Aniversarios
En estos días se han producido fechas a las que me siento absolutamente ligado. Tal vez se trata de fetichismos, pero lo cierto es que, de alguna manera, a veces, más allá de lo que significan universalmente, para mí tienen un valor especial. Se vinculan con acontecimientos de mi propia vida que han sido factores que han determinado mi historia personal y la de muchos más, por modestas que sean.
Pienso en el 14 de abril. En esa fecha, en 1931, el pueblo español votó por el establecimiento de la República. Había un cansancio natural respecto de la monarquía y sus mecanismos de sucesión.
No olvido que la de 1931 no fue la primera República. Antes, a mediados del siglo XIX, había existido una primera, de muy escasa duración, a la que se asociaban nombres ilustres como el de Emilio Castelar, pero muy pronto tomó el poder de nuevo la monarquía, imponiendo, inclusive, a un rey italiano, Amadeo.
Era rey Alfonso XII de Borbón y en unas elecciones municipales el pueblo eligió la República. El rey no abdicó, pero salió de España para vivir, primero en Portugal y después en Roma. Allí, por cierto, nació su nieto Juan Carlos.
La República, que fue presidida por don Niceto Alcalá Zamora, tuvo también una vida efímera. A la presidencia llegó, por renuncia de don Niceto, uno de los intelectuales españoles de más prestigio, Manuel Azaña, escritor y orador insigne.
En las elecciones de 1934 recuperó el poder la derecha encabezada por Gil Robles y al volver la izquierda en 1936 se produjo la sublevación.
El 18 de julio, segunda fecha, el ejército se sublevó al mando, en primer lugar, del general Cabanellas, padre del ilustre laboralista del mismo nombre, pero muy pronto Francisco Franco se hizo del poder.
Fue una guerra cruel, internacional, de tres años casi, a la que siguió el exilio, afortunadamente con la familia unida: padre, madre y cuatro hermanos, sin olvidar las bajas lamentables de otros miembros, como mi tío Sadí de Buen, fusilado por las fuerzas franquistas; el tío Fernando Lozano, hermano de mi madre, encarcelado por ser masón y allí murió, y el tío Eliseo de Buen, encarcelado también hasta el fin de la guerra.
El exilio en Francia fue aprendizaje y turismo para mis hermanos y para mí. Banyuls sur Mer, en la costa del Mediterráneo, Toulouse y París. A la capital de Francia llegamos el 12 de julio y fuimos con mi padre, dos días después, a celebrar el 14 de julio, el 150 aniversario de la Revolución Francesa. A la llegada de los alemanes, en junio de 1940, emigración milagrosa a Burdeos y embarque en el Cuba con destino a Santo Domingo y, fin de fiesta, el 26 de julio de 1940, en Coatzacoalcos, inicio de una nueva vida, absolutamente definitiva. El dictador Trujillo no nos dejó desembarcar en su capital: llevaba su nombre y gracias a mi general Cárdenas pudimos acabar el viaje en este paraíso que es México, a pesar de todo.
14 de abril, 18 de julio, 14 de julio, 26 de julio: cuatro fechas que representan toda una vida y generan recuerdos, espléndidos y terribles. Pero no ha sido nada mala la vida que esos acontecimientos me han provocado. Por el contrario, egoístamente, creo que las cosas, con mil dificultades intermedias, han sido buenas por no decir que excelentes. Y soy de los que se conforman con poco.
Además, ¿qué chiste tiene la vida si no cuesta mucho, mucho trabajo?