Fannie y Freddie: los gigantes sí pueden morir
Fannie Mae y Freddie Mac, los gigantes silenciosos de la economía estadunidense, están en dificultades. Son demasiado grandes para dejar que se hundan, pero están muy pesados para levantarlos.
¿Quiénes son? Fannie nació en 1938 como parte del Nuevo trato de Roosevelt: mantuvo bajos los costos del crédito hipotecario durante 40 años, haciendo realidad la parte inmobiliaria del sueño americano. En 1970 nació Freddie. Por sus efectos sobre consumo, inversión y crecimiento, Fannie y Freddie fueron pilares del poderío estadunidense en el siglo XX.
Son compañías privadas creadas bajo los auspicios del gobierno federal. Al gozar de una garantía gubernamental implícita, captan recursos a menor costo para usarlos en la compra de títulos hipotecarios a bancos en ese ramo. Hoy ambos gigantes tienen o garantizan cerca de la mitad de los títulos hipotecarios de Estados Unidos. Con la desregulación financiera, Fannie y Freddie pudieron empaquetar esos títulos y bursatilizarlos, vendiéndolos literalmente en todo el mundo para refinanciar sus operaciones. Esos paquetes de títulos respaldados por hipotecas son parte de la cartera de inversiones de gobiernos, fondos de pensión y hasta de la tesorería de grandes trasnacionales.
El colapso del mercado hipotecario subprime no debería haberles afectado, pero se contagiaron por la caída en los precios de los activos inmobiliarios. Sus estados financieros revelan pérdidas gigantescas y como las reglas aplicables no llevaban requerimientos más estrictos de capitalización, hoy tienen poca capacidad de amortiguar los tiempos difíciles. Todo irá empeorando si se mantienen las pérdidas por incapacidad de pago de la hipoteca.
Si Fannie o Freddie se caen al agua, el impacto será mortal. El dilema para las autoridades económicas es el siguiente: se necesita que el precio de los activos residenciales siga financiando el consumo para mantener la maquinaria económica funcionando. Eso permitirá que el desempleo generado en la construcción pueda absorberse en la industria, tanto en la de bienes domésticos, como en la de los comerciables. Si se caen los precios de los activos inmobiliarios, el consumo se desplomaría y podría sobrevenir otra Gran Depresión. El apoyo para Fannie y Freddie es clave.
La Reserva Federal anunció el domingo que en respuesta a una petición del Tesoro estadunidense abriría temporalmente las líneas de crédito de su ventanilla de descuento para que Fannie y Freddie puedan encontrar la liquidez necesaria mientras se recapitalizan. Esto todavía espera ser autorizado por el Congreso (no se ve problema dada la emergencia). La línea de crédito con la Fed podría alcanzar los 300 mil millones de dólares.
Los beneficiarios del rescate podrían terminar siendo los accionistas de los bancos y los funcionarios que impulsaron la especulación, no el pequeño deudor que con cálculos equivocados invirtió años en una casa que ahora debe perder para honrar su deuda con un banco que lo metió en esta aventura con engañosos cálculos que inflaban su capacidad de pago.
Por sus repercusiones sobre el dólar, la debacle de Fannie o Freddie sería desastrosa para el sistema financiero mundial. Pero un rescate demasiado costoso se reflejaría en el déficit, en la deuda pública de Estados Unidos y también tendría consecuencias negativas para el dólar, expandiendo la crisis a escala mundial. Por lo pronto, el mercado reaccionó con señales mezcladas: el primer día siguieron cayendo las acciones de Fannie y Freddie, y después repuntaron tímidamente.
No hay que olvidarlo: éste es el resultado de la desregulación financiera de los años 90. Y cuando la lógica financiera domina, los ciclos de acumulación capitalista se cierran con crisis violentas. Ésa es la lección de la historia del capitalismo desde el siglo XIV.
Todo esto recuerda el inicio del Oro del Rhin, de Wagner: Wotan, rey de los dioses en el Walhalla, contrata a los gigantes Fafner y Fasolt para que le construyan un palacio. En pago, les ofrece a Freia, la hermosa diosa de la juventud. Concluido el palacio, Wotan es reprendido por su esposa Fricka: ¿cómo pudo dar a Freia en prenda? Tiene Wotan que convencer a los gigantes para aceptar otro contrato: el pago será una cantidad de oro suficiente para ocultar a Freia de la vista de Fasolt, quien está enamorado de ella. La pasión debe quedar cegada por la codicia.
Pero todo el oro de los dioses es insuficiente: Fasolt aún puede ver por una rendija a Freia. Para taparla, los gigantes reclaman el anillo todopoderoso hecho con el oro robado del Rhin. Wotan tiene que dejarles el anillo que porta una maldición y que terminará por destruir ese orden social. Nadie sobrevivirá: ni gigantes ni dioses. Otro orden social vendrá. El de la especulación financiera, que no tiene fin.