■ Alberto Paredes da a conocer antología crítica de ese género publicada por Siglo XXI
Los editores castigan el ensayo por ser de baja expectativa comercial, dice académico
■ Propone un dream team de la prosa de escritores como Henríquez Ureña y JEP, entre otros
Proponer belleza con palabras que son ideas. Tal es el placer y gozo del ensayo, ese género literario “de elegancia verbal”, el cual, en América Latina, “forma parte de los espacios imaginarios y conceptuales que nos fundan”, explica Alberto Paredes en su libro El estilo es la idea: ensayo literario hispanoamericano del siglo XX. Antología crítica.
Publicado por Siglo XXI, el volumen es una suerte de “foro múltiple donde el principal criterio es la exigencia estética”.
Al respecto, ofrece un buen número de textos publicados a lo largo del siglo XX, entre ellos, de autores como Macedonio Fernández, José Enrique Rodó, Pedro Henríquez Ureña, Julio Torri, Jorge Luis Borges, Jorge Cuesta, Salvador Novo, José Blanco, Julio Cortázar, Octavio Paz, Augusto Monterroso, Guillermo Cabrera Infante, Salvador Elizondo y Álvaro Mutis.
Se trata, dice el autor, de un libro que quiere interesar al lector general, así como al estudiante y estudioso universitarios, “bien mirado, es un libro abierto, inconcluso, pues es susceptible de extenderse hacia atrás con un volumen equivalente sobre el siglo XIX (y el XVIII) y de proseguir conforme el ensayo contemporáneo entregue nuevos autores de valía.
“Criterio temático: no lo hay. No se busca contener en este libro textos sobre tal o cual tema social, ideológico o estético. La ambición aquí es sencillamente ofrecer muy buenos ejercicios de la prosa, dentro de la modalidad llamada ensayo.”
Son 34 escritores los que se incluyen en la antología de Paredes, “por dos virtudes en términos de destreza y arte literarios: son a mi juicio los mejores; encarnan propuestas novedosas y sugerentes. Este libro apuesta a que sólo hay una Belleza y que la única manera de acercárnosle un poco es zarpando en pos de la anatomía del estilo”.
Tres benjamines
En entrevista con La Jornada, Alberto Paredes, también catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, señala que la ciudad de México, al igual que el país, es una de las tres o cuatro urbes “hispano-escritoras” con mayor densidad editorial, cultural y universitaria, junto con Buenos Aires, Madrid y Barcelona.
Por ello, agrega el autor, “hay ‘vida literaria’, gran cantidad de escritores de todos los géneros, incluyendo ensayistas ‘de creación’ y estudiosos autores de ese tipo de ensayo que yo prefiero denominar ‘tratado’, sea académico o no.
“A partir de esa realidad tan concreta, no debe sorprender que los tres benjamines de mi libro sean mexicanos: ¿quién duda de los valores de Jaime Labastida, José Emilio Pacheco (JEP) y Jorge Aguilar Mora?
“En México, como en todo centro cultural activo, hay de todo y quizá en no poca medida ‘tratadistas’ y ensayistas que van de lo correcto a lo decoroso, a lo lamentable. Esos últimos quedan excluidos (del volumen El estilo es la idea), por supuesto. No hice una ‘asamblea’ de ensayistas, sino una selección: la mejor prosa de ideas que ofrecer al lector-comprador de mi libro.”
Paredes señala que no le alegra la mayor limitación que experimentó: “la ausencia de información y acceso a textos concretos de ensayistas vivos de todas las latitudes y nacionalidades de esta lengua, diseminada en tantos países.
“La intención de mi libro es hacer el dream team de la prosa que al exponer ideas es bella y memorable. Eso a lo largo de cien años y una veintena de países.
“De otros autores (Francisco Romero, José Carlos Mariátegui y Jorge Gaitán Durán) obtuve los textos que les antologo por una combinación de azar, exasperación y milagro. A ver cómo los consigue cualquier lector.
“Del mismo Pacheco, ¿cómo le hace uno con sus cientos o miles de Inventarios desperdigados y sepultados en hemerotecas incompletas? En ese caso, molesté a los compañeros de la bodega-archivo de Proceso y al mismo JEP: tal vez recuerde la tarde que invadí su casa y no me fui hasta que él mismo no me entregó fotocopia, que sacamos en su colonia, de dos o tres textos de cuya existencia sabía pero no apare-cían por ninguna parte, como su Vindicación de las cucarachas.
“Así es que, sobre todo en lo que respecta a autores vivos, si hay lagunas lamentables culpa de los editores a lo largo del continente. Como el ensayo es de baja expectativa comercial, lo castigan para no editarlo y hacerlo circular como Dios y Gutenberg mandan.”