■ La británica opacó al resto de los participantes de la tercera jornada musical en Madrid
Calló Rock in Rio para escuchar a la impetuosa Amy Winehouse
■ Su presencia causó gran expectativa en los más de 100 mil asistentes que coreaban su nombre
Ampliar la imagen A pesar de los recientes incidentes en los que se ha involucrado la cantante británica, su cita en Madrid sí ocurrió. La intérprete de Rehab causó más furor que la colombiana Shakira y el grupo multiplatino Jamiroquai. Arriba, Amy Winehouse durante su turno en la llamada Ciudad del Rock Foto: Reuters
Madrid, 4 de julio. Amy Winehouse, en sus facetas de virtuosa musical y diva convertida en mito de excesos abismales, llegó puntual a su cita de Rock in Rio Madrid, con un cortísimo vestido amarillo y, sobre todo, con su portentosa voz y desgarro para susurrar sus versos dolientes.
Hasta ahora, esta cita musical –la más importante del año en Europa, según sus creadores– había sido un encuentro más de grandes estrellas de la música, con sus seguidores divididos en clanes suburbanos y, también, con su público dividido, pero en ocasiones encontrado por sutilezas musicales, hasta que irrumpió en el escenario esta joven londinense, Amy Winehouse, quien logró que más 100 mil personas callaran para escuchar su voz, en un incesante ir y venir de contemplación colectiva.
En la tercera jornada de Rock in Rio Madrid –las dos anteriores fueron el fin de semana pasado– todos, críticos de música, público, periodistas y hasta autoridades públicas, estaban pendientes de una hora y de una presencia: a las nueve de la noche estaba previsto que apareciera en el espectacular escenario de Músicas del Mundo la atribulada Winehouse, con sus tendencias suicidas y sus arranques viscerales a cuestas.
La expectación era máxima minutos antes de la hora prevista; esperaban que Amy Winehouse se presentara completa, con sus cabellos largos y su andar inseguro, con su gran banda de soul y su bajo-guitarra, que lleva su nombre en letras de oro.
Y así fue. Apareció puntual, con su banda, completa, disciplinada e impecable. Fue entonces cuando su sola presencia llenó un foro repleto de gente que coreaba su nombre. Un público de lo más variado: adolescentes vestidas y maquilladas a la manera de Amy y viejos nostálgicos de los grandes mitos que hicieron del suicidio, los excesos con drogas y las “experiencias vitales” un leitmotiv. Esos que cuando escuchan el nombre de Amy recuerdan irremediablemente a Jim Morrison, Janis Joplin, Jimi Hendrix o Brian Jones.
Cantó en Madrid, por primera vez, esa joven nacida en el norte de Londres en 1983, adicta al crack –entre otras sustancias–, que asume la música de forma compulsiva, desgarrada, doliente, hambrienta de sonidos nuevos, pero también adicta a esos viejos sonidos del soul, del jazz y del blues.
Amy cantó con su singular estilo, pero también sació a los dos públicos que la esperaban ansiosos. A los que querían ver a la diva del rock del siglo XXI, esa que siempre anda entre tinieblas y buscando entre el sombrío espectro del humo del crack una respuesta a sus múltiples ansiedades y preguntas, y a quienes querían ver a la Janis Joplin de este siglo les regaló imágenes memorables: se presentó en el escenario con una gran copa de vino –o algo similar–, con caminar atribulado por las plataformas que llevaba por zapatos y con la mirada algo perdida. Parecía que sus ojos pintados evocaban el infinito, con esa mirada que forma parte de su compleja e impenetrable personalidad o personaje.
Lo mejor de su obra
Para quienes sólo querían ver en Winehouse a la artista que transformó el devenir del soul, que logró conciliar esta música ancestral con el gran público, esta cantante y compositora de origen judío abrió su garganta e interpretó algunos de sus éxitos con estilo impecable. Su voz y la orquesta, así como las palmas y las tompretas, fueron un sonido único junto a su timbre de mezzosoprano y cantante de gospel. Fue entonces cuando los asistentes escucharon en directo las mejores canciones de sus discos Back to black y Frank.
De manera irremediable, Amy Winehouse opacó al resto de los cantantes que participaron este día en el Rock in Rio Madrid; desde Shakira y sus “shakiros”, como se llaman a sus seguidores, siempre acompañados de una bandera de Colombia y un gusto por el pop rock un tanto ajeno para esta cumbre del rock, hasta los más fervorosos seguidores de Jamiroquai, uno de los creadores de música “tecnológica” más populares de Europa.
Así terminó esta jornada de Rock in Rio, en la que se congregaron más de 100 mil personas para escuchar la música más actual, pero también para jugar, beber, fumar “porros” y bailar hasta la madrugada en las discotecas autorizadas para prolongar la “gran fiesta del rock de Madrid”.