■ Perredistas, priístas y funcionarios difieren en foro del Senado sobre la situación de la paraestatal
Pemex “está muerto”; “no, vivo apenas”
Ampliar la imagen Participantes en el debate en el Senado sobre la reforma energética, con el tema Situación financiera y presupuestal de Pemex Foto: Cristina Rodríguez
Diagnósticos necrológicos, y que cada cual elija el que le guste y acomode a su proyecto sobre la industria petrolera nacional: Pemex ya “está muerto”, asegura el senador perredista Arturo Núñez. Francisco Suárez Dávila, del PRI, lo refuta: la empresa “está viva, apenas”. Y el responsable de las finanzas nacionales en el gobierno del PAN, Agustín Carstens, contradice a ambos. Según él, Petróleos Mexicanos “está vivo, coleando y fuerte”.
No quedan ahí las alusiones, digamos panteoneras. Lorenzo Daniel Ludlow Kuri, del blanquiazul, se queja de que cuando hay excedentes petroleros, “como buitres, luego luego los estados y municipios” reclaman ese dinero.
Y por esa ruta, ¡ah!, cómo salieron cosas ayer en la larguísima sesión del debate petrolero en el Senado de la República. Tanto frente al micrófono como en la trastienda. Un panista, en inacabada adaptación a su nuevo rol de coordinador de su bancada, Gustavo Madero, ilustra con la empresa brasileña Petrobras para decir que la forma en que ésta opera hoy echa por tierra los argumentos “de tipo nostálgico e ideológico” que se oponen a la iniciativa del gobierno de Felipe Calderón Hinojosa.
Entonces, y en un acto de retórica incomprensible, trata de tranquilizar a quienes, según él, así piensan, y asegura que de aprobarse la reforma del Ejecutivo Pemex se mantendrá como una entidad “paraestatal monopólica”.
Lo mismo ocurre con el secretario Carstens, quien de plano admite que aun cuando se aprobara el proyecto en discusión, éste “no va a ser la reforma energética que nos resuelva el problema de Pemex en los próximos 20 o 30 años”.
Y quizá porque está perfectamente convencido de ello, y además no ha visto los anuncios de la televisión donde se busca persuadir a los mexicanos de la bondad de la reforma calderonista con el argumento de que habría menos importación de gasolinas, el titular de Hacienda se sincera: “lo más redituable es sacar el petróleo a unos costos muy bajos y poderlo vender a un precio mucho más alto. Ahí es donde está la renta petrolera”.
Cuestión de prioridad
Porque la verdad, continúa, las demás actividades (petroquímica y otros derivados, se entiende) “en el mejor de los casos tienen utilidades normales” y por eso se les grava fiscalmente como a cualquier otra empresa, mientras que la actividad que tiene un régimen tributario específico, insiste Carstens, es la exploración y explotación; es a lo que hay que darle prioridad.
Pero si esto fue dicho por el funcionario en todo caso como una forma de persuadir sobre la inexistencia de intenciones privatizadoras en el proyecto oficial, Carlos Tello Macías, ex secretario de Programación y Presupuesto con José López Portillo, desde muy temprano se había adelantado para ubicar en su justa medida los apetitos que despierta todo lo que tiene que ver con hidrocarburos.
“No se explica ni mucho menos se justifica la entrega al sector privado de negocios y actividades que generan, a quienes las practican, cuantiosas utilidades. Si no fuese el caso, no se estarían peleando los particulares por obtener esos negocios”, dice.
Ya se veía venir. Con su peculiar acento y un texto que criticaba de entrada que los ingresos fiscales por el petróleo “se diluyen en los diversos gastos corrientes del gobierno” para concluir, en términos llanos y claritos: “espero que no pasen las iniciativas” del Ejecutivo, Carlos Tello se convirtió ayer en el objetivo a denostar y en víctima de una suerte de “guerra sucia” en la sede del debate petrolero
En la sala de prensa del Senado circuló sin membrete un par de hojas en las cuales se “resume” la trayectoria de quien ayer se mostró como uno de los más aguerridos críticos de la propuesta presidencial. Y ahí se le ubicaba como autor de la privatización de la banca e “importante promotor de la fuerte –y desordenada– expansión del Estado en la economía” en aquel sexenio.
Lo curioso es que los datos incluidos en el documento sobre reservas petroleras, déficit fiscal, ingresos públicos y demás, durante la etapa lopezportillista, los repitió textuales el senador del PAN Rubén Camarillo, secretario de la Comisión de Energía y, como tal, uno de los anfitriones del debate.
De plano, personificó en Tello Macías todas las desgracias nacionales. “No fueron los tecnócratas ni el neoliberalismo; fue el desastre en el manejo estatista-populista de la economía en los 70.” Y hasta quiso ironizar. Preguntó al invitado si su propuesta para mejorar Pemex se basará en esa misma receta. Ya encarrerado pidió que nadie en estos foros proponga defender a la paraestatal “como un perro”.
Porque para los legisladores del PAN los ocho años en la Presidencia de la República, por lo menos respecto al manejo de la industria petrolera, pareciera que no han existido, y que ellos nacieron cuando el presidente Calderón envió su iniciativa. Antes, la nada. Sólo, en todo caso, satanizar el pasado. Y claro, para eso estaba ahí Tello Macías.
“¿Por qué cuando era todo a favor y tenían un Congreso a modo y dócil al Ejecutivo no pudieron lograr nada? Y le diría algo más, doctor Tello: que esta reforma y muchos cambios más que estamos haciendo son precisamente para corregir los vicios y los problemas que ustedes nos heredaron o por no hacer nada o por tomar decisiones muy malas...”
Por supuesto, para entonces el aludido ya no tenía oportunidad de réplica. Al parecer, tampoco se trataba de tener con ese “emisario del pasado” las deferencias que sí obtuvo Agustín Carstens.
Curiosamente, ninguno de esos legisladores se rasgó las vestiduras ante las críticas del priísta Francisco Suárez Dávila y del senador perredista Arturo Núñez, sobre el dispendio en que incurrió el anterior gobierno del PAN en materia petrolera. “...maximizó la dilapidación de excedentes y también la depredación del capital humano. El juicio histórico será muy adverso sobre los responsables”, dijo el primero.
Y hay que decirlo: a su modo, el propio Carstens admitió ese dispendio. “En esta administración hemos tenido mucho cuidado de que eso no se repita.”
Al oír a tan enjundiosos panistas, qué pasaba por la cabeza de Manuel Tello Macías, de Jesús Silva Hérzog, de Manuel Bartlett, de Alfredo Phillips Olmedo, presentes ayer ahí. No es difícil suponerlo. Murmuraban y movían la cabeza en señal negativa. Y así estuvieron las más de seis horas durante las que se discutió la situación financiera de la principal empresa mexicana... aún.