■ Nueve menores fueron incapaces de convivir con otros pequeños en un campamento de verano
La guerra de Irak provoca dramáticas secuelas en niños palestinos refugiados
■ Han sufrido más de lo imaginable y el cambio de ambiente les impacta mucho: supervisores del ACNUR
Ampliar la imagen Palestinos refugiados por la guerra de Irak, en el campamento de Al Tanf, ubicado en la convulsa frontera con Siria Foto: ACNUR
Madrid, 14 de julio. Posiblemente una de las primeras cosas que arrebatan las guerras a los pueblos, además de la estela de barbarie y destrucción, sea la pérdida de la sonrisa de los niños. De los más pequeños y frágiles, de los que no tienen otra arma para defenderse que sus manos diminutas, sus extremidades escuálidas y sin musculación, y una supuesta salvedad garantizada por el derecho internacional.
Nueve niños de origen palestino, pero que nacieron en Irak cuando gobernaba Sadam Hussein, parece que les han arrancado la sonrisa y la alegría de tajo, después de que en su corta vida han sido testigos y protagonistas del exilio de sus familias por la guerra entre Israel y Palestina, el bombardeo y la ocupación de Estados Unidos, que les llevó de nuevo a la diáspora para quedar atrapados en la frontera entre Siria e Irak, en un campo de refugiados en el que viven en condiciones infrahumanas y del que no pueden salir por imperativo legal.
A veces la ayuda humanitaria en zonas en conflicto es tan dramática y vertiginosa que no hay ni tiempo ni espacio para palpar las secuelas de la tragedia en los más pequeños. Un hecho en apariencia positivo resultó revelador: la idea era llevar a este grupo de nueve niños, que viven desde el inicio de la guerra –en 2003– en el campo de refugiados de Al Tanf, en la convulsa frontera entre Siria e Irak, a un campamento de verano en la ciudad de Tartus, con vista al mar Mediterráneo y dotado con una serie de lujos y diversiones que nunca en su vida habían visto.
En el campamento coincidieron al menos por unas semanas los niños sirios a los que no les ha arrebatado su infancia, inocencia y alegría junto a esos niños de origen palestino, pero residentes en Irak, que han sufrido “más allá de los límites posibles”. El resultado no pudo ser más triste y revelador: los niños, en lugar de disfrutar con las actividades lúdicas y los lujos a los que tenían derecho al menos por unos días, decidieron recluirse en sus habitaciones, a oscuras, para pensar en el sufrimiento de sus familias, para no acostumbrarse a un modo de vida que no conocen.
La pequeña Sarab se preguntó: “Estoy aquí tan pocos días… ¿por qué voy a unirme a las actividades si después voy a volver a Al Tanf de nuevo”. O su compañera Naba decía sin tapujos: “Mi vida no es feliz. No estamos acostumbrados a esta vida y necesitamos mantenernos fuertes para vivir nuestra dura vida”, decía la pequeña en el testimonio recogido por las delegadas de ACNUR en la zona, Sybella Wilkes y Covadonga de la Campa.
Así que los responsables del campamento decidieron que lo mejor era que los nueve pequeños regresaran con sus familias y amigos a Al Tanf, un campo de refugiados en el que viven alrededor de 750 personas, todos ellos palestinos y que representan uno de los colectivos más afectados indirectamente por la guerra de Irak. De los 30 mil palestinos que vivían en este país durante el régimen de Hussein, actualmente se calcula que hay unos 15 mil, una vez que el resto o se refugiaron en las fronteras con Jordania y Siria, y, también, algunos de ellos murieron víctimas de la violencia sectaria.
La misma supervisora del campamento de verano, Feras Shihabi, explicó que “estos niños y niñas han sufrido situaciones vitales muy duras, y el cambio de ambiente les impacta mucho. Se encuentran cerrados en sí mismos, heridos por la vida que les to- có. No están acostumbrados a interactuar con el mundo, con otros menores”. Incluso –añadió– algunos niños también palestinos que también viven en campos de re-fugiados, sólo que en mejores condiciones, fueron “incapaces” de relacionarse con estos nue- ve menores por la “rabia y depresión desmedida” que mostraban en todo momento.
El drama de estos niños no sólo ha puesto en evidencia las secuelas de las guerras en los más pequeños, sino también la situación concreta de este campo de refugiados, a lo que el representante adjunto de ACNUR en Damasco, Philippe Lecrerc, explicó a La Jornada que “está claro que tenemos que reasentar a todos los palestinos que se encuentran ahora en tierra de nadie, en la frontera iraquí, pues podemos atender sus necesidades materiales básicas con comida, agua y alojamiento temporal, pero el hecho objetivo es que el lugar donde están nunca será apto para que seres humanos viven en él”.