Usted está aquí: jueves 24 de julio de 2008 Opinión Navegaciones

Navegaciones

Pedro Miguel
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■ Décimas de la consulta

Hay cosas que se ponen de moda y que luego rozan la eternidad. A finales del siglo XVI, en España, Vicente Gómez Martínez-Espinel, quien además de ser poeta era narrador, vihuelista, maestro, vagabundo, parrandero y cura, empleó con enjundia una estrofa octosílaba de 10 versos con rimas ABBAACCDDC (o sea que el primer verso rima con el cuarto y con el quinto; el segundo, con el tercero; el sexto, con el séptimo y el décimo, y el octavo, con el noveno), y con tan buena suerte que pasó a la historia como inventor de esa forma, a la que hoy día se conoce como espinela, y aunque estudiosos como Gili Gaya y de Mal Lara establecieron que otros la habían usado antes que el mofletudo autor malagueño, responsable, eso sí, de dotar de su quinta cuerda a la guitarra española.

La preceptiva castellana registra varias clases de composiciones de 10 versos, como la copla real, el ovillejo, la seguidilla chamberga y el zéjel, de origen judío o moro, pero la espinela se ha vuelto la décima por excelencia y se le cultiva y cosecha en el cante jondo andaluz, en los sones veracruzano, huasteco y cubano, en el canto llanero de Venezuela, en la paya o payada del Cono Sur y en la piqueria colombiana. Esa difusión en el canto popular no le ha impedido permanecer en el ámbito de la poesía culta, desde Pedro Calderón de la Barca hasta el vigesimónico Elías Nandino, ambos decimistas clásicos, es decir, dignos de imitación:

Cuentan de un sabio, que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas yerbas que comía.
¿Habrá otro –entre sí decía–
más pobre y triste que yo?
Y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó.
(Calderón)

De tanto saberte mía.
muerte, mi muerte sedienta,
no hay minuto en que no sienta
tu invasión lenta y sombría.
Antes no te conocía
o procuraba ignorarte,
pero al sentirte y pensarte
he podido comprender
que vivir es aprender
a morir para encontrarte.
(Nandino)

A los culteranos que cultivan la décima se les llama decimistas, en tanto que a los trovadores y juglares del pueblo se les conoce más bien como decimeros. Los hay inmensos, decimeros mayores, como el veracruzano Arcadio Hidalgo, los colombianos Pedro Juan Pacheco Salas y Alejandro Martelo Escobar, los cubanos Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, cantor de la guayabera, y Jesús Orta, El Indio Naborí, el payador argentino López Terra, el dominicano Antonio Rodríguez, Tulí, el negro peruano Nicomedes Santa Cruz... Tendrán razón quienes digan que entre estos nombres hacen falta muchísimos, pero esto no pretende ser el Panteón de la Décima, la cual, por lo demás, no es afición vetusta y se ha infiltrado en los recodos internéticos. En ellos he establecido contacto con decimeras contemporáneas, magníficas y asombrosas, como Ana Zarina Palafox y Lourdes Aguirre Beltrán. Y hay, por supuesto, muchas décimas esplendorosas sin autor conocido que andan rebotando por ahí, de fandango en fandango, de payada en payada, de parranda en parranda.

Define Madre Academia, aunque no siempre le hagan caso: “Combinación métrica de diez versos octosílabos, de los cuales, por regla general, rima el primero con el cuarto y el quinto; el segundo, con el tercero; el sexto, con el séptimo y el último, y el octavo, con el noveno. Admite punto final o dos puntos después del cuarto verso, y no después del quinto”.

Pero cada cual las hace como puede o quiere, a veces con rimas consonantes y a veces con asonancias, o mezcladas, aunque el esquema ABBAACCDDC suele ser sagrado, tanto en el cielo de los encorbatados como en la tierra de la juglaría.

Este domingo, en varias entidades del país, se realiza la primera fase de la consulta energética “Yo decido”, para que la ciudadanía apruebe o rechace la pretensión calderonista de privatizar la industria petrolera. Compuse unas décimas al respecto, que andarán circulando en emails y volantes, y en versión más lépera:

I
EI domingo veintisiete
me levantaré temprano
y mi voto ciudadano
se alzará contra el trinquete
que pretende el gabinete
de Felipe Calderón:
despojar a la Nación
de su petróleo, y de paso,
colocarle un fregadazo
a nuestra Constitución.

II
Se me pregunta primero
si quiero darle mi aval
al plan gubernamental
de compartir el dinero
del producto petrolero
con los consorcios privados
y de ver privatizados
transporte, distribución,
almacén, refinación
del crudo y sus derivados.

III
Se inquiere, a continuación,
y si mal no lo recuerdo,
si yo estaría de acuerdo
que se otorgue aprobación
y el Congreso de la Unión
dé respuesta afirmativa
a la tal iniciativa,
lo que a mi modo de ver
podría al país torcer
en forma definitiva:

IV
Si el despojo se tolera
de los bienes petroleros,
nos quedaremos en cueros
y podrá venir cualquiera
corporación extranjera
a cobrar por nuestro crudo.
Mayor infamia no pudo
imaginar el pelele
y sigue, muele que muele,
cada vez más testarudo.

V
La reforma que se cuece
“es de sentido común”,
dice Felipe, y según
él, Pemex se fortalece.
Por más que siga en sus trece
y que no quiera entender,
tenemos que detener
su ley privatizadora;
por eso nos toca ahora
nuestro derecho ejercer.

VI
La consulta ciudadana
que comienza este domingo
les hará saber que un chingo
de población mexicana
no quiere esa ley marrana
y a Pemex va a proteger;
son nietos de los que ayer,
de muy resuelta manera,
la expropiación petrolera
salieron a defender.

VII
Vamos a votar, pues, gente,
y démosle una lección
a Felipe Calderón
sobre lo que el pueblo siente,
pues su reforma indecente,
aunque agrade al madrileño,
no la permite el defeño
y fue concebida en vano,
que el petróleo mexicano
sépanlo, ya tiene dueño.

La entrega anterior (“Oráculo del muro”) tendrá continuación en las navegaciones de las próximas semanas con temas semejantes, y van abrazos para Guadalupe García y para Ingrid Suckaer.

Hace unos días, Eduardo R. Huchim me sugería que compusiera una décima con un contenido análogo al celebérrimo soneto del Fénix de los Ingenios que empieza con “Un soneto me manda a hacer Violante” y que viene a ser un autorretrato de esa forma prosódica. A ver qué sale:

Dicen que diez versos tiene
el fruto del decimero,
y si éste ya es el tercero,
el cuarto ajustando viene.
En el quinto se detiene
la rima con que empecé;
el séptimo aquí se fue
y si al octavo me tardo,
no te impacientes, Eduardo,
que al décimo terminé.

 
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