Usted está aquí: martes 15 de julio de 2008 Opinión Las primeras células

Javier Flores

Las primeras células

Una de las objeciones para el empleo de células de embriones humanos en la investigación orientada a buscar tratamientos contra enfermedades hasta hoy incurables, como el Alzheimer, la diabetes o padecimientos cardiacos, es que su uso implica la destrucción del embrión. Pero la semana pasada, durante la reunión anual de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología (ESHRE, por sus siglas en inglés), realizada en Barcelona, España, se presentaron trabajos que revelan características desconocidas de las primeras células en el desarrollo embrionario que rompen con antiguas creencias y abren nuevas rutas en el conocimiento de las primeras etapas del desarrollo.

Hay una pregunta que durante años recientes ha resultado inquietante: ¿pueden obtenerse células de embriones para producir líneas de células troncales totipotenciales (que pueden dar lugar a unidades especializadas como neuronas, células del páncreas o del corazón, entre muchas otras) sin afectar el desarrollo posterior del embrión? Hilde Van de Velde, de la Universidad de Bruselas, mostró en la reunión citada que esto es posible aun en etapas muy tempranas del desarrollo.

Aproximadamente en las 48 horas posteriores a la unión del óvulo con el espermatozoide, cuando solamente se han formado cuatro células (blastómeros), producto de la división del cigoto, por primera vez en la historia en esta fase del desarrollo Van de Velde y su equipo lograron obtener de una de ellas una línea estable de células troncales, sin que se vea afectado el desarrollo del embrión, el cual al ser implantado en el útero podría desarrollarse –aunque esto todavía tendría que ser demostrado– en un bebé saludable.

Lo anterior tiene sentido, pues otros estudios, como los enfocados al diagnóstico genético preimplantación (PGD, por sus siglas en inglés), han demostrado que en etapas tan tempranas como la de ocho células a partir de la fecundación se pueden obtener uno o dos elementos para realizar pruebas genéticas que detecten posibles defectos genéticos y el resto puede desarrollarse como un embrión normal. En la misma reunión de la ESHRE, Maryse Bounduelle, de la Universidad Ziekenhuis, también en Bruselas, Bélgica, mostró en un grupo de 70 bebés que los nacidos posteriormente a la realización de las PGD no se ven afectados en su crecimiento ni se encuentran aumentados en ellos los riesgos de malformaciones congénitas, al ser comparados con niños en los que no se efectúan estas pruebas.

En otros trabajos de este grupo, como el publicado en mayo de este año en Human Reproduction, firmado por Nekkebroeck y Boundelle, se muestra que el desarrollo socioemocional y el lenguaje no se ven afectados en niños de dos años a los que se les había realizado la PGD en la etapa embrionaria. Tampoco se ve alterado el desarrollo mental ni sicomotor, según publicaron los autores citados en la misma revista en junio de 2008.

Así, el empleo de células embrionarias para la investigación en células troncales y el diagnóstico genético prenatal parecieran ser compatibles con el desarrollo normal del embrión, lo que eliminaría algunas objeciones éticas asociadas a estos procedimientos.

 
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