■ El autor mexicano Bernardo García Díaz presentó su nuevo libro en La Habana
Documenta historiador una segunda y frustrada expedición a Cuba desde México
■ Reconstruye un episodio de 1957-1958 poco conocido, mediante testimonios de combatientes
La Habana, 14 de julio. Después de que Fidel Castro y su grupo de combatientes zarparon de costas mexicanas en el yate Granma, para emprender la revolución que triunfaría en 1959, otros cubanos quisieron ejecutar una segunda expedición a su país, para lo cual se entrenaron en México, en una operación que registró acciones en la capital y en al menos siete estados.
Este episodio, muy poco conocido hasta ahora, fue reconstruido por el historiador mexicano Bernardo García Díaz en su más reciente obra, De la Huasteca a Cuba: la otra expedición revolucionaria (1957-1958), que acaba de publicar la Secretaría de Educación del gobierno de Veracruz y que el autor presentó en La Habana.
Con testimonios de protagonistas, la obra reseña el entorno social de la época y la suerte que corrieron los actores. “A veces se politiza demasiado la cuestión de los vínculos entre Cuba y México”, dice García.
“Sin negar la importancia de la relación política, yo insisto en el peso que tiene la cultura popular. En el impacto en el imaginario nacional, por ejemplo, de la estancia de Benny Moré o de Pérez Prado en México y en la fama de Agustín Lara o Pedro Infante en Cuba.”
La ayuda del general Cárdenas
El investigador Bernardo García coordinó en 2002, junto con el historiador cubano Sergio Guerra, una colección de ensayos sobre las similitudes entre Veracruz y La Habana. En su nuevo libro recoge ejemplos del respaldo activo y espontáneo que muchos mexicanos brindaron a los conspiradores cubanos: un agente policial que los alertó de una inminente detención masiva; un pequeño propietario que los alojó para los entrenamientos militares; el embajador en La Habana, Gilberto Bosques, quien facilitó la salida de los perseguidos en la isla, los habitantes de un remoto pueblo de Campeche, que acogieron a parte del grupo en desgracia y la mano siempre amiga del general Lázaro Cárdenas.
El contingente se concentró o se movilizó, sucesivamente, en el Distrito Federal y los estados de México, Aguascalientes, Veracruz, Campeche, Michoacán, Yucatán y Quintana Roo. El tramo más importante, y en el que se centra la búsqueda de García, fue el campamento de prácticas militares de El Llano de Enmedio, parte del municipio veracruzano de Ixhuatlán de Madero, una región indígena en la ribera del río Tuxpan.
Desarticulación del grupo
La expedición nunca se realizó, porque el principal organizador, Pedro Miret, viajó a Costa Rica para unirse a una operación de traslado de armas donadas por el entonces presidente José Figueres. El grupo se desarticuló, pero sus integrantes buscaron la forma de regresar individualmente a Cuba y sumarse a la insurrección.
Entre ellos hubo personajes que tuvieron destinos tan diferentes como Jesús Suárez Gayol (El Rubio) y Alberto Fernández Montes de Oca (Pachungo), quienes murieron en la campaña del Che Guevara en Bolivia; Antonio (Tony) Briones Montoto, quien cayó en Venezuela en el intento de crear un foco guerrillero; Gustavo Arcos Bergnes, quien fue embajador en Bélgica, rompió con el gobierno, pasó a la oposición activa y murió hace dos años en La Habana, y José Abrantes, jefe de la escolta de Fidel Castro y ministro del Interior, quien murió en la cárcel tras su destitución en 1989 bajo cargos de corrupción.
Entre los que aún viven, Miret llegó a ser integrante del Buró Político del Partido Comunista y vicepresidente del gobierno; Enio Leyva, dirigió la seguridad personal de Castro y encabezó la contrainteligencia; Fernando Vecino Alegret fue ministro de Educación Superior; Emilio Aragonés fue embajador en Argentina y director de un banco; Jorge Ibarra es ahora “el historiador vivo más importante de Cuba”, dice García, y Óscar Asensio incursionó en el cine y escribió un libro sobre la historia del grupo en su etapa de Campeche.