■ El poeta charló con la prensa sobre su nuevo libro Los otros
Escribí con seudónimos para superar un intimismo muy denso: Gelman
Monterrey, NL, 18 de julio. Las desgracias humanas no siempre propician mayor inspiración. “Cuando me tocó salir exiliado de Argentina –manifiesta el poeta Juan Gelman– duré cuatro años sin poder escribir; vivía en un país con otra lengua, otra gente, lejos del mío, pasaban cosas terribles, el choque ése me cohibió por cuatro años; estaba en Italia”.
En rueda de prensa previa a la presentación de su libro Los otros, que reúne las creaciones que firmó con algunos de sus múltiples seudónimos a lo largo de tres décadas y fueron recopiladas por José Ángel Leyva, agregó que los premios son reconocimientos, alientan y contribuyen a que la obra se difunda más, “pero no escriben por uno. A veces pasa al revés, pues cuando recibió la noticia de que le entregarían el Príncipe de Asturias, duró cuatro meses sin poder trabajar, y “con el premio no creo ser ni mejor ni peor poeta que antes”.
La sombra de Sidney West
Los otros, poemario publicado por editorial Alforja en convenio con la Universidad Autónoma de Nuevo León, incluye poesías del “gringo” Sidney West, Yamanokuchi Ando, John Wendell, José Galván y Julio Grecco, entre otros.
Los primeros cuatro seudónimos, aclara Gelman, surgieron “porque en los años 60 atravesaba problemas de todo tipo y ahí emprendí mi carrera, porque los deudores saben cómo me seguían y había caído en una especie de intimismo muy denso”.
Entonces, “me dije, para salir de esto tengo que inventar otra gente que escriba otras cosas, porque yo ya estoy aburrido de mí. Así surgieron cuatro personajes; con uno de ellos, con el gringo Sidney West, me pasaron cosas muy divertidas.
“Trabajaba en un semanario, en toda redacción hay el culto que sabe todo, y al mes de aparecer el libro Los poemas de Sidney West (1969), se acerca el culto y me dice, Juan ya leí el libro, no te había hablado de Sidney West, qué gran poeta es, pero estuve checando las traducciones y en el inglés son impecables.”
Divertido, dice que el círculo se va a cerrar en noviembre, cuando en Londres se publique este libro en inglés, “que fue traducido al español 40 años antes de su aparición en la lengua del autor (inglés)”, como aseguraba su compañero periodista argentino.
Este mismo gringo, señaló Gelman, lo ha metido en otros problemas, pues un amigo de Valencia, España, le contó, a raíz del premio Príncipe de Asturias en 2007, que la editora Visor había publicado una selección de poemas de Sidney West, y un día entró a una librería a comprar el cd con los poemas en su voz y el vendedor le dijo a su señora, “mire, no son poemas de Gelman, son de un tal Sidney West que Gelman lee, se lo aviso como hice ya con otros clientes, para que no se engañe”.
Al ver la compilación, expresó Gelman, le pareció que es un nuevo libro. “Cuando los vi a todos juntos, a los que afortunadamente no les tengo que dar de comer, porque se creó entre ellos una suerte de diálogo, una armonía que yo ignoraba que podían tener”.
Huir de un cerco
Todos estos personajes, aseveró, surgieron en circunstancias diferentes a lo largo de 30 años, los cuatro primeros “para huir del cerco de mi intimismo”, y luego en el exilio nacieron otros tres, dos, los que llevan un seudónimo que repite mis iniciales, José Galván y Julio Grecco, eran como para dar una idea de la continuidad de la poesía”.
Esto, porque en su país asesinaron a muchos y grandes poetas durante la dictadura, como Miguel Ángel Bustos y Francisco Udón, y últimamente haciendo un recuento resulta que hay más de cien poetas desaparecidos, unos jóvenes que empezaban y otros muy conocidos.
Afirma que escogió venir a México para quedarse desde hace 20 años, porque su exilio ocurrió en Roma, París, Madrid y Managua.
En otro orden, expuso que la tarea del poeta es hacer poesía, no ser militante, pero cada poeta es ciudadano y como tal puede ser militante de una causa; son dos planos distintos, una cosa no obliga a la otra, “si no, si todos los militantes escribieran poesía, ¿se imagina el desastre, lo que sucedería?”
“Lo que me gusta no es la poesía comprometida, sino la casada, casada con la poesía”, concluyó el autor de Oficio ardiente.