Veintisiete mujeres artistas
El Museo Mural Diego Rivera, ubicado en la Alameda, que dirige Carmen Gaytán, exhibe una selección de la muestra Mujeres artistas en el México de la modernidad: las contemporáneas de Frida auspiciada por el Museo Nacional de Arte Mexicano, de Chicago, con curaduría de Dolores Mercado y del director Carlos Tortolero.
Varias artistas que integraron la exposición Historia de mujeres, en el Marco (Monterrey) hace tres meses, repiten presencia: Frida, María Izquierdo, Rosario Cabrera, Angelina Beloff, Lola Cueto, Olga Costa, Celia Calderón, Rosa Roland, Tina Modotti, Lola Álvarez Bravo, Remedios Varo, Leonora Carrington, Alice Rahon, Kati Horna y Cordelia Urueta.
A la presente exposición se agregó a Carmen Antúnez, Nahui Olin, Aurora Reyes, Isabel Villaseñor, Mariana Yampolsky, Elena Huerta, Elizabeth Catlett, Andrea Gómez, Sarah Jiménez y Fanny Rabel. Las cuatro últimas, además de Carrington, viven.
Desde mi punto de vista hay una ausencia notable: Elvira Gascón, quien con su esposo Roberto Fernández Balbuena llegó a México con el exilio republicano en 1939. Celebradísima como dibujante, Elvira pintó murales (varios en templos). Ojalá se conserven los de la iglesia de Zongolica, sitio veracruzano de población nahua.
Es tan pertinente traer a cuento hoy día a mujeres artistas, que al parecer el Museo de Arte Moderno prepara una más. Es pertinente, porque si revisamos la antología de Carlos Mérida publicada en 1937 por Frances Toor, encontraremos que sólo María Izquierdo comparece, en un elenco de 25 artistas en total, de modo que entre más cargada a la historia reciente o no tan reciente se arme una exposición de artistas mujeres, mayor posibilidad habrá de recuperar nombres que sí están olvidados y también mejores opciones de calibrar la producción de algunas, merecedoras de muestras individuales, que den cuenta de la totalidad de sus quehaceres.
Este sería el caso de Lola Cueto (Dolores Velásquez Rivas), autora a mi parecer de las piezas más logradas que se exhiben en la presente muestra: dignas de las más exigentes colecciones. Son tapices de seda sobre respaldo de algodón.
El que más impacta, de 1925, pertenece a la familia Lance Aaron. No se exhiben grabados de Lola, pero los hay en el acervo del Museo Nacional de Arte.
María Izquierdo se encuentra representada sólo con el Retrato de Deine Moya (1945), que no está entre sus obras mejores, pero hay que tener en cuenta que el Instituto Cultural Cabañas, en Guadalajara, presenta ahora una muestra individual de la pintora, integrada exclusivamente con piezas de la colección Blaisten.
En cambio, de la estadunidense avecindada en México Elizabeth Catlett, cuya presencia es más que bienvenida, hay buena selección de esculturas, que junto con las de Rosa Castillo constituyen puntos fuertes.
Pero me parece en cambio que las simpáticas piezas de Carmen Antúnez no conciertan en este contexto, por exquisitas que sean. Correponderían mejor al Museo del Estanquillo, por ejemplo, de lo contrario también pudieron agregarse aquí creaciones de Carmen Caballero.
Nahui Olin (Carmen Mondragón) está representada con una de sus pinturas que ilustra su idilio con el capitán Agacino y además con una pareja de gatos, en pleno abrazo amoroso. El felino rubio es ella.
Lo que sabemos sobre su pintura se debe en buena medida al enamoramiento que desarrolló Tomás Zurián, no de su persona, sino de una fotografía, además de los estudios que le dedicaron Olivier Debroise y Adriana Malvido, sumados a entrevistas de Elena Poniatowska, autora del texto de la publicación bilingue editada en Chicago.
En 1992, el Museo Estudio Diego Rivera, entonces dirigido por Blanca Garduño, ofreció una memorable exposición de Nahui Olin. Entre otras razones, está presente en el imaginario colectivo de muchos no sólo debido a su volcánica pasión por el Dr. Atl, sino también gracias a los espléndidos desnudos fotográficos de Antonio Garduño.
Hay en la muestra un retrato al óleo de Nahui Olin que pintó su amiga Rosario Cabrera (1901-1975), quien fue también una mujer bellísima y pintora de altura que exhibió en la Bernheim-Jeune en París.
Hay un enigma en su vida. Se ignora la razón por la cual dejó de pintar en 1929. Una tesis de maestría sobre Rosario Cabrera constituiría excelente aportación al tema de las mujeres artistas en la historia del siglo XX.