Usted está aquí: miércoles 16 de julio de 2008 Opinión Bajo la Lupa

Bajo la Lupa

Alfredo Jalife-Rahme

■ ¿Crepúsculo del libre comercio y del reaganomics?

Ampliar la imagen El candidato republicano John McCain con su asesor Phil Gramm (derecha) durante un mitin en la Universidad del Sagrado Corazón en Fairfield, Connecticut El candidato republicano John McCain con su asesor Phil Gramm (derecha) durante un mitin en la Universidad del Sagrado Corazón en Fairfield, Connecticut Foto: Ap

Suena ocioso dictaminar la “muerte del reaganomics”, según E.J. Dionne, después del histórico rescate gubernamental de Freddie y Fannie (ver Bajo la Lupa, 13/7/08).

Nada menos que Barney Frank, demócrata de Massachusetts y jefe del Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, pone en la picota el mito del libre-mercado neoliberal: “nos encontramos en una crisis mundial debido a la excesiva desregulación” (nota: la ausencia de supervisión gubernamental y ciudadana).

E. J. Dionne reporta los asertos de Barney Frank en su artículo: “La muerte del reaganomics” (Truthout, 10/7/08): “la principal historia política de 2008 tiene poca cobertura. Involucra el colapso de las suposiciones que han dominado nuestro debate económico durante tres décadas”.

¿Sin el control neototalitario de los multimedia anglosajones hubiera podido perdurar tanto uno de los mayores engaños económicos de todos los tiempos, el thatcherismo-reaganomics, es decir, el neoliberalismo anglosajón global?

Barney Frank remarca que las muy laxas reglas bancarias aprobadas por el Congreso en 1999, que sustituyeron la Enmienda Glass-Stegall de la época de Roosevelt, “permitieron que los bancos de inversiones penetraran con mayor amplitud actividades sin regulación”, lo que de cierta manera creó el caos de las hipotecas subprime (de baja calidad) y las “cascadas en calamidad de los bancos”.

Frank pretende descubrir el hilo negro cuando expresa que “el libre comercio ha aumentado la riqueza, pero ha sido monopolizado por un muy pequeño número de personas” cuando el “próximo debate se enfocará no al desmontaje de la globalización, sino a manejar sus efectos con un ojo puesto en los intereses de los más vulnerables del país”.

El problema es doble: la ontología y teleología de la globalización, así como la definición de “vulnerables” cuando los bancos centrales del G-7 (y sus excrecencias tropicales) rescatan selectiva y unidireccionalmente a los parasitarios banqueros, quienes todavía se dan el lujo de despedir masivamente a sus empleados. ¡El mundo al revés!

Phil Gramm, texano oriundo de Georgia (anterior demócrata y luego republicano de extrema derecha), encabezó la desregulación bancaria de 1999: la Enmienda Gramm-Leach-Bliley. El apóstata Gramm, en ese entonces jefe del Comité Bancario de Vivienda y Asuntos Urbanos del Senado, recibió en retribución más de un millón de dólares por la industria de Seguros e Inversiones, según OpenSecrets.org.

Ahora Gramm, vicepresidente del atribulado banco suizo UBS y consejero económico de John McCain, regañó a los estadunidenses de ser unos “llorones” y de padecer una “recesión mental” en similitud a la “depresión mental”, ya que Estados Unidos seguía creciendo uno por ciento, pese a todo, cuando “nos hemos (sic) beneficiado inmensamente de la globalización de la economía en los recientes 30 años” (The Washington Times, 9/7/08). Sin duda, la globalización benefició a la plutocracia texana del Partido Republicano como a nadie.

E. J Dionne advierte que “desde los años de Reagan, los clichés del libre mercado han pasado por análisis económicos sofisticados. Pero en la presente crisis, tales ideas se han desplomado, una a una, cuando hasta los conservadores admiten que el capitalismo se encuentra enfermo”.

La desregulación fue propuesta por los fanáticos monetaristas Friedrich von Hayek y Milton Friedman –respectivamente teóricos del thatcherismo y el reaganomics, es decir, el neoliberalismo anglosajón global– y apuntalada por la Universidad de Chicago (los Chicago Boys), American Enterprise Institute (que controla Dick Cheney) y the Brookings Institution, quienes intoxicaron los círculos académicos con un diluvio de publicaciones mendaces. Alfred E. Kahn dio inicio a la desregulación del transporte en Estados Unidos con los consabidos resultados cataclísmicos.

Dionne comenta la reciente postura rooseveltiana del malhadado gobernador de la Reserva Federal, Ben Shalom Bernanke, quien ha reclamado mayor regulación mediante una “prudente (sic) supervisión de los bancos de inversión y otros tratantes financieros mayores”.

Después del caos creado por su antecesor Alan Greenspan, ahora Bernanke propone a destiempo (después de tantos estragos locales y mundiales) la “estabilidad financiera” que pasa por la abolición de la demencial desregulación.

El asesor de McCain sentencia juiciosamente que “ésta es la tercera vez en cien años que se ha derrumbado el apoyo a ideas económicas dadas por inmutables. La Gran Depresión desacreditó las doctrinas radicales de laissez-faire (nota: “dejar hacer”) de la época de Coolidge.

“La estanflación de los 70 y el inicio de los 80 socavó las ideas del New Deal (nota: el Nuevo Contrato Social de Roosevelt) y estimuló el renacimiento de las nociones radicales de libre mercado. Lo que se está convirtiendo en el Pánico (sic) de 2008 significará el fin de la época reciente de las reglas capitalistas”. El grave inconveniente, a juicio de E.J. Dionne, es que el capitalismo en su radical expresión neoliberal no respeta ni sus propias reglas.

Sorprende a Dionne que los “conservadores, quienes veneran el capitalismo ofrezcan sus propias críticas a la forma en que opera el sistema”: mientras “algunos conservadores se preocupan ahora del impacto social y económico de crecientes desigualdades, Stelzer (nota: Irwin Stelzer, director del Centro de Estudios de Políticas Económicas del Instituto Hudson) no lo hace”, pero es muy crítico del “proceso que ha producido la desigualdad”.

Hay de conservadores a conservadores, porque su fauna tropical aún ni se entera del mefitismo que destila la putrefacción del neoliberalismo global y que Martin Wolf, editor en jefe de la sección económica de The Financial Times, sitúa el 14 de marzo reciente (fecha del rescate del quebrado Bear Stearns) y que Bajo la Lupa ubica por razones multidimensionales en marzo de 2004, cuando se conoció la derrota militar de Estados Unidos en Irak (Hacia la desglobalización, Ed. JORALE, 2007).

La banca del G-7 (y sus excrecencias tropicales) se ha convertido en la mayor plaga financiera que padece el género humano. La desregulación financiera liberó de todos los zoológicos del mundo a las hienas y chacales, disfrazados de banqueros, sedientos de ganancias ilimitadas al precio de la dislocación social y la depredación ambiental.

Mucho más que los multiasesinos seriados, los banqueros deben ser estrechamente vigilados y “regulados” para impedir que causen tantas calamidades. La estricta regulación bancaria y financiera, actividades consustancialmente diabólicas, constituye un acto de la más alta civilización.

 
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