Lo que no puede alterar ni el pasado de la esclavitud, ni el presente imperial del dinero y las armas al servicio de los que tienen más. Si llega a la Casa Blanca el senador demócrata podrá convocar a que: “con la vista puesta en el futuro, con voluntad en nuestros corazones, recordemos nuestra historia, respondamos a nuestro destino y rehagamos el mundo otra vez.”
Desde abajo, ya que se trata de rehacerlo. Aquí, cuando la revolución degeneró en gobierno, las oposiciones denunciaron el maximato callista. Luego hubo burlonas versiones de minimatos. Y con la entronización de la derecha, el yugo que no saca al buey de la barranca. Manuel Espino llama “capos” a los jóvenes colaboradores de la Presidencia; denuncia, amenaza y se atribuye el triunfo electoral de Felipe Calderón. Germán Martínez, dirigente del PAN, y Juan Camilo Mouriño, secretario de Gobernación, acuden dócilmente a una librería, se toman la foto con Espino, quien los lleva de la mano a cenar en el rancho de Vicente Fox.
El alto vacío no recordó el apellido del dirigente panista. Gracias “por haber dado a México futuro y democracia”, le respondió Germán. La genuflexión pública de Juan Camilo Mouriño ciega el conducto con los partidos de la pluralidad. Ha vuelto Vicente Fox.
Cangrejos al compás, marchemos para atrás.