■ Las negociaciones sobre la reforma, fuera de Xicoténcatl
El debate petrolero se fue del Senado, y faltan dos sesiones
■ Sillas vacías y ausencias notables denotan la mudanza
Ampliar la imagen Aspecto del debate acerca de la reforma energética, celebrado ayer en el patio central de la Cámara de Senadores Foto: Francisco Olvera
Ampliar la imagen El priísta Manuel Bartlett, entre los asistentes a la discusión sobre las iniciativas de reforma petrolera Foto: Francisco Olvera
El debate, al parecer, está ya en otra parte. ¿Hablan las sillas vacías y las ausencias notables de algunos jefes senatoriales de desinterés en el tema petrolero? No, hablan de que la cuerda se tensa en otros lados, en los medios electrónicos, en las reuniones de los tres principales partidos políticos, en el ir y venir de declaraciones, y en la consulta que viene.
Después de la de ayer, faltan sólo dos sesiones del debate, una dedicada al combate a la corrupción y otra a la jurisdicción de los tribunales internacionales, en el eventual caso de que una de las antiguas Siete Hermanas quiera pleito con el Estado mexicano. Es decir, temas sustanciosos, aunque no quizá para mantener la mirada nacional en el patio de Xicoténcatl.
Coincidencias en un país dividido
Sobre todo si algunos ponentes siguen con su proclividad a ver “múltiples coincidencias” donde hay un país dividido. O si persisten en mostrarse faltos de argumentos pero sobrados de ganas.
“Sin la aprobación de esta reforma no estaremos en condiciones para afrontar los retos de exploración y producción de los próximos años”, dice el ingeniero Javier Hinojosa Puebla, funcionario de Pemex, responsable de Cantarell y de Ku-Maloob-Zaap, los yacimientos de los cuales se extrae 64 por ciento de la producción nacional de crudo.
Es decir, uno de los técnicos que quería el presidente Felipe Calderón hablando en los debates.
El ingeniero Hinojosa Puebla, por supuesto, no habla de privatización, porque ese vocablo no existe en la iniciativa oficial. Habla de la “camisa de fuerza” que son las leyes vigentes para las compras y contratos de Pemex. Y en su lenguaje técnico, entregar contratos a los privados es sólo dotar a Pemex de “suficiente capacidad de reacción” o bien de los “grados de libertad requeridos”.
Resume el técnico: “Necesitamos, en esencia, operar con la flexibilidad que operan otras empresas petroleras del mundo”. Y tales empresas, como se sabe, contratan compañías trasnacionales.
Otros de los ponentes traen a la mesa los ya clásicos ejemplos de las empresas exitosas, las canadienses o la brasileña Petrobras, por encima de todas.
El ingeniero Gilberto Ortiz recuerda que se ha hablado hasta el cansancio de los ejemplos de España, Noruega y Brasil, pero llama la atención que no se toque el tema de Nigeria, “donde hay tropas pagadas por las compañías petroleras cuidando los ductos”. De ese modo, Ortiz, miembro de la Canacintra, retoma un tema prácticamente olvidado que otro ponente ha puesto la mesa.
La seguridad nacional, tema olvidado
Un “vacío” en la agenda de los foros del Senado es el tema de la energía y su relación con la seguridad nacional.
La aportación es de Alberto Montoya Martín del Campo, académico de la Universidad Iberoamericana, para quien las iniciativas presidenciales violan la Constitución y pretenden subordinar la política energética de México a los intereses de las empresas globales y a las necesidades de crudo de Estados Unidos: “La seguridad energética es condición irrenunciable de la seguridad nacional. Podríamos entender, propongo esta definición, seguridad energética entendida como capacidad de generación, transmisión, almacenamiento, abasto y consumo de energía basada en el control y propiedad de estas actividades por instituciones, organismos como los que señala la Constitución, y empresas privadas nacionales en todo el campo de las energías renovables como condición de soberanía y seguridad nacional.”
Montoya y otros ponentes insisten en un tema largamente tratado en los debates: el abandono deliberado de la inversión en Pemex, sobre todo en petroquímica y en investigación.
En el turno de los legisladores, el senador panista Fernando Elizondo rechaza que a partir de los noventa del siglo pasado se haya trazado una política para cometer “alta traición” y “entregarnos a manos de los extranjeros”. En lo sucedido –que admite Elizondo ver en cambio “ingenuidad”– hizo falta “la necesaria malicia” y por ello nos ganaron los jugadores de otros países que fueron, dice, “verdaderamente inteligentes”.
¿Qué solución propone el senador mientras afuera el perredista Guadalupe Acosta Naranjo reivindica, con “la necesaria malicia” del caso, su derecho a reunirse con sus homólogos del PRI y el PAN para buscar una iniciativa de consenso? ¿Qué plantea el legislador panista en tanto Pemex descalifica las preguntas de la consulta? Dice el senador: “La realidad es que este modelo trae consigo una cantidad de normatividades y de detalles que para revertirse no es cuestión de enunciar la intención, es cuestión de un trabajo muy específico y de detalle para ir modificando estos elementos.”
Agarra la frase ingenua al vuelo el académico Montoya, alguna vez funcionario del Instituto Nacional de Solidaridad: “Decía el senador Elizondo que ‘tal vez fuimos ingenuos’. Sí, pero decía Einstein: ‘Locura es esperar resultados diferentes de seguir haciendo lo mismo’.”
Y afuera, efectivamente, la locura declarativa: Cuauhtémoc Cárdenas propone otras preguntas. Andrés Manuel López Obrador juega con la idea de dejar de llamar “pelele” al presidente Felipe Calderón si acepta debatir con él. El PRD de Acosta Naranjo insiste en el diálogo con el PRI y el PAN, aunque el presidente del segundo partido adivina en la convocatoria “una estrategia ruin”. Felipe Calderón se sube al pletórico barco del día para descalificar de nuevo los argumentos contra sus iniciativas que, dice, son sólo de “sentido común”. Y aunque únicamente se trata de eso, la secretaria de Energía, Georgina Kessel, insiste en que no aprobar, ya, la reforma, tendrá un costo “muy alto”.
Todo eso rebota en el Senado donde, a tono con el ir y venir de frases, el ingeniero Guillermo Ortiz invoca a Lewis Carrol: lo usa para decir que los defensores de las iniciativas no saben a dónde van, igual que el célebre personaje siempre retrasado. En el penúltimo de los debates se impone la pregunta: ¿Quién es el conejo blanco en este país de pocas maravillas y muchas desventuras?