■ Hace cuatro años la arrolló un joven ebrio que sigue impune; hoy es campeona paralímpica
Tras superar un accidente, injusticias y lesiones, Ángeles Ortiz va a Pekín
Ampliar la imagen Madre, profesionista, atleta plusmarquista y parte de la delegación mexicana que acudirá a los Juegos Paralímpicos de Pekín este año, María de los Ángeles Ortiz Hernández asegura que está de acuerdo con una iniciativa de reforma que analiza el Congreso de la Unión a fin de castigar con prisión a las personas que conduzcan ebrias. Asimismo, ofrece pláticas a jóvenes sobre los peligros que implica abusar del alcohol Foto: Miguel Ángel López Solana
Veracruz, Ver., 7 de julio. En un giro del destino, María de los Ángeles Ortiz Hernández pasó de ser discapacitada a una de las deportistas que están a las puertas de los Juegos Paralímpicos de Pekín 2008. Forma parte de la delegación mexicana y será la primera de los 84 atletas en competir.
Especialista en lanzamiento de bala, disciplina en la que tiene el récord mundial, con 10.23 metros, la joven perdió la pierna izquierda hace cuatro años al ser embestida por el automóvil de Ricardo Márquez Aguirre, de 20 años de edad, quien conducía ebrio y, por influencias de su familia, nunca fue castigado.
La atleta de 34 años de edad asegura que el deporte paralímpico no es una terapia para olvidar lo sucedido. “Es mi pasión. La vida me mostró otra faceta y me regresó a mi sueño de niña: pasar a la historia como deportista.”
La mañana del 28 de junio de 2004, María de los Ángeles, estudiante de comercio internacional, se dirigía a la escuela, cuando un automóvil a 120 kilómetros por hora la embistió contra una barda. El conductor huyó.
Durante 70 días estuvo hospitalizada y sufrió acoso y amenazas de familiares y abogados del responsable del accidente, quienes tenían influencias en la Procuraduría General de Justicia del estado.
“Me dieron 32 mil pesos por mi pierna”
“Los apellidos Máquez Aguirre pesan. (El conductor que la arrolló) es sobrino de un subprocurador y fue toda una lucha. Yo estaba hospitalizada cuando intentaron secuestrarme, sacarme a la fuerza, porque no consiguieron sobornarme para que firmara un perdón y me desistiera de la demanda.
No accedí, y vino una serie de procesos judiciales que no me llevaron más que a gastar todo el dinero que tenía.
“Pasé más de dos años litigando el caso. No quería una remuneración económica, sino justicia; que el chico por lo menos pisara la cárcel para que hiciera conciencia, pues estaba en primer grado de estado etílico y abandonó a la víctima.
“Tras dos años me dieron 32 mil pesos por mi pierna y me dijeron: gracias por participar; vete de aquí y deja de hacer ruido”.
Ángeles Ortiz continuó sus estudios en muletas y se graduó con mención honorífica. “Ya tenía mi carrera y empecé a preguntarme: ¿qué hago? Mi deseo era trabajar en la aduana marítima, pero no podía porque ni siquiera puedo usar prótesis.”
El azar, afirma, la condujo al atletismo, pues a un lado de su domicilio se mudó la deportista paralímpica, Estela Salas, campeona de Atenas 2004, quien la invitó a participar en una competencia y le presentó al entrenador Juan Manuel Castillo Esparza, quien la acompaña en su carrera.
“Yo había sido lanzadora en primaria, secundaria y preparatoria, pero tras el accidente en mi mente no cabía el deporte. Lo que yo quería era justicia, sólo pensaba en que quien me había destrozado la pierna y la vida merecía un castigo.”
–¿Fue un golpe de la vida lo que te llevó al deporte?
–Así es. Un golpe que dolía tanto que a veces me cegaba, pero por momentos dejaba que mi vieja costumbre de verle el lado positivo a la vida se impusiera.
–¿Comenzó como terapia?
–No, empezó como deporte. Siempre lo vi como una disciplina porque en mi terapia no la utilizaba mucho. Yo lanzo siempre sentada en banco especial, no con prótesis. Lo vi como algo que me iba a llenar de satisfacción y así ha sido.
–¿Qué sucedió en tu primera competencia como atleta especial?
–Fue en noviembre de 2006 en Colima. Esa vez lancé bala, jabalina y disco. En las tres gané. Pero ahora estoy especializada en bala, categoría F-58, la más alta.
“En segundo año de prepa gané a nivel nacional y me iban a llevar a mi primer internacional en Los Ángeles, pero mi papá no me dejó. Me dijo: yo te mando a estudiar, no a hacer deporte.”
–¿Por qué bala?
–Porque me encanta –suaviza la voz–. Me encanta la rudeza que tiene. Pesa cuatro kilogramos.
Muestra orgullosa sus medallas y presume el récord de 10.23 metros, que obtuvo en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro, Brasil, en 2007. No sólo ganó la presea de oro, sino también impuso tres plusmarcas: paralímpica, mundial y continental, además de conseguir el pase automático a los Juegos Paralímpicos Pekín 2008. Actualmente lanza 10.40 metros.
Su historia fue incluida en el libro Rostros, publicado por la Presidencia de la República, que es una recopilación de testimonios de víctimas de accidentes viales. El texto fue presentado el 23 de junio.
Orientación a jóvenes
La atleta también se dedica, con apoyo de diversas organizaciones, a dar charlas a jóvenes para prevenir el abuso del alcohol. Hasta ahora, dice, las autoridades la han escuchado, lo que no sucedió cuando pidió justicia.
Acompañada por su hija, Samantha, de 16 años, la deportista dice apoyar la iniciativa que en breve se enviará al Congreso de la Unión para sancionar con prisión a las personas que conduzcan ebrias.
Su mayor desafío, más allá de las competencias atléticas, es advertir a los jóvenes que abusar del alcohol puede traer consecuencias no sólo para ellos, sino también para quienes se cruzan en su camino. Su meta es “contribuir a que no haya mas Ángeles Ortiz ni más Ricardos Márquez”.